13/7/06

El socialismo instaura la autocensura (13-7-2006)

Lo que más atemoriza no es lo que el Gobierno quiere hacer sino todo lo que quiere ocultar. No se puede jugar al ajedrez con la pretensión de hacer tablas a menos que se esté engendrando un gatuperio por debajo de la mesa. Nos dan una persistente, otra, lluvia fina, consigna de discreción, de ocultismo y opacidad sobre el teatro de ETA en el que quieren que los ciudadanos seamos convidados de piedra. Los portavoces gubernamentales apelan a la responsabilidad de los medios de información, diluyendo el viejo axioma de publicar todas las noticias que merezcan serlo.

En la relectura de la II República, como fuente de libertades, en la que andan también azacaneados los socialistas y sus compañeros de viaje, que no se les olvide rememorar la devastación de la Prensa por parte de don Niceto (el botas) y don Manuel (el verrugas). Los satiristas de entonces dibujaban a Azaña diciéndole a un quiosquero: «Deme por aquí» (un semanario republicano) pero señalándose el culo. No es nuestro caso pero Zapatero acaricia las delicias de la autocensura inducida.

La autocensura sirvió más al Fraga del franquismo que la censura militar previa. Fueron los directores de los medios los que enarbolaron el lápiz rojo para no poner sus empresas al tablero, y los hubo que prohibieron dar noticia de un suicidio, que estaba religiosamente mal visto, o emplear la palabra botín refiriéndose a un atraco para no molestar a los dueños de Banco de Santander, del mismo apellido. En España la mayor libertad de cuerpo e información la tiene el diario etarra Gara, bien conocido por publicar en sus páginas los nombres de los que luego fueron asesinados. Salir en Gara era una escuela premonitoria. En esta zarzuela de conversaciones con ETA, Gara está dando demasiada información como para que le guste al Gobierno, pero éste pide discreción a los medios de comunicación democráticos y el genio de Pepiño Blanco se las arregla para culpar al PP de la infidencia. La negociación más larga con la banda fue la del socialismo en Argel, y los etarras acabaron contándolo todo, con ingenua desesperación de González.

Esos forzados de la mentira como Rubalcaba, Fernández de la Vega, Blanco y Moraleda (collares de perlas para las señoras en vez de rosarios) quieren autocensura para los medios españoles y chocolate con churros para la Prensa abertzale más sanguinaria. No vamos a pedir conversaciones vergonzantes con palco para los periodistas, porque el país no lo resistiría. Pero desde el impudor y la falsedad no se les puede pedir a los informadores que se autocensuren por el bienestar de ZP y las niñas.

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