El presidente de Argentina,
Raúl Alfonsín, denunció en un dramático mensaje, radiotelevisado a todo el país
durante la noche del domingo (madrugada en España), la existencia de
conspiraciones civiles para arrastrar nuevamente a las fuerzas armadas a un
golpe de Estado. Las palabras de Alfonsín sirvieron de prólogo a la apertura, a
las 15.30 de ayer, hora porteña (20.30, hora peninsular), de la vista oral y
pública contra los nueve triunviros de las tres primeras juntas militares. La
capital argentina vive en tensión.
La propia clase política
quedó sorprendida ante el tono y el contenido de la intervención
radiotelevisiva de Alfonsín. Se esperaba un mensaje que relajara los ánimos en
la víspera de la vista oral de los juicios a aquella cúpula militar, pero para
nada la patética catilinaria con que el doctor Alfonsín dejó anonadada a la
población.Por primera vez en sus alocuciones a la nación, el presidente
Alfonsín colocó a sus espaldas un cuadro: un gran lienzo del general Belgrano,
brillante, pero amargado, derrotado e incomprendido caudillo independentista.
Crispado, agresivo, violento, comenzó diciendo: "Se han producido algunos
episodios bochornosos en Argentina ( ... ). En nombre de una responsabilidad insoslayable
que 'hemos asumido con humildad pero con firmeza inalterable, denuncio al
pueblo argentino la actividad disolvente de quienes pronostican el caos y la
anarquía, presagian estallidos sociales, auguran aislamientos internacionales
y, en definitiva, se convierten en pregoneros de la disgregación
nacional".
"Los más
insensatos", prosiguió, "se han atrevido a tentar a oficiales
superiores de las fuerzas armadas con diversas propuestas, que van desde
presuntos Gabinetes de coalición hasta la posibilidad de golpe de Estado. Esta
actividad no puede ser atribuida al resentimiento o a la perversidad
exclusivamente; tiene que haber, debe haber, además, extravío mental".
Tras asegurar que la
situación estaba controlada por el Gobierno, Alfonsín afirmó: "Ustedes
saben, sin duda, que existen tensiones originadas o agudizadas por el proceso a
las juntas militares. Se va a iniciar una etapa nueva de un juicio sin
antecedentes en el mundo, de tal importancia que, de acuerdo con mi opinión,
terminará con 50 años de frustración democrática y decadencia nacional".
"El juicio se puede
llevar a cabo" siguió diciendo Alfonsín, "porque hay una decisión de
la civilidad, pero también porque hay una decisión de los hombres de armas. No
todos lo entienden, no todos lo comprenden, hay incluso quienes lo consideran
injusto, pero aun apretando los dientes desean someterse a las normas, a los
principios y los métodos del Estado de derecho".
"Aquí, continuó el
presidente, no ha habido una derrota militar que imponga los criterios del
vencedor, tampoco ha existido una sociedad civil virtuosa frente a una sociedad
militar victimaria. Todos hemos sido culpables de una u otra forma. El ejemplo
más importante frente a civiles que deberían defender la democracia y la
traicionan, lo dan hombres de armas que conocen que el prestigio de las
instituciones armadas está vinculado a la vigencia de las instituciones de la
Constitución...". Alfonsín, ya en tono patético, pasó revista a las
dificultades crecientes de los países del Cono Sur latinoamericano, aludió a la
situación argentina como dramática y convocó a la ciudadanía a manifestarse el
próximo viernes en la plaza de Mayo en apoyo de las libertades públicas.
Puede escribirse que el país
quedó acongojado. No existen precedentes de un presidente argentino
dirigiéndose a su nación en tales términos, y es opinión extendida que Raúl
Alfonsín podría encontrarse en los límites de su resistencia institucional y
personal. Las crípticas alusiones al golpismo civil no son tales para los
argentinos.
Desde hace dos meses se ha
ido aglutinando un frente político involucionista en el que se han dado cita el
teniente general Juan Carlos Onganía, ex presidente de facto; el también ex presidente Arturo
Frondizi; Álvaro Alsogaray, líder de Unión de Centro Democrático (un solo
escaño, el suyo) y socio político argentino de Fraga Iribarne; Rogelio
Frigerio, jefe de los desarrollistas, y Herminio Iglesias, líder del peronismo
fascista.
Debilitar al Gobierno
La actividad de este frente
ha consistido en la propalación de rumores alarmistas, justificación del
terrorismo de Estado militar, elogios a Galtieri por la invasión de las
Malvinas y en apelaciones al des contento social por la crisis económica. Su
intención inmediata sería debilitar al Gobierno de cara al juicio oral contra
las juntas militares, y su objetivo último residiría en la renuncia de Alfonsín
en favor de su vicepresidente Víctor Martínez, ultraconservador, manejable, sin
fuerza política propia y favorito de la Embajada estadounidense en Buenos Aires.
No existe en Argentina
espacio económico, político, histórico, psicológico para una nueva asonada y es
impensable -desaparecidos, destrucción de la economía, guerra de las Malvinas-
la entronización de otro uniformado, aunque fuera sobrio, en la Casa Rosada;
sólo resta el golpe
institucional que pasa por
la renuncia o desaparición de Raúl Alfonsín. De ahí el alarmismo provocado por
el dramatismo del mensaje presidencial, probablemente precipitado y decidido en
un momento de soledad, irritación y amargura personal.
Para la una de la madrugada
de hoy, hora peninsular española, después del comienzo, a las 15.30 (20.30 hora
peninsular) en el Palacio de Tribunales de la vista oral contra las juntas,
estaba convocada la manifestación de las Juventudes Peronistas y organizaciones
de derechos humanos en apoyo de los procesamientos; una manifestación no
deseada por el Gobierno, que procura la suya propia, interpartidaria, del
viernes.
Y aquí emerge un nuevo
temor: que Alfonsín, si encuentra un millón de argentinos colmando la plaza, se peronice y utilice por primera vez el balcón de la Casa
Rosada para contrarrestar con movilizaciones populares las conspiraciones de
minorías palaciegas. Buenos Aires, en cualquier caso, ha recobrado sus peores
horas de preocupación y de tensión.
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