Argentina celebra este
domingo elecciones presidenciales entre un candidato muerto, el ex
Presidente Ernesto Kirchner, y una
oposición abanderada por el periódico “Clarín”, el de mayor difusión en lengua
española. El triunfo adelantado pertenece al incombustible partido peronista y
a la viuda de la Casa Rosada, Cristina Fernández de Kirchner. Cuando Argentina
metió el dinero de los particulares en un “corralito” y dimitió un dubitativo
Presidente radical, Fernando de la Rúa, con
muertos en las calles, un peronista como Ernesto Kirchner, gobernador de la
patagónica Santa Cruz, narigudo, de ojo revirado, por mal nombre “el pingüino”,
se alzó con la Republica con solo un 29% de los votos. Con la mujer Cristina
Fernández, también abogada, formaban un sólido equipo para trepar el poder.
Montoneros de base en la provincia de Buenos Aires, no sufrieron ninguna
represión pero huyeron al sur austral
donde hicieron fortuna cobrando deudas. Cumplido un mandato y con
demasiada corrupción a sus espaldas, Kirchner dio paso a Cristina, y el domingo
esta debía ceder el bastón de mando al marido, con el inconveniente que este
falleció hace pocos meses de muerte súbita. Todo muy peronista; muy general
Perón, “el macho”, Eva Duarte, la Evita de los descamisados que nunca tuvo
cargo alguno. Los argentinos son necrófilos y en Buenos Aires CF el metro
cuadrado más caro da al exclusivo cementerio de La Recoleta y a los mausoleos
con ascensor e hilo musical donde descansan los próceres y, de prestado, Evita.
Perón y Gardel están en el céntrico y popular “La chacharita”: al general le
robaron las manos; al cantorle dejan cigarrillos prendidos entre los dedos de
su estatua. Cristina llora en los mítines, le invoca, “el”, el muerto, nos guía
y protege. La gigantesca corrupción gubernamental se publica en los medios y
apenas suscita enojo porque se la considera como parte del paisaje. La Unión
Cívica Radical (krausistas), tradicional dique del peronismo se ha
multidividido en fracciones encontradas
hasta el punto de producir un milagro: la resurrección del socialismo. Entre
Perón y las dictaduras militares, anarquistas, socialistas y comunistas
quedaron como referentes bibliográficos. Por primera vez que se tenga noticia
el socialista Hermes Binner, ganó la gobernación de Santa Fé (mucha población
española) y con el Frente Amplio Progresista se presenta ante Cristina sin la
menor posibilidad siquiera de forzarla a una segunda vuelta. Lleva de
Vicepresidenta a Norma Morandini, que fuera corresponsal de la revista española
“Cambio 16”. Pero ni siquiera con este brote verde socialista puede hablarse en
Argentina de oposición. Es el grupo “Clarín” a quien corresponde tal honor, con
su propietaria Ernestina Herrera de Noble y su CEO Hector Magneto, enmudecido
por dos cánceres de garganta, quienes libran la batalla de la derecha urbana,
asistidos por “La Nación”, otro gran periódico en español, representante de los
intereses de la oligarquía agrícola-ganadera. Los Kirchner han entorpecido los
negocios de “Clarín” en papel prensa, en radio, en televisión por cable,
llegando al absurdo de rodear de madrugada el edificio, desembarcar desde
autobuses decenas de inspectores fiscales para confiscar la informática de las
oficinas, a las órdenes de un juez federal. El peronismo propaló que los dos
hijos paraguayos adoptados por Ernestina eran bebes robados por la dictadura
militar, lo que desmintieron las pruebas de ADN. El peso internacional del
periódico ha impedido que lo clausuren o lo quemen como en los buenos tiempos
del general. Los “K” tapan su inmoralidad económica con memoria histórica,
abriendo juicios olvidados contra militares represores, la mayoría en demencia
senil, y se incardinan en el nuevo socialismo bolivariano que no se sabe lo que
es. En Iberoamérica los indicadores económicos tienen más que ver con el
realismo fantástico que con la estadística, y así el país da un 10% de paro
oficial, aunque son legión los subocupados, e incalculables los recogedores de
cartones que están fuera de los computos. Al menos se mantiene desde hace años
el dólar USA a 4,25 pesos, y el euro a 3,8, la inflación está sujeta y la deuda
externa bien negociada. No sufren las arritmias de la crisis financiera
internacional y han cerrado el restaurante de los bajos de mi casa porteña para
abrir “Tiffany and Co.” y poder desayunar con diamantes. Se repite la fórmula
inextinguible de Juan Domingo Perón: “Poner los intermitentes a la izquierda y
adelantar rápido por la derecha”.
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