Casi al comienzo de la undécima sesión de la vista del juicio que
se sigue contra los 33 procesados por el intento de golpe de Estado del 23 de
febrero, se registró un incidente procesal al solicitar el fiscal que el turno
de interrogatorios se iniciara con el del teniente coronel Tejero, en tanto que
los defensores se mostraban firmes en su criterio de que debía respetarse el
orden jerárquico. Tras un descanso de una hora y cuarto, el presidente del
tribunal dio la razón a los abogados. Ya en el interrogatorio del teniente
general Milans, éste declaró que Armada le expuso su "operación", que
le pareció "perfecta", y le dijo que el Rey la respaldaba. También
reconoció que era su intención participar en el levantamiento protagonizado por
Tejero. Dijo, asimismo, que Armada le indicó por teléfono que era imposible
parar a Tejero y que, "cuando eso pasara", él se iría a la Zarzuela.
La vista continuará hoy con la intervención del resto de los abogados defensores
en el interrogatorio de Milans.
En la sesión de la tarde el
fiscal; general auditor de la Armada José Manuel Claver, manejaba con mayor
maestría que por la mañana lapatata caliente de interrogar a Milans del Bosch;
graduando los silencios, repitiendo en voz alta sus propias reflexiones
("no lo entiendo, no lo entiendo...") terminó por hacer al procesado
una pregunta muy simple: ¿Participó, apoyándole, en el levantamiento armado del
teniente coronel Tejero?. Milans, quien no acostumbra a responder con simples
monosílabos, contestó: Sí. El fiscal subrayó con un nuevo silencio esta
afirmación y dio provisionalmente por ultimado su turno interrogativo.El de
ayer fue el día de Milans. Su padre, teniente general, 92 años, erguido en su
ancianidad y fumando algún que otro cigarrillo, hacía a su hijo, uniendo las
manos, el signo de la felicitación cuando éste abandonaba la sala. Tres
generaciones de Milans del Bosch (y las tres militares) estaban presentes para
ver y escuchar al ex-capitán general de Valencia resuelto, distendido, con tablas, manejando su situación, dicharachero,
haciendo un uso sabio del respeto que sus bocamangas y apellidos despiertan en
el Tribunal, fiscal y defensores. No pocas de sus respuestas se recostaban en
los murmullos de risas aprobatorias.
En la mañana, resuelto el
incidente entre defensores y la fiscalía del que se escribirá más adelante, el
fiscal inició un interrogatorio cauteloso y de una respetuosidad exquisita. Ya
previamente el presidente de la Sala, al explicar el procedimiento del
interrogatorio había aludido a "interrogados" y no a
"procesados". Exhortado a decir verdad, pero relevado de juramento,
Milans -tratado en todo momento de mi
general,pidiendo aclaraciones, intentando dar lectura a párrafos de su
bando valenciano, lo que consiguió, repreguntando, saliéndose en varias
ocasiones del terreno escueto de la pregunta- se sometió a un listado de
cuestiones del fiscal que intentaba seguir un orden eronólogico de los hechos.
Sobre el proyecto Tejero afirma Milans que muchos españoles y
casi todos los militares estaban preocupados por la tripleta de problemas
autonomías-terrorismo-paro; grupos de militares más o menos nerviosos, más o
menos radicales, buscaban una solución a estas preocupaciones y en el ambiente
flotaba la certeza de que se gestaban tres golpes de Estado: el de los
coroneles, el de los tenientes coroneles y algo en la Guardia Civil. Preocupado
por el primer intento enunciado (se hablaba de un indeterminado número de
regimientos comprometidos en una asonada que sería radical) él intentó parar o retrasar el
cuartelazo vendiendo a estos grupos la solución Armada.
Armada, a lo que parece, le
había referido una prolongada conversación con los Reyes en el Pirineo de cinco
o seis horas; que el Rey estaba harto de Suárez y había que cambiarlo, que pasó
revista con ellos a una lista de presidenciables sin encontrar un futurible, la
vieja teoría de que el Rey optaba por un gobierno civil y la Reina por otro
militar, etcétera. Que el Rey sabía que se estaba propiciando un hecho
políticamente violento y que de producirse estaba dispuesto a reconducirlo; una palabra que se cita como textual.
Y a partir de esta curiosísima confidencia del general Armada (que se precia de
no comentar con nadie sus conversaciones con los Reyes) el teniente general
Milans (que a su vez se vanagloria -y ayer lo volvió a recordar por si nadie lo
sabía- de que jamás acepta órdenes de inferiores) deviene en firme
representante de la solución
Armada y se dedica a
intentar detener los golpes duros en marcha.
Así, cuando se ve en el piso
madrileño de su ayudante el teniente coronel Mas, con Torres Rojas ("tenía
credibilidad entre los oficiales de la Acorazada y entre los militares más radicales"),
Tejero, Carrés y otros cuyos nombres continúa ocultando -y de ello hace gala-,
intenta convencer a estos representantes de soluciones más expeditivas de la
bondad del proyecto de su patrocinado: que se van avanzando los peones, que
Armada contra la opinión de Suárez será segundo jefe del Estado Mayor del
Ejército, que el paso siguiente es la formación de una Junta de Jefes de Estado
Mayor más adicta al Rey, que se usaría el propio mecanismo constitucional
pararefórmar la Carta Magna y que, en definitiva, "había algo mejor"
que lo que coroneles, tenientes coroneles o guardias civiles (por seguir la
propia enumeración de Milans) proponían. Después, tras estos encomiables
esfuerzos por parar o retrasar a los golpistas, Milans se une al golpe para
parar el golpe, a tenor de ese sí con el que ayer terminó de responder
El general Claver, con
guante blanco, intenta llevar a Milans contra el muro de sus contradicciones
lógicas. ¿Como es que alertó su región militar la mañana del 23 de febrero?
Porque como sabía que se produciríael asalto al Congreso y se le había
informado de la intención de Comisiones Obreras de asaltar los cuarteles en
caso de golpe de Estado tenía que tomar medidas precautorias. ¿Pero sabía lo
que se iba a producir? Lo sabía pero, ¡como era con conocimiento de Su
Majestad, quien iba a reconducirlo...! El fiscal. espacia los segundos y las
palabras: "No lo entiendo ... No lo entiendo". Ya antes el fiscal
intentó entenderlo preguntando a Milans por qué no intentó una comunicación
directa con el Rey, comprobatoria de las tesis de Armada. Milans, que ruega no
se le interrumpa, explica que su nivel de relación con el Rey no es como para
estar yendo y viniendo a La Zarzuela, pero que a finales de noviembre del 80
(en ese mismo mes ya había hablado con Armada) asistió en Cartagena a la
entrega de una bandera de combate a una fragata, acto al que asistía la familia
real. En la plancha de la embarcación pidió al teniente general Valenzuela
audiencia con el Rey; luego en el almuerzo insistió ante el propio Don Juan
Carlos: "Se lo digo a Sabino y te llamaré" afirma que le dijo el Rey.
"Pues hasta ahora" remata Milans. E insiste en que creía totalmente
en Armada.
En otro escalón de su
interrogatorio -en este caso a preguntas de su propio defensor- deja al general
Armada -quien continúa estoico- literalmente a los pies de los caballos. Cuando
fue arrestado en el Cuartel del Ejército aceptó como oficial de órdenes al
coronel Pardo de Santayana, que le transmitió dos o tres recados de Armada: que
todo comenzó el 23 y que había que olvidar lo anterior . El mismo 24 de
febrero, ya arrestado Milans en Madrid, pregunta por Armada, quien sube a
saludarle y "muy nervioso" le dice: "No conviene que nos vean
juntos", y le reitera que es importante que todo haya comenzado el 23.
El teniente general
Gabeiras, entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, tambien recibe su
trallazo. Si Armada no está ni en su despacho ni en La Zarzuela (como parece
que había anunciado), ¿no le extraña que estuviera trabajando en el despacho,
de Gabeiras?. No, porque también se había rumoreado que Gabeiras tenía
conocimiento de lo que se estaba fraguando. Y el comandante Cortina, por mor
del interrogatorio de ayer, ve materializada su figura como la del hombre que empujaba el golpe en la dirección de Armada. Y
algún sarcasmo. "¿A ti que te parece este Cortina?" pregunta Milans a
Pardo Zancada paseando el 22 de febrero por Valencia. "No sé, no sé",
másmosqueante que
dubítativo como respuesta del comandante, definitoria del hombre "que está
aquí empujando" según lamenta Armada a Milans.
Con una buena memoria
-"aunque no tan perfecta como la de Gabeiras"- Milans está poniendo
los clavos de la inverosimilitud de suhistoria. No es verosímil que ante la
indiscrección de Armada no intentara más firmemente ver al Rey. Y además en
noviembre -casi tres meses antes de las confidencias
de enero sobre los supuestos
deseos reales- ya están hablando de salidas políticas a la crisis. No parece
muy contento Milans con el retraso del Rey en darle audiencia -recuerda que le
han saltado otros tenientes generales en el camino
de La Zarzuela-, pero el enfado y la propia estima no justifican el no haber
insistido en la entrevista. Por otra parte en la sala se dió ayer carta de
naturaleza a algo no por sabido y comentado menos grave: golpes de Estado para
todos los gustos, a escoger y revolver, con nombres y apellidos que Milans
-preguntado explícitamente- afirma que no revelará nunca, con un entendimiento
del compañerismo más acusado que el entendimiento de la razón de Estado. Y,
aquí, por lo oído, se está juzgando precisamente a los más blandos del escalafón. Revelaciones y
silencios que no confortan los ánimos en Campamento. Si en el mejor de los
casos ni los coroneles, ni los tenientes coroneles, ni el resto de militares
asistentes a la reunión dirigida por Milans en la calle madrileña de General
Cabrera no están en las filas de los procesados -afirmar que no están presentes
sería excesivo- ni esta causa va a servir para identificarlos, el desánimo es
una tentación lícita.
Por lo demás, el incidente
procesal de la mañana entre defensores y fiscal. Este solicitó un
interrogatorio no por prelación mecánica de rangos y antigüedades sino por
cooptación a medida que intenta reconstruir los hechos. Pedía así comenzar por
Tejero -para el fiscal, brazo ejecutor- y, es de suponer, terminar con las
cabezas de la conspiración. Grandes protestas de la defensa exigiendo se
respetara el orden jerárquico. Parece que en otros juicios militares así se ha
hecho siempre y que a mayor abundamiento, lo contrario trastocaría el esquema
intelectual de las defensas. Tampoco deja de ser cierto que un interrogatorio
que se presume dilatado -hoy proseguirá el de Miláns- introducirá mayores dosis
de confusión en la opinión pública y en la propia Sala si se sigue el orden de
rango que si se pregunta sobre una reconstrucción, aunque sea la del fiscal. A
la postre es éste y no la defensa quien tiene que hilar la historia. Tras un
receso por diez minutos que alcanzó la hora (con los inevitables rumores
alarmistas) el presidente optó por dar razón a los abogados defensores en el imaginable
criterio de que en este juicio, muy especialmente, no puede darse la menor
sensación de indefensión de los encausados. Primera protesta del fiscal a
efectos de casación y nuevos aplausos provenientes de las filas de familiares
-palmas que se escuchan femeninas- cortados por la campañilla presidencial y
siseos de entre las comisiones militares.
El pequeño rifirrafe
procesal y el interrogatorio de Miláns dejó muy en segundo plano la primera
comparecencia de García Carrés en su silla de acusado. Inmenso pese a que de él
se dice ha perdido doce kilos, enfundado en un terno azul, con camisa celeste,
recibe efusivos saludos de defensas y codefensores y los envía a su esposa y su
hijo, ayer presentes. Entre el público una mayor sensación de afluencia de ese
sobreentendido que se reputa como zona
nacional. En un error de
ubicuación -es su primer día en el Servicio Geográfico del Ejército- Carrés
utiliza el lavabo destinado al público; coincide, ante otros varones, con un
joven rubio que se cuadra, entrechoca los talones, levanta el brazo en el
saludo romano y se presenta: "¡A tus órdenes; soy hijo del coronel X de
X!". Cabaret en el evacuotorio.
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