El presidente chileno, general Augusto Pinochet,
anunció en la noche del viernes, en una alocución radiotelevisada a todo el
país, un paquete de mínimas medidas liberalizadoras de su régimen. El punto más
importante de sus promesas consiste en la ampliación del cupo de exiliados que
pueden regresar a Chile. Prosigue entretanto la tensión minera y se han
producido nuevos arrestos de líderes sindicales.
De pie tras
un podio, con cuatro edecanes a su izquierda, el general Pinochet pronunció un
discurso perfectamente definido en dos partes. En la primera, con tonos
apocalípticos y voz exaltada, formuló una ringlera de amenazas contra quienes
quieren perturbar el orden, político.Acogiéndose en dos ocasiones ,"a la
congoja económica" que afecta al mundo, para justificar la ruina del país,
descartó cualquier posible modificación del proceso constitucional aprobado por
referéndum en 1980. Hablando siempre en primera persona y sin mirar jamás a las
cámaras, anunció haber ordenado al ministro del Interior la adopción de medidas
de dureza contra quienes alteren el orden público y contra las autoridades
universitarias que no ejerzan su autoridad en los campus.
Y prometió
todo el rigor de la ley para quienes alteren la libertad de trabajo y la vida
política. "Con el rigor que emana del mandato que la Constitución me
otorga", dijo, "rechazo todo camino que signifique modificar la
proposición que el pueblo aprobó en los históricos comicios de 1980; y este
rechazo comprende a aquellos que quieren desconocer la legitimidad de la
Constitución, acortar los plazos o pretender darle un sentido distinto del que
tienen". En la segunda parte de su discurso, elaborado con las medidas del
palo y la zanahoria, Pinochet, con voz más calmada, anunció que "he
ordenado que se revise inmediatamente el sistema de autorización para el
reingreso de exiliados, de manera que puedan volver a su patria los que se
encuentren en tal situación y así lo soliciten, con excepción de los
activistas, los terroristas y aquellos que han participado directamente en la
campaña contra Chile". El Gobierno de Santiago cifraba ayer optimistamente
en menos de 10.000 el número de exiliados reales.
En el mismo
orden de promesas, Pinochet anunció su propósito de continuar avanzando en el
estudio y promulgación de leyes orgánicas constitucionales, y más concretamente
prometió que será levantado el secreto que pesa hasta ahora sobre el trabajo de
las comisiones legislativas, para que el pueblo pueda conocer el desarrollo de
la discusión de las leyes. Finalmente, anunció el levantamiento de la
obligatoriedad de autorización previa para la edición y distribución de libros.
Libertad
para leer
En la mitad
condescendiente de su discurso ha llamado la atención un pasaje que puede dar
alguna satisfacción a los que le reprochan lo corrupto de su régimen, cuando
afirma que "el Gobierno reitera su decisión de someter a los procesos
judiciales que correspondan a quienes hayan desbordado la ley en el campo
económico".
Se estima
en Santiago que esto es lo máximo que se puede obtener del dictador.
Como
Franco, sabe que carece de retirada. Pinochet o se mantiene en el poder hasta
1999, como promete, o sus propios conmilitones tendrán que organizarle una
prisión de lujo en el país, porque no cabe ni el exilio ni una retirada digna y
tranquila en el propio Chile. Así las cosas, la oposición chilena se prepara
para sufrir un aumento de la represión, dado que las jornadas nacionales de
protesta continuarán indefinidamente.
La huelga
del cobre se está cumpliendo con variado éxito, y al margen de las guerras de
cifras entre el Gobierno y los sindicatos ilegales, !lo cierto es que a los 800
despidos de la mina El Salvador ya hay que sumar otros 1.500 en El Teniente y
La Andina, entre ellos el de Hugo Estivale, segundo de Rodolfo
Seguel en la dirección obrera. Otros dos líderes sindicales, Sergio Troncoso,
de la construcción, y Carlos Opazo, campesino, fueron detenidos ayer. La
explotación cuprifera de Chuquicamata, que anuncia para mañana su huelga de 24
horas, ha sido declarada bajo intervención militar.
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