19/10/83

Los 'huérfanos de Perón' (19-10-1983)

Los peronistas afrontan las elecciones del 30 de octubre como si su general-líder estuviera aún vivo. Su imagen está presente en las calles y lo estará en el recuerdo de todo el que deposite una papeleta a favor de Ítalo Lúder, sus palabras van a ser repetidas durante la campaña por las cabezas visibles de un movimiento dividido, con enfrentamientos internos, unido sólo por la confusa herencia de Juan Domingo Perón. Ni siquiera la viuda del líder parece por el momento dispuesta a volver a Buenos Aires a consolar a los huérfanos de Perón.

La campaña peronista para las elecciones del 30 de octubre es un monumento a la necrofilia y al pasado. Abiertamente se pide el voto para Perón, y las imágenes del caudillo muerto señorean la propaganda televisiva. Aislada y silenciosa su viuda en Madrid y divididos prematuramente los máximos dirigentes del justicialismo, los líderes sindicales del peronismo se han lanzádo a la conquista del partido. En público, alardean de un nuevo peronazo; en privado, ternen la humillación de tener que pactar su triunfo en el colegio electoral tras no conseguir la mayoría ab soluta. Conductor de 'patotas' Uno de los más eximios huérfanos de Perón es Herminio Iglesias, joven candidato a la gobernación de la provincia de Buenos Aires (donde habita la mitad del país), aspirante a futuro líder, nacional, hijo de famélicos emigrantes gallegos, conductor de patotas (bandas), crecido económicamente al arrimo de la prostitución y el juego en su provincia, surcado de cicatrices, tuerto, sin un párpado,,varias veces herido de bala, inteligente, ambicioso e inculto.

Cuando los periodistas le inquieren sobre su supuesta orquitis traumática (a la salida de un velatorio le dispararon entre las piernas), clava en su interlocutor la mirada obsesiva de su ojo perennemente descubierto y le ruega le envíe a su madre o a su hermana, si son hermosas, para que ellas lo comprueben personalmente. Lorenzo Miguel, con sus blancas patillas hasta la mandíbula, secretario de la violenta Unión Obrera Metalúrgica, de las 62 organizaciones que agrupan a los sindicatos peronistas de la Confederación General del Trabajo, y ahora primer vicepresidente ejecutivo del peronismo, se encuentra envuelto en juicios por la desaparición en un horno de pan de los restos troceados de uno de sus guardaespaldas, que cometió el error de acopiar un exceso de información.

Son dos hombres temidos y temibles, ambos hijos de españoles, representativos de la nueva dirección peronista y con notables perspectivas de acceder a los más altos cargos de la nación. Son algunos de los huérfanos de Perón, que ahora se pelean con sordina por el reparto del poder peronista. Abusan de su persecución y sufrimientos bajo la dictadura militar, pero apenas tienen un leve recuerdo para toda la izquierda revolucionaria, más o menos infiltrada o integrada sinceramente en el peronismo, que acabó habitando la escuela de Mecánica de la Armada o las cárceles secretas hasta su posterior asesinato.

Vergonzosamente, los huérfanos de Perón quieren aparecer como las primeras víctimas del proceso militar, pero es dificil dejar de advertir que la guerra -sucia militar, además de aniquilar la subversión de izquierda, limpió de bolches las filas peronistas, devolviendo al movimiento toda su pureza antimarxista original. No es anecdótica la reciente- agresión sufrida por las madres de la plaza de Mayo a manos de militantes peronistas de la CGT o la estimación de los informes políticos de las fuerzas armadas de que un Gobierno peronista será más comprensivoque uno radical con los excesos de la represión. Los mismos informes que, analizando las relaciones exteriores, pronostican un acercamiento a la Alianza Popular de los peronistas y una aproximación al PSOE de los radicales.

El martirologio de la viuda

Mientras los militares fumigaban a sangre y fuego su axila izquierda, los peronistas acumulaban el martirologio de la viuda de Perón (cinco años en un chalé militar) o dé Lorenzo Miguel (preso en su casa), junto a los innegables sufrimientos de tantos peronistas, humildes vejados por la brutalidad de la Junta. La atrocidad militar sumió en un rápido olvido el hecho de que la Triple A (Alianza Anticomunista A rgentina) fue un hijo legítimo del peronismo, que las matanzas y desapariciones se iniciaron bajo Gobiernos peronistas y que la guerra civil argentina fue un subproducto de la batalla interna justicialista.

Antes que Isabelita fuese derrocada, Lorenzo Miguel arrojó contra ella la agresión de sus sindicatos, sellando su destino y dando la última justificación a la intervención militar: por vez primera, precisamente por saberlo débil, el sindicalismo peronista se enfrentaba a su Gobierno. No es de extrañar la renuencia de Isabel a regresar, sabiéndose antaño traicionada por quienes ahora detentan el poder partidario. Isabel sólo aspira a recuperar la fortuna de Perón y a colocar política, económica y administrativamente al entorno que le demostró fidelidad. Pero los que la votaron como presidenta del partido comentaban a los periodistas que, si volvía a Argentina antes de las elecciones, el triunfo sería del candidato radical Alfonsín.

Italo Argentino Lúder, flemático abogado candidato a la presidencia por el peronismo, alcanza su nominación tras arduos esfuerzos por no hacer nada, no decir nada, no comprometerse con nadie. Reputado por el teniente general Lanusse (quien entrega el poder a Cámpora en 1973, inaugurando, el segundo peronismo) como hombre incapaz de tomar una decisión, Lúder fue nominado candidato a la presidencia por quienes aspiran a manejarlo, que son todos. Su triunfo no derrotaba a ninguna facción, excepto a los ultraverticalistas -que querían la designación de la señora y que lamentan que unas paperas tempraneras privaran a Perón de haberles legado un hijo-, pero le impide triunfar por la fuerza de sus propias ideas (vaporosas y evanescentos dentro de la liturgia peronista).

La fórmula presidencial Lúder-Bittel, además, reunía otras ventajas. Lúder es un suizo que aporta la imagen tranquilizadora del perfecto presidenciable y de la moderación, que puede arañarle votos al radicalismo entre las clases medias; hombre mesurado, que controla sus emociones (algunos estiman que carece de ellas), pálido, profesoral, viene a restar. agresividad al aluvión zoológico peronista. Bittel, otro suizo, notario, caudillo del chaco, satisface las exigencias de las provincias y aporta idéntica imagen de respetabilidad democrática y personal.

Lorenzo Miguel volcó el apoyo sindical en favor del binomio a cambio de la primera vicepresidencia ejecutiva del partido, que implica la totalidad del poder si la presidenta es Isabel, quien permanece callada y dolorida en Madrid, rezando mucho y consultando a un psiquiatra. Por lo demás, el tejido pactado por los administradores de la herencia de Perón otorgaba la gobernación de la provicia de Buenos Aires a Antonio Cafiero, ex ministro de Economía, acaudalado y cultivado. Herminio Iglesias le arrebató la candidatura a patadas, y poco menos que a punta de pistola, en el controvertido congreso bonaerense.

La pelea Iglesias-Cafiero será señalada en su día como la prehistoria de la segunda guerra civil peronista. Iglesias, representante del peronismo de "Alpargata, sí; libros, no", tras forzar bravamente su nominación, se ha lanzado a una campaña de talante nacional y formalmente grosera. Ha sembrado con su propaganda las paredes de la capital federal y, pese a los abrazos de los jerifaltes locales, se abstiene de intervenir junto a Lúder o Miguel, quien pasea los dos trajes que ha adquirido por todo el país. En La Plata (capital de Buenos Aires), Iglesias no asistió a su mitin, donde debía hablar junto a Lúder, y éste se encontró al borde de ser evacuado por su servicio de seguridad. La segunda guerra civil peronista apunta ahora hacia una mera lucha interna por el reparto del poder.

Por otra parte, el temor y las dudas suscitadas por las masivas afluencias a los actos electorales de Raúl Alfonsín y la pérdida de la disciplina sindical -la última huelga de transporte en Buenos Aires no fue seguida inicialmente por más del 50% de los chóferes; el resto fue convencido mediante incendio o tiroteo de los autobuses circulantes- han propiciado acelerados cambios en el tono de la propaganda electoral (restándola agresividad), una catarata de agresiones y difamaciones contra los radicales (se les acusa de servir intereses internacionales) y un ensanchamiento de las diferencias entre estoshuérfanos de Perón que siguen hablando de la revolución pendiente. De alguna manera son falangistas nutridos de carne y con suerte histórica.

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