1/7/06

ZP avanza sobre la neblina (1-7-2006)

Cuando tus adversarios te aplaudan, cambia el discurso. Churchill escribía los suyos y los aprendía de memoria, pero cuando advertía que los laboristas le aplaudían, introducía morcillas ariscas para soliviantarlos. Lo peor del discursito del presidente es que haya placido a Otegi y sus muchachos, cabreando tanto a un conjunto importante de los españoles. Este hombre gusta de complacer a minorías antinacionales. Que, incumpliendo sus promesas, haya comparecido en una saleta de las Cortes en vez de en el Pleno, casi es lo de menos. Su antecesor anunció conversaciones con ETA denominando a la banda como Movimiento de Liberación Nacional Vasco, en un lapsus o tendiendo mano en guante de seda.

En Argentina se alude a los desavisados como turcos en la neblina, por los emigrados siriolibaneses que acabaron despintándose en las nebulosas de los bañaderos de Las Pampas. Nuestro presidente avanza decidido hacia la oscuridad con ese empeño de respetar la decisión de los vascos que no aparece en la legislación actual y sí en la hoja de ruta etarra hacia la paz de nunca volverás. Creíamos que los vascos disfrutaban de una de las autonomías más amplias del mundo y que desde el 78 votaban libremente sus instituciones. No parece así y hay que refundar la democracia para complacerlos.

El presidente insiste en que no pagará precio político por la paz, pero el problema reside en el precio político que está dispuesta a pagar ETA: renuncia a la territorialidad y al derecho de autodeterminación. Zapatero puede ofrecer algo así como que en un nuevo Estatuto, a la catalana, aparezca en el Preámbulo un derecho histórico a la libre decisión de los vascos, superando, porque son otra cosa, a la autodeterminación de los madrileños o los riojanos. Hasta ZP todos éramos connacionales y hoy nos damos con que la Constitución del 78 está obsoleta y que hay que propinar una segunda lectura a la Transición.

El presidente no tiene redaños, ni votos, para cambiar la Constitución permitiendo la secesión, por más rojo y republicano que se presente. Cuando González o Aznar anunciaron diálogo con ETA nadie se soliviantó porque todos estimábamos que no se ponía al tablero la legitimidad del Estado. Y así fueron aquellas conversas. Hoy es legítimo suponer que Zapatero está poniendo el Estado en almoneda. Pidiendo tiempo para llegar a unas próximas elecciones anticipadas y pidiendo a la prensa silencio para que de aquí a septiembre el monje negro, Rubalcaba, informe a los parlamentarios de lo logrado. El presidente no exige nada a ETA y nos condiciona a los ciudadanos de bien. Que Dios le confunda aún más.

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