2/2/07

Un país de novela (2-2-2007)

El desfile de 45.000 peneuvistas por las calles de Bilbao, mansuetos sesentones beneficiados del PNV (el movimiento no tiene afiliados sino funcionarios), tendría un tinte patético de no ser por su carácter insumiso. Si no es correcta la división e independencia de los poderes en España, imagínense lo que sería en una república vasca: un Gobierno sin otro control que el del soviet etarra. Si no fuera por la confusión en que vivimos cabría darles la razón a los guardaespaldas judiciales del lehendakari, pero el Tribunal Superior del País Vasco no puede imitar a los tres monitos y ni ver, ni oír, ni hablar de reuniones oficiales de Ibarretxe con la cúpula de Batasuna, inscrita como organización terrorista en Europa y América.

El presidente vasco ha ido a declarar bastante chulo porque le arropa la hipocresía del Gobierno español. Si Ibarretxe se hubiera reunido con los funebreros en un caserío privado no habría habido reacción judicial, aunque hubiera trascendido la cita. Lo que ha encendido la bombilla roja es el palacio de Ajuria Enea y la prosopopeya y protocolo. Pero por lo demás, Otegi tiene la agenda más completa que la de un ministro. Sin embargo, sería insólito que Zapatero recibiera en La Moncloa al secuestrador con pendiente. Grave hipocresía porque el presidente está negociando hasta con el demonio en este proceso de paz con muertos.

Las decisiones judiciales se acatan, pero se alaban o critican, contra lo que supone la vicepresidenta, Fernández de la Vega, a la que se le nota demasiado que llegó a jueza por carreteras secundarias. Sería legal pero escandalosamente injusto (además de un disparate político) condenar a Ibarretxe por lo que están haciendo otros en esta novela de intriga. Eguiguren, preboste del socialismo vasco lleva décadas dándose el pico con ETA, y el hipócrita Patxi López (hijo indigno de un buen socialista como fue Lalo López Albizu) mientras tanto se frota los lomos con los etarras cada vez que se lo manda el Presi. En el País Vasco o contactas o te contactan. La ausencia de información y sinceridad, las palabras melífluas y de doble sentido que emanan del Gobierno hacen posible cualquier novelería.

¿Y qué decir de Carod Rovira, hoy vicepresidente de la Generalitat y subministro de Asuntos Exteriores, cuando se entrevistó directamente con Josu Ternera para pactar una tregua localizada para Cataluña? El Tribunal Superior de Cataluña no lo citó ni para bailar una sardana, y eso que se trataba de un presunto delito de alta traición.

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