17/4/82

Los tenientes hacen el petate (17-4-1982)

El documento, de capitulación de los asaltantes del Congreso fue el tema central de la sesión desarrollada ayer ante el Consejo Supremo de Justicia Militar. Según el teniente coronel Eduardo Fuentes Gómez de Salazar, que tuvo una destacada participación en la concreción de dichas condiciones, al realizar el documento "se daba por supuesto" que los tenientes de la Guardia Civil quedaban exentos de responsabilidad, al igual que los de la División Acorazada Brunete. Según la misma declaración, el teniente coronel Fuentes llevó las condiciones al mando, y le dijeron que estaban aprobadas. Tras esta declaración, los abogados defensores de los tenientes procesados en esta causa solicitaron por escrito la libertad de sus patrocinados. Por otra parte, distintos jefes militares desfilaron ayer ante el Consejo para prestar testimonio sobre otros asuntos, tales como las órdenes que algunos de ellos tenían para ocupar objetivos en Madrid el 23F.

El acusado capitán de la Guardia Civil Ignacio Román casi no entra ayer en Campamento. En libertad provisional tras haber cumplido tres cuartos de la condena solicitada por el ministerio fiscal, abandonó la extraña prisión y ayer en la mañana no lo dejaban entrar. Asistió a su propio juicio con una tarjeta provisional de invitado. Sus compañeros e inferiores, tenientes de la Guardia Civil, se pueden ver en breves horas en la misma tesitura. El próximo miércoles -no hay vista y se reúne para asuntos ordinarios el Consejo Supremo de Justicia Militar- se decidirá, si el sentido común no lo impide, el denegamiento de la credencial a Pedro J. Ramírez, director de Diario 16, y la libertad provisional de los tenientes de la Benemérita procesados en esta causa.Desde el comienzo de la vista, abogados políticos y profesionales habían coincidido en el serón repleto de posibilidades procesales que ofrecía el llamado pacto del capó. Las hectáreas de memoria que genera este proceso no recogen una sola jornada en la que unos u otros abogados no hayan insistido en el hecho de que los tenientes de la Guardia Civil estaban siendo procesados, en tanto los tenientes de la Acorazada estaban en sus casas. No es como para reprochar a las defensas que se hayan sujetado a ese obenque; hacen muy bien desde el momento en que el asunto -ese supuesto agravio comparativo Guardia Civil Ejército- está empozoñado desde antes del inicio del proceso. Y los errores del Plenario arrastran los Iodos de la vista oral. El agravio comparativo no reside en la presencia como encausados de los tenientes de uniforme verde, sino en la ausencia de los tenientes de caqui con el anagrama y la tanqueta en la manga izquierda. Y, tampoco hay que olvidarlo, de los números de la Guardia Civil, protagonistas del asalto al Congreso y alegremente exonerados de cualquier responsabilidad.

Apertura de desagües Pero éste parece ser el signo de esta causa: no sólo no se desvelan nuevos hechos, sino que se abren desagües para que por ellos desaparezcan presuntos implicados. Algún día este error se cobrará su precio en moneda política contante y sonante. Salva Paradela (un letrado menor, defensor de un teniente) dio la cara final solicitando como cuestión previa, al comienzo de la sesión vespertina, la libertad provisional de estos oficiales, teniendo en cuenta que para él, como para todos, los valores más preciados del ser humano son la vida y la libertad. Hay que reconocer que cuando alguno de los letrados de los presuntos golpistas drena su corazón, aterciopela la voz y habla de libertad, a todos se nos abren las carnes.

Los involucionistas de todo pela e pueden reencontrarse con una de sus frases propagandísticas preferidas: "¡Libertad, libertad; cuantos crímenes se cometen en tu nombre!"

El testigo teniente coronel Eduardo Fuentes Gómez de Salazar, de la división de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército (que ha volado desde Argentina a Madrid para deponer en este juicio; estaba haciendo un curso en Buenos Aires) dio pie a la removida general sobre los tenientes de la Guardia Civil. Gómez de Salazar, íntimo amigo de San Martín y Pardo Zancada, es el hombre que en la mañana del 24 de febrero se ofrece voluntario para extraer de su impasse el pudrimiento del Congreso secuestrado. Busca de Pardo Zancada y de Tejero condiciones negociables de rendición, toma notas para su propio recordatorio en un papel del Congreso, que luego sería firmado por los secuestradores y por el general Armada sobre el capó de un jeep y tenido como documento de capitulación. Gómez de Salazar aparece dolido en el supuesto de que acaso su nerviosismo en aquel momento le hizo equivocar su sentido de la sintaxis, hasta el punto de que en tal documento aparecieran los tenientes de la Acorazada como exentos de culpa y los de la Guardia Civil implicados. Puede dormir tranquilo por cuanto ayer, el consejero togado teniente general Ballesteros, después de un complicado interrogatorio fiscal, le hizo la pregunta-clave:

-Teniendo en cuenta que se encuentra bajo sagrado juramento, ¿usted tiene conciencia de que en el pacto de rendición se estipulaba igual trato para los tenientes de la Acorazada que para los de la Guardia Civil?

-El mismo.

Tras esta intervención de un consejero y después de lo escuchado sesión a sesión, a pocos nos quedó la duda de que los tenientes de la Benemérita podían ir haciendo sus petates,. La inversión de la realidad, como en un espejo, acababa de ser lograda. Ya será difícil que estos hombres, algunos de los cuales se distinguieron en la toma del Congreso por actitudes especialmente desdeñosas, chulescas y amenazadoras, se vean sometidos a todos los rigores de la Justicia. Por el momento se encuentran a las doce menos cinco de ser declarados exentos de responsabilidad.

La teoría de los tenientes de la Benemérita está distorsionada desde los autos. A pocos les cabe en la cabeza la validez jurídica del pacto del capó, firmado por otro encausado en representación de más altas instancias y, en cualquier caso, obtenido bajo presión de las armas. Quiere: presentarse este papel -no es exageración, es comentario extraprocesal- como si se tratara de la rendición firmada por el almirante Doenitz ante el general Eisenhower.

Como si el 23 de febrero este país estuviera en estado de guerra, diplomáticamente declarada, entre dos potencias: de un lado España, de otro Tejero, Pardo Zancada y Camilo Menéndez, como potencias derrotadas. Hasta como broma es excesivo. Las autoridades que el 23 de febrero bregaron por restablecer la normalidad en la nación utilizaron -como era su deber- todos los subterfugios a su alcance, pero ninguno puede obligarles -ni aún apelando a un honor militar del que los rebeldes empezaron por dimitir- a suscribir ahora en libertad lo que aceptaron bajo tan tremenda coacción.

No hace faIta ser una lumbrera del Derecho para tener por enjuiciables a todos -guardias incluidos- los que aquella noche vapulearon el honor del país vejando a sus representantes. Y tan dignos de juicio son los tenientes de este o de otro cuerpo castrense; a ninguno les libera el libre albedrío que reconocen las Ordenanzas Militares y que impide la comisión de delitos amparada en la cómoda manta de la obediencia al mando natural. De lo contrario las actas de Campamento pasarán a la historia de la jurisprudencia occidental por ser las que rectifican y mejoran los criterios judiciales sentados en el proceso de Nuremberg. La especulación de Casablanca El resto de la jornada fue ringlera de jefes militares, de los que sólo cabe destacar el talento expositivo de Gómez de Salazar y Pardo de Santayana -este último empeñado en el recordatorio del supuesto papel del Rey en aquel ruido de sables- y el rumrum que atronaba Campamento (familiares y letrados) sobre la figura penal del extrañamiento; escribir, como la vieja Grecia, el nombre de algunos encausados en la concha de una ostra y arrojarla al mar. A este respecto se especula con la supuesta adquisición de una casa en Casablanca (Marruecos) por la familia del general Armada.

La expectativa procesal reside en que el jueves (día más, día menos) termine el desfile de testigos; el fiscal puede entonces reclamar sus 48 horas de reflexión y dar comienzo el viernes su lectura de conclusiones definitivas, que, a lo que parece, no será una pieza legal globalizada sino pormenorizada sobre los encausados que le queden.

Nota bene.- Una especie de comisión de esposas de encausados me buscaba ayer por Campamento. Son las mismas que se toman la evidente molestia de recabar fondos militares para reponer los sueldos de los encausados mermados por su condición de justiciables. Estaban quejosas por una alusión sin importancia a la vida sexual de la extraña prisión. La dignidad de tales señoras ni puedo ni quiero ponerla en precario -su mal trago es evidente y merece compasión y respeto-; pero desde Reich, Freud o Froom, la dignidad en las sociedades avanzadas no se pierde detrás de una puerta púdicamente entornada.

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