Santiago Carrillo se retira
de la dirección del PCE, pero no de la política. El veterano dirigente
comunista se cree todavía con fuerzas suficientes para " navegar durante
años "'y ofrece su experiencia tanto a su partido como a la vida política
desde "algún despachito en las Cortes". El ex dirigente del PCE
considera que la Unión Soviética, jugando subliminalmente a favor de la oferta
socialista, ha podido tener alguna influencia en los resultados de las pasadas
elecciones legislativas, tan desfavorables a su partido. Y, en consecuencia,
avanza oscuros presagios sobre el futuro político español. En concreto, afirma
que no hay que descartar la hipótesis de un golpe de Estado contra la próxima
administración socialista porque no considera al futuro gobierno en condiciones
de destruir las tramas golpistas.
A una indicación convenida,
el Partido Comunista de España regresaría automáticamente al frío de los
manglares y espesuras de la clandestinidad. Otros partidos de izquierda, como
el Movimiento Comunista o -en menor medida- los socialistas, también han
estudiado o estudian la posibilidad de mejorar la red de sus alcantarillas
conspirativas. En cualquier caso, Santiago Carrillo no aspira a inspirar
ninguna hipotética película de Costa Gavras sobre España rodada fuera de
España.-Si hay un golpe tendrán que apresarme en los primerísimos momentos, y
desprevenido. Porque tenemos infraestructura suficiente para, que yo pueda
estar, al menos hasta tres meses, trabajando políticamente, sin tener que
abandonar Madrid. Y entienda usted que yo, ocurra lo que ocurra, nunca volveré
a exiliarme; jamás dejaré otra vez mi país. Pero debemos estar preparados ante
la hipótesis de un golpe de Estado contra una Administración socialista. El
PSOE se va a ver obligado a realizar muchas concesiones y no me parece que se
encuentren en las mejores condiciones para desmontar las tramas golpistas. Muy
probablemente han llegado antes de tiempo al poder y seguro que se arrepentirán
de haber sembrado la destrucción política por su izquierda y por su derecha democráticas. En
las intervius (Carrillo siempre utiliza este
anglicismo, presumiblemente heredado de ese largo exilio que no quiere volver a
plantearse) que en la noche del 28 de octubre
hacían Hermida y Azcona, todos los ciudadanos pedían al nuevo Gobierno lo
mismo: que acabe con el paro, con el golpe y con el terrorismo. Los tres retos
están muy lejos de las posibilidades reales de actuación de los socialistas que,
insisto, se verán obligados a hacer grandes concesiones. La Historia dirá,
finalmente, si la política equivocada ha sido la mía o la de la dirección del
PSOE. Y que conste que el primer interesado en carecer de razón soy yo mismo.
Porque si aquí se produce un golpe de Estado triunfante, a Felipe González le
van a exiliar, pero a mí, si me detienen, me asesinarán. Lo tengo asumido.
-En la noche del 28 de
octubre no se le veía a usted proclive a la dimisión. Por el contrario, replicó
arriscadamente a una periodista que le preguntaba por esta eventualidad. No fue
su noche de Otumba, no fue exactamente su noche triste. Fraga, en cambio, la
noche del 1 de marzo de 1979, casi lagrimeando sobre los resultados que
vomitaban los ordenadores, anunció su retirada de la política y se sentó sobre
una mesita de cristal fracturando la luna.
-Mire usted, yo mi noche
triste ya la tuve en el mes de junio, cuando presenté mi dimisión como
secretario general de los comunistas españoles. También entonces estimaron que
presentaba la dimisión como una maniobra para regresar con más fuerza o más
poder, y no era así. Entonces mis compañeros me: rogaron que no me fuera, pero
yo les comuniqué privadamente que al día siguiente de las elecciones
legislativas dimitiría de la secretaría. Porque comprendí que en aquella.
fecha, ante las divisiones que aparecían en el partido, comenzaba la inflexión.
Ya se habían producido las principales deserciones, pero todavía las encuestas
nos daban el diez por ciento de los votos, lo que significaba, pese a todo,
mantener nuestros resultados de 1979. Con las disensiones yo sabía que
empezábamos a descender inexorablemente, y por eso mi noche triste fue la de
junio. En cualqúier caso, mi quinielaen
estas elecciones apostaba por doce diputados y un cinco por ciento de los
votos. Y más que la reducción de nuestro grupo a cuatro diputados, lo que me
duele es esa pérdida de votantes hasta el tres y pico por ciento. Pero eso yo
ya lo vi venir en junio. Por eso, si en la noche del 28 repliqué con acritud a
algún periodista que inquiría por mi dimisión fue por la irritación lógica de
quien ya la tenía en la cabeza y en secreto desde casi cuatro meses antes.
Santiago Carrillo se ha
sentado a la mesa, tras saludar a Sánchez Montero, Ballesteros y unos camaradas
suramericanos que almuerzan en otro saloncito contiguo de una marisquería de la
madrileña calle de Fuencarral, y ha comenzado a agitar su pierna derecha como
un metrónomo, en disonancia con toda su calma, su pulcritud verbal, su hablar
pausado. Recordamos a Oriana Falacci y su celebrada entrevista con Carrillo en El Europeo:
-Y usted, ¿por qué mueve
tanto la pierna? -preguntaba Oriana.
-Todos los secretarios
generales de los partidos movemos mucho la pierna.
-Bueno, ¿y ahora el Rey va a
tener que llamar a Gerardo Iglesias para evacuar las consultas protocolarias
previas a la formación del Gobierno socialista?
-El Rey puede llamar a quien
quiera, pero estimo que llamará a consultas a los líderes parlamentarios de los
partidos. No tiene por qué llamar a los secretarios. Suárez, por ejemplo, no
era secretario de UCD, ni lo es ahora del CDS; ni Fraga lo es de AP, y nadie
creo que dude de que son los líderes que deben expresar la voluntad de sus
partidos. Mire usted, si Pasionaria hubiera pasado a una edad más joven a la
presidencia del partido, cuando yo accedí a la secretaría general, yo hubiera
seguido siendo el secretario del PCE, pero Dolores Ibárruri sería la imagen
indiscutible del partido.
Antes del almuerzo, por
teléfono, Carrillo te dice ante alguna alusión excesivamente respetuosa: -Oiga,
que yo no me he muerto ni he pasado a la historia; el que se ha muerto es el
general Franco, no yo.
Y sobre la agotadora sesión
de veinticinco horas del comité ejecutivo, deja bien claro que nadie pidió su
dimisión -puede que sólo lo hicieran explícitamente los catalanes del PSUC
Rovira y Ribó- y que en todo momento se pidió allí que los cambios tenían que
hacerse con Carrillo a la cabeza. "Se me encargó la redacción del papel
con las conclusiones de aquella reunión y, mientras lo redactaba, reflexioné y
opté por mi dimisión, anunciada en junio. Era lo más conveniente".
-Es difícil de creer que
usted no se retira estratégicamente para regresar con más bríos.
-Escúcheme lo que le voy a
decir, porque se lo afirmo con toda seriedad: no volveré a la secretaría
general del Partido Comunista de España. Ni tampoco seré nunca en el futuro
presidente del mismo. Pero, eso sí, tengo energías físicas e intelectuales como
para seguir navegando años, y algún magisterio sobre el PC y la política
española creo que podré tener.
Ahí tiene usted a Adolfo
Suárez, ahora con dos diputados y que tiene mucho que aportar aún a este país.
Y no es sólo una mera coincidencia que Suárez y yo nos tengamos ahora que
encontrar en el grupo mixto del Congreso. (Los dos únicos diputados que no
obedecieron la orden de Tejero de tirarse al suelo).
No. Entre los libros que
ahora lee Carrillo se encuentran las memorias de Galbraith En ellas el
economista y agrónomo cana diense cuenta la gestación de las de Noel Coward.
"¿Pero no has tomado nunca notas?" "Nunca; tengo una memoria de
elefante. Mejor dicho: en ocasiones los elefantes me consultan a mí". Es
obvio que Adolfo Suárez, como de él afirma Felipe González, tiene una vocación
política de elefante, pero en las alturas del grupo mixto le acabaremos viendo
evacuar consultas y petición de consejos a Santiago Carrillo. Sintiéndome ya
objetivamente envejecido, medito ante la mirada mineral, de pupilas dilatadas
de este hombre, que antes de que yo naciera ya era delegado de Orden Público en
la Junta de Defensa de Madrid y empujaba responsabilidades abrumadoras. Casi
cincuenta años acarreando el comunismo español, hasta esta su hora peor, por
sus más dramáticos escalones. El respeto a su figura política e histórica es obligado.
Te mira como desde la cima de los siglos, la superación de las de cepciones y
la sabiduría genética de las iguanas. Coriáceo, firme, sobrenadando la
depresión poselectoral, limpiando, con Belén Piniés, los papeles de su mesa en
la sede madrileña del partido -"Ahora tengo más tiempo para dormir"-
y decidido a buscarse un despachito en el Congreso. "Lo prefiero; allí
estaré más tranquilo, es más difícil el acceso, y en las oficinas del partido
tendría más a los camaradas sobre mí para consultarme. Y Gerardo Iglesias tiene
que empezar a trabajar solo." Receloso ante la Prensa, a la que culpa en
parte de una cierta campaña de imagen contra su partido, y acaso contra su
persona, pero educado, firme, convencido, como si comandara un sumergible varado
en el fondo de alguna plataforma continental, con los timones de profundidad
trimados, a la espera angustiosa de poder emerger.
-Con todos los respetos, don
Santiago, para el nuevo personaje, no parece que Gerardo Iglesias, muy joven,
con cinco años de cárcel, bastantes peldaños por debajo de usted, sea la
persona capaz de sacar al partido de la barrena en la que ha entrado.
-Gerardo Iglesias puede
acabar sorprendiendo a todos, como a menudo ocurre en política. Fue un hombre
al que ya se le pidió que ocupara la secretaría de organización y no quiso por
no dejar Asturias...
-Pues eso casi lo invalida
como político...
-O confirma que no es un
arribista. Pero lo importante es que es en Asturias donde mejor se han aplicado
las conclusiones del décimo congreso del PCE y que es en Asturias donde nuestro
partido ha salido menos perjudicado de nuestro fracaso electoral. En buena
lógica, éste era el hombre.
Carrillo tiene un exquisito
cuidado por no ir abriendo los labios de las viejas y jóvenes heridas, y sólo
se muestra escéptico ante Nicolás Sartorius o ante Marcelino Camacho.
"Nico Sartorius, que nunca dejará este partido; ya se ha acabado el goteo
de las fugas, está equivocado; su diseño del PCE conduce a una salida idéntica
a la del comunismo griego: escisión entre renovadores y soviéticos, y
extraparlamentarismo". "Camacho puede pensar que Conúsiones Obreras
encontrarán alguna comprensión en el PSOE, pero ¿para qué nos vamos a engañar?,
los socialistas intentarán hegemonizar a la UGT".
Nos vamos arrebatando los
pitillos (también Carrillo consume tres cajetillas diarias y ha advertido a los
catalanes que seguirá inhalando alquitrán y nicotina en las reuniónes del PSUC,
pese a la reciente prohibición de fumar en ellas) y don Santiago, lenta y
pacientemente, va desglosando ordenadamente su análisis de la caída y de la
progresiva recuperación que espera.
-Estoy recibiendo cartas de
alcaldes socialistas que lamentan el resultado comunista. Ahora, en las
elecciones municipales podemos encontrarnos con un voto comunista de arrepentimiento, al margen de que en este tipo de
elecciones siempre se vota antes a la persona, que la conoces directamente, que
al partido. No nos van a barrer ahí, y confío en que continúe la gestión común
con los socialistas, que no podrán gobernar en solitario en muchas ciudades, ni
siquiera en Madrid. Aquí, en las elecciones generales se ha votado lo posible
-que era el PSOE-, no se ha votado anti-PC (salvo no más de quinientos votos de
castigo en Madrid); nos ha restado papeletas el síndrome del golpe y, sobre
todo, el deterioro de imagen que sufre el partido a raíz de los problemas
internos que aparecen en junio. Se produce una satelización de fuerzas de
izquierda hacia el PSOE, que éste utiliza a fondo, y no se lo reprocho, y la
doble tentación de que, o se va uno al PSOE o hacia la creación de una nueva
izquierda, como se pretende conseguir en Euskadi. El Partido Comunista Español
queda bloqueado social y posicológicamente. Un actual diputado del PSOE, antes
de mi partido, de 42 años, me decía...
-¿Eugenio Triana?...
-Yo no voy a dar el nombre.
Digo que me comentaba que a su edad ya tenía que ser diputado si algún día
quería llegar a ser ministro, y que en el PCE no lo iba a conseguir. Esto lo
entiendo humanamente. Y por otro lado, otro gran compañero y gran persona, sin
escaño de diputado, me reprochaba que cuando acudía al Parlamento veía entre la
minoría socialista a una serie de señores que no dieron un palo al agua durante
la dictadura, mientras él, viejo luchador por la democracia, se sentaba en la
tribuna de invitados. Y esto también se vuelve contra mí.
-Pero su partido llega al
inicio de la reforma política con un patrimonio moral y político muy superior
al de los demás, y lo ha ido perdiendo.
-Nos encontramos entonces
con un PSOE inmaduro e izquierdista y fuimos nosotros quienes tuvimos que
adoptar un sentido de la responsabilidad del Estado para sacar el país
adelante. Luego el PSOE se deslizó sobre su derecha, dejándonos sin espacio
entre él y la UCD. Y, además, partimos de bases muy estrechas. La Comisión de los Diez,que
desde la oposición negociaba entonces con el primer Gobierno de Suárez, se negó
a admitir una transición que excluía al partido comunista; menos Felipe
González, que afirmó que negociaría si era preciso en solitario con el Gobierno,
aun cuando nosotros nos quedáramos fuera. No hay que olvidar que aquí no se ha
producido una victoria antifranquista. Aquí sólo ha triunfado el primer
reformismo de la UCD, y ahora, el segundo del PSOE. Si yo fuera Alvaro Cunhal
estaría ahora en el poder gobernando con Soares y con los militares
progresistas. Pero aquí había que tallar otra cosa; sin contar con la decisiva
influencia de la Unión Soviética.
Aduces a Carrillo que la
URSS puede influir seriamente sobre muchos países, pero que te parece
aventurado que pueda modificar un sentido del voto como el nuestro. "No
sea usted ingenuo; puede influir, por ejemplo, a través de su propio
periódico". Y alude Carrillo, entre dolorido y orgulloso, a la ayuda
soviética, subliminal, al cambio socialista. "¡Si llego yo a firmar en
Moscú el papel que Felipe firmó con el PCUS ..." Y se plantea la sucesión
de Breznev: "Puede aumentar la tensión internacional y eso siempre
favorecerá la creación de Gobiernos de derechas en Europa. Crecerá la influencia
del Ejército Rojo en Moscú y perderán posibilidades de subsistencia los
Gobiernos socialistas del Mediterráneo. Ya le he dicho que la historia dirá
quién tiene razón y si acaso no es prematuro y perjudicial para todos un
triunfo adelantado del socialismo en España".
Le reprochas el haberse
dejado arrebatar por el PSOE aquella bandera del pacto entre un partido y la
sociedad, un compromiso .histórico genuinamente eurocomunista hacia las clases
medias, los jóvenes, los intelectuales. Te replica, con razón, que antes que
nadie él tendió esa mano política, pero que ahora carece de la plataforma
suficiente para hacer la oferta. Le hablas de la ilusión que ha despertado la
campaña del PSOE y te observa desde la sima de su sabiduría: "Usted es muy
joven, pero yo he visto a las masas enardecidas el 14 de abril de 1931, y en el
mes de junio yo ya estaba haciendo de apagafuegos ante esas mismas masas, que
se manifestaban contra el primer Gobierno de la República". A más de que
prevé una radicalización de las bases del PSOE: "Largo Caballero accedió
al Gobierno hablando de reformismo estructural y salió hablando de la dictadura
del proletariado. Y no deberíamos olvidar a este respecto que al menos el cinco
por ciento del voto socialista y el catorce por ciento del voto comunista están
pensando que sería bueno para España el modelo soviético". Y leves quejas
por lo que estima un trato injusto: "Yo no he destroza do a nadie como el
PSOE a su izquierda socialista. Si he cometido un error ha sido el de no ser un
dictador en mi partido y haber mantenido, contra viento y marea, un serio y
constante proyecto eurocomunista". La rodilla derecha no ha perdido un
momento su diapasón, rítmico, mantenido, obsesivo, que tanto reclamara la
atención de Oriana. ("Oiga, que en aquella entrevista mi colega se enamoró
de usted").
-Oriana es una periodista
muy inteligente, y una mujer que sufre.
Hace ocho meses que no habla
en privacidad con Felipe González ("Ha tenido mucho cuidado en despegarse
de nosotros"). Pero si Mitterrand tiene un amigo en España, éste es
Carrillo y no el caballo socialista. En un autobús Felipe le tildó de pequeño
saco de maldades. Desde la otra punta del país le replicó socarrón: "En
todo caso, creo que puedo aspirar a ser un pequeño saco de experiencias".
Te habla de algún banquero que está con el golpe duro y antihistórico y se
lleva las manos a la cabeza ante la decisión socialista de nombrar a Fraga jefe de la oposición. Cultiva
amigos de años en las direcciones socialista y comunista de partidos de dos
continentes ("No, no los telefoneo regularmente. Voy a la Embajada y hablo con ellos por valija
diplomática"). Casi paramos la circulación de una calle para hacer unas
fotos y le despides -como a todos- en la portezuela de un auto que pesa tres
veces más franco fábrica.
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