6/7/06

Una relectura de Gandhi (6-7-2006)

El Mahatma utilizaba la castidad como una palanca para que, domeñando su cuerpo, éste transmitiera mejor sus mensajes, pero dormía con su sobrina nieta de 16 años, ambos desnudos. Puede que fuera un pedófilo (hasta para la India) y muchos santos varones que le habían acompañado durante años le dieron la espalda escandalizados. Y es que el Mahatma (Alma Grande) fue muy contradictorio y difícil de interpretar. Zapatero, en su viaje abortado a la India, ha dicho o escrito banalidades de las suyas sobre la paz (¿la paz a cualquier precio?) y acerca de Gandhi que es algo así como la paloma de Picasso: un símbolo de la mercadotecnia.

Gandhi, abogado de chaqué y pajarita en Sudáfrica se rebeló contra el apartheid, que le violentaba como ni blanco ni negro, y abrió los caminos de su acendrada espiritualidad acogida a todos los dioses y ninguno («La India tiene demasiadas divinidades»). Patrono de la no violencia, su lucha fue algo más sutil: el Satyagraha, que vendría a ser la resistencia pacífica activa. Ante los impuestos ingleses a la sal, Gandhi movilizaba las masas hacia el mar para recogerla, dejando atrás motines y muertos por la represión británica. Su vida fue, paradójicamente, violenta, y un extremista indio le mató a tiros. Winston Churchill, poco dado a naderías, le metió años en la cárcel alarmado por sus contactos con el nazi-fascismo para independizar la India. Su cruz fue la partición del país en dos comunidades, hinduista y musulmana, que se degollaron mutuamente y aún se odian bajo paraguas atómicos.

Me temo que el presidente tiene de Gandhi una idea de tebeo, de santo inocente, de Bambi, el animalito más tierno del bosque, y no es así. Salvando las distancias históricas y culturales, Gandhi habría encabezado una marcha sobre el País Vasco para hilar con su rueca en el Abra de Bilbao. El Mahatma no aceptó la partición de la India y le fue la vida en el envite. Y contra toda violencia movilizó la temible resistencia activa que hoy se combate o se ridiculiza en España cuando se dirige contra ETA. Sin la singularidad del Satyagraha, no se entiende ni la política de Nerhu, ni la de su hija Indira Gandhi (en honor del maestro), asesinada por sus guardaespaldas.

La paz no se consigue bajo bandera blanca ni entregándose para que nos coman los caníbales; la paz es un acto belicoso contra los intolerantes y no pasa ni por los cementerios de las víctimas ni por los GAL del socialismo. Que Zapatero relea a Gandhi y encontrará el auténtico sentido de la resistencia activa.

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