Al igual que sucediera el
martes, la sesión de la mañana de la vista del juicio que se sigue contra los
33 procesados por el intento de golpe del 23 de febrero, fue utilizada ayer por
el abogado del teniente coronel Tejero, Angel López Montero para lograr, a
través de la lectura de declaraciones de testigos, un doble objetivo: intentar
que quede probada la implicación de miembros del CESID (Centro Superior de
Información de la Defensa) en la intentona golpista, y tratar de confirmar la
coartada de que el teniente de la guardia civil procesado actuó por órdenes
superiores. Especialmente sorprendentes fueron los testimonios contradictorios
de miembros del CESID, que en algunos casos llegan al insulto personal grave.
De otra parte, se anunció ayer que el fiscal de la Primera Región Militar ha
iniciado acciones judiciales destinadas a procesar al vicesecretario general
del PSOE, Alfonso Guerra, por sus recientes declaraciones insinuando que el
juicio del 23-F pudiera ser una farsa. Para proceder al procesamiento de Guerra
es necesario que el Congreso de los Diputados apruebe el correspondiente
suplicatorio.
Uno de los números de la
Guardia Civil que ocuparon el Congreso y que hasta ahora se han librado del
procesamiento declararon ayer haber escuchado a diputados que no pueden
identificar la siguiente exclamación: "¡Pero si los que tenían que venir
eran los de la Acorazada!". Otros dan fe de que aquella noche se comentó
insistentemente entre los guardias una supuesta oferta monetaria del entonces
ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez, para el civil que asesinara
a Tejero. La tropa asaltante como tal -salvadas las individualidades
necesarias-, ofrecía escasas garantías y a tenor de lo depuesto por el general
Prieto constituyó un peligro potencial añadido al de la intentona en sí misma.
Tejero arrambló con mecánicos, oficinistas, camareros y guardias que teniendo destinos apenas han recibido instrucción de
armas. Su vestimenta -que no uniformidad- era variopinta (algunos lucían
calcetines de color) y según la opinión del general Prieto cabía albergar
serias dudas sobre su capacidad para utilizar correctamente los subfusiles
ametralladores que portaban. A mayor abundamiento, y, por lo que ellos mismos
declaran, no se conocían entre sí, no obedecían a sus mandos naturales, no
sabían a qué marchaban y -¡faltaría más! - ninguno disparó en el salón del
Congreso de Diputados, ninguno zarandeó al teniente general Gutiérrez Mellado y
ninguno apuntó su armamento contra el director general del Cuerpo, Aramburu
Topete.Así, de la mano del abogado López Montero, el teniente coronel Tejero
sigue esparciendo en su derredor dudas, supuestas implicaciones, sospechas,
miseria personal y política como esos aspersores de agua que mantienen el
verdor de los céspedes. Estaba en el ánimo de los más sensatos que éste no
deviniera en un proceso contra el conjunto de las Fuerzas Armadas ni en un proceso de Burgos contra la
democracia, en el que unos hombres que han vulnerado unas leyes y unas normas
se ven asistidos moralmente por motivaciones altruistas. Lentamente, paso a
paso, folio a folio -y el juicio oral propiamente dicho, los interrogatorios,
no ha empezado- la democracia , sus instituciones y representantes están siendo
subliminalmente arrastrados por rastrojos. Los socialistas a cuenta del yantar
leridano de sus prohombres con Armada, los comunistas por -un informe del CESID
calificado como C-3 (rumor insolvente), Alianza Popular por el piso de la calle
Juan Gris, la misma credibilidad de los diputados por sus supuestas esperas del elefante o de los reclutas de la Acorazada...,
por no volver sobre el obsesivo goteo, que no se perdona en ninguna sesión,
acerca de la obediencia debida al Rey.
Y ayer el abogado Martín
Fernández, defensor del teniente coronel Mas, ayudante de campo de Miláns del
Bosch, hizo un guiño en su brevísima intervención de por donde van los pasos de
la defensa concertada de la mayoría de los justiciables: se
limitó a pedir lectura de una prueba propuesta en el plenario para unir a los
autos consistente en la petición a diversos departamentos de estadística del
número de crímenes, atentados, secuestros, robos, huelgas, desempleados o
empresas quebradas desde la muerte de Franco hasta un mes antes del golpe de
febrero. Prueba denegada y que de haber sido admitida por el tribunal nos
adentraría en el tortuoso supuesto de que los dolores de cabeza se alivian
mediante el degollamiento.
Las sesiones de ayer
ocuparon los tiempos de los letrados de Tejero, Mas, Cortina y, finalmente, de
capitanes y tenientes de la Benemérita. Mayor relajamiento entre los encausados
que cuchichean entre sí y tranquilidad ambiental en el aire friolento del
Instituto Geográfico. Por primera vez se escuchan risas generalizadas en la
sala: cuando un defensor da tratamiento de ilustrísima al relator (que lo
tiene, pero al que por costumbre se le apea) y cuando el teniente coronel
Valenciano, relator-jefe del Ejército (que está desarrollando un trabajo impagable,
atinado, agotador) se confunde por primera vez y alude a la opinión del
comandante Cortina sobre los judíos en vez de sobre los juicios. Cortina
había pedido a sus subordinados corrección y prudencia a la hora de calificar
los sucesos de febrero por los que posteriormente sería enjuiciado. Lo dicho:
risas y un atisbo de buen humor.
El comandante Cortina, jefe
del AOME (Agrupación de Operaciones y Misiones Especiales) del CESID (Centro
Superior de Inteligencia de la Defensa), centró la atención de las sesiones;
por la mañana, gracias a las deyecciones que sobre su figura y su servicio
proyectó el abogado de Tejero que necesita para su patrocinado la sombrilla
protectora del servicio secreto del Estado; en la tarde, a cuenta de las
peticiones de lectura del defensor de este agente secreto, ya destruido como
tal, salgan las cosas por donde salgan.
La defensa de Tejero insiste
en un punto: que el CESID aportó apoyo logístico a la columna de guardias que
salió de Valdemoro para tomar el Congreso; que se facilitaron radioteléfonos y
que un automóvil del CESID, guió autobuses de Tejero desde el paseo de las
Delicias hasta el Congreso. Un sargento y un guardia del CESID -Cortina
trabajaba esencialmente con guardias civiles- deponen además contra su antiguo
jefe y el capitán García Almenta (no procesado): que habían recibido órdenes
para la ocupación del Congreso una semana -antes del 23 de febrero, que Cortina
había comentado desfavorablemente la actitud de los parlamentarios
secuestrados, mostrándose laudatorio hacia el general Armada, etcétera. Y
expresiones presuntamente atribuibles a un intento de intimidación de los
declarantes: "Se le podía volar el coche a algún hijo de puta".
"El día que se levante la veda de los hijos de puta..." Otros
declarantes relacionados con la inteligencia militar admiten que el 23 de
febrero a la hora de la toma del Congreso y en sus inmediaciones pudieron
coincidir con los autobuses de Tejero tres coches del CESID con matriculación
trucada y sistemas de radiocomunicación de frecuencia inusual en el servicio.
Aducen que trabajaban en la operación
Míster -puede tratarse, esto
no está declarado, de la detección de una estación de escucha de la CIA en las
inmediaciones del hotel Ritz- y habían cambiado las frecuencias de emisión para
no ser detectados. Y niegan cualquier colaboración con las columnas de Tejero. El sentido común abunda en
favor del comandante Cortina dado que no parece absolutamente imprescindible
para circular desde Delicias a Neptuno de toda la parafernalia de los servicios
secretos de un país. El autobús de guardias que se detiene en el paseo de las
Delicias en su camino hacia el golpe puede hacerlo, como dicen algunos, para
perder tiempo y ajustarse al horario.
Pero para patinar sólo lo
imprescindible sobre este segmento tan novelesco como auténtico de la historia
hay que detenerse en la personalidad del comandante Cortina. A tenor del
sumario este oficial es quien enlaza físicamente a Tejero y a Armada en esa
entrevista a tres de la calle Juan Gris, después de una conversación anterior
Tejero-Cortina en el domicilio de los padres de este último. Tejero da detalles
de los domicilios. Cortina -como casi todos los que se ven sumarialmente entrevistados con Tejero, excepción hecha de Milans
y su equipo- niega haberle visto. En los careos
Cortina-Tejero se advierte ciertadesesperación en este comandante que, en la sala,
sigue negando con la cabeza lo que se le imputa. Cortina es presentado por
quienes le han tratado como un hombre no menos imprevisible que su oficio. Se
le tiene por quien desmonta la primera Galaxia de Tejero, de lo que se podría deducir
una nota de rencor personal en las declaraciones del teniente coronel. Fue
primer defensor del capitán de la UNID Restituto Valero y, en los inicios de su
carrera militar, amigo personal de periodistas adscritos políticamente al PCE,
a alguno de los cuales libró de una caídapolicial.
Soltero, vive con sus padres, relacionado personalmente con líderes aliancistas, culto, de la promoción mili tar del
Rey. Quienes le conocen y saben de su trabajo le relacionan con varias
operaciones sucias propias de los servicios de inteligencia -algún allanamiento
de domicilio, algún dossier más o menos intoxicador-. Sean cuales
fueren las inclinaciones políticas de este comandante parece cierto que era el
director de lo que podríamos de nominar trabajo
feo del CESID. La doble
imagen de todo agente se creto planea sobre este oficial que, además y por
razones obvias, no está en libertad moral de decir todo lo que sabe para su
propia defensa.
Su letrado, García
Villalonga, ha planteado una defensa técnica al estilo de la de Armada: no
estuvo en su primera y supuesta entrevista con Tejero. Aquel día estuvo en El
Escorial y recaba el testimonio de su padre -débil en razón del parentesco- y
de un conocido con el que trataba negocios pecuarios. Sea como fuere, Cortina y
Tejero no son personalidades solubles y mueve a extrañeza la existencia de esas
entrevistas confianzudas entre ambos -con el padre de Cortina preguntando desde
la cama y el hijo justificando la llegada de unos amigos-, y aún más que un
hombre como el comandante Cortina, con acceso a sofisticadísimos medios
técnicos, no se cubriera mejor las espaldas.
Otras declaraciones de
interés leídas ayer son las de Robles Piquer, que escucha a Armada críticas a
la intervención del Rey por radiotelevisión ("Lo más importante es que no
se divida el Ejército y lo del Rey es un error y puede propiciar el
enfrentamiento")" o la extensa deposición del general de la Guardia
Civil Manuel Prieto, que -curiosamente- viene a reforzar la tesis de Tejero de
que él nunca amenazó a Aramburu y que éste no puso excesivo énfasis en intentar
reducirle. Prieto asegura que la pistola de Tejero estaba encasquillada y que
no se produjeron amenazas contra el director general de la Guardia Civil.
Presenta a un Tejero sereno y dueño de sí mismo y dispuesto a cualquier
sacrificio personal por la patria. Y una particular subjetivización de aquel
secuestro- presentado como una mera retención de la Cámara para que no se ausentaran
en la espera de la "autoridad militar" que debía dirigirles la
palabra. Y algunas secuencias que merecen rememorarse:
Un oficial de la Guardia
Civil corre por un pasillo del Congreso con el ' télex que da cuenta del bando
de Milans: "¡Ya está aquí; ya hemos triunfado!"
Tejero: -Ya no quiero hablar
ni con el general Armada. Sólo obedezco a Miláns.
O cuando el general Prieto
le ofrece una indeterminada cantidad de dólares para que Tejero escape al
extranjero y éste se palpa el bolsillo superior izquierdo de su guerrera y
dice: "Me basta con esto". Prieto cree que alude a su' corazón.
Después, rememorando, supone que se refería al papel de Armada con las condiciones
de su rendición, que llevaba en la cartera. Puede ser.
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