El picado del presidente Raúl Alfonsín sobre la cúpula de la
Confederación General de Trabajadores (CGT), el partido comunista y sus aliados
trotskistas ha levantado un sarpullido de ronchas entre la izquierda. Saúl
Ubaldini, secretario de la CGT, citó para hoy a los delegados gremiales de la
capital federal y el Gran Buenos Aires para impartir instrucciones antes de la
huelga general del viernes y dictarles un discurso de réplica a la bronca
presidencial. El Gobierno ha ratificado su intención de no declarar ilegal esta
enésima huelga de 24 horas.
Pero el debate
político deja de lado la querella Gobierno-CGT (o, si se prefiere, el
continuado enfrentamiento Raúl Alfonsín-Saúl Ubaldini) para centrarse en el aún
misterioso ataque presidencial contra la izquierda clásica. Las reacciones de
los partidos han sido dispares: la Unión Cívica Radical ha cerrado filas en
torno a su líder, la derecha economicista -Álvaro Alsogaray y su Unión de
Centro Democrático, próxima a las tesis de Manuel Fraga- ha guardado un
interesado silencio, y la izquierda (Partido Comunista de Argentina, Movimiento
al Socialismo, Partido Intransigente) ha acusado a Alfonsín, con todas las
palabras, de "macartista".El peronismo, débil y divididamente, ha
reaccionado desde la satisfacción del caudillo fascista bonaerense Herminio
Iglesias -"Alfonsín ha encontrado al fin una línea nacional"- hasta
el reproche de la izquierda partidaria, que aduce que el presidente de la
República no puede vapulear a la clase obrera y a la izquierda política sin
haber caído en algún tipo de paranoia.
Alfonsín no ha
atacado jamás a la clase obrera, sino a la dirección sindical, elegida por
cooptación, burocrática y ultraconservadora. Y sus embates contra ella el pasado
viernes no tienen otra lectura que la de reafirmar que el plan austral
antiinflacionario no tiene marcha atrás. La doble lectura debe buscarse en el
súbito enfrentamiento de Alfonsín con su izquierda.
El PCA,
fuertemente leal a la Embajada soviética en Buenos Aires, evitó la colaboración
con los peronistas cuando éstos controlaban la mayoría electoral y, en un
alarde de lucidez histórica, sumaron sus esfuerzos a los del justicialismo
cuando éste resultó derrotado por los radicales en las elecciones de octubre de
1983.
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