28/4/85

Alfonsín pidió mas sacrificios al pueblo en la manifestación de apoyo a la democracia (28-4-1985)

Unas 250.000 personas desbordaron en la noche del viernes la plaza de Mayo en respuesta a la convocatoria presidencial contra el golpismo y por las instituciones democráticas. Raúl Alfonsín, desde el balcón de Perón de la Casa Rosada, habló durante una hora anunciando una economía de guerra, más impuestos y más privaciones para el pueblo argentino. Las columnas de la Juventud Peronista, el Partido Intransigente y el Partido Comunista abandonaron la plaza cuando Alfonsín exigió mayores sacrificios a su pueblo.

El éxito de la convocatoria en defensa de la democracia fue completo; la población se encontraba sensibilizada por el discurso radiotelevisado de Alfonsín el pasado domingo, y la Unión Cívica Radical (UCR) no escamoteó medios -incluido el flete de trenes especiales- para llenar la plaza. Desde horas antes del inicio del acto, las ocho de la tarde, la plaza de Mayo comenzó a colmarse con las columnas de los distintos partidos, algunas con banderas de 50 metros de largo, mientras la Casa Rosada y la avenida de Mayo hasta el Congreso eran iluminadas.El Gobierno y personalidades radicales ocuparon el histórico balcón derecho del palacio presidencial, mientras diferentes locutores leían el documento suscrito por 15 partidos políticos -la UCR y el peronismo oficial entre ellos- en apoyo y defensa del sistema democrático. Estruendo de bombos, silbidos, trompetazos, cánticos continuados de "el pueblo unido/ jamás será vencido" y Alfonsín / querido / el pueblo está contigo" retrasaron largamente el discurso del presidente de la República.

"Ya sé", comenzó, "que no habéis venido a apoyar a un Gobierno, sino a defender la democracia". "No han querido golpear a mi Gobierno", continuó; "han querido golpear al pueblo argentino". Tras enumerar los bienes de la legalidad constitucional y la defensa que de ellos ha hecho el Gobierno, Raúl Alfonsín invirtió los términos de su proclama -que estaba siendo interrumpida y vitoreada clamorosamente- para adentrarse en un discurso económico, admonitorio, sincero y amargo, en el que subvirtió los términos en que un político argentino debía dirigirse tradicionalmente a las masas en la plaza de Mayo.

Para no pocos argentinos, algunos de los problemas de fondo que aquejan al país comenzarían a resolverse si en la plaza de Mayo se levantara un gigantesco estacionamiento elevado de automóviles que impidiera la concentración de las personas. La plaza de Mayo, flanqueada por la Casa Rosada y el cabildo, desde cuyos balcones se proclamó la independencia, es el corazón político de Argentina, el primer objetivo de ocupación militar en los golpes de Estado, el lugar de cita de las masas en los momentos de crisis, el escenario de las madres y abuelas para su reclamo, el teatro de Evita y de Perón. Allí acudieron los argentinos a aclamar al teniente general Galtieri cuando se anunció la ocupación de las Malvinas, y allí acudieron dos meses después a chocar contra la guardia de infantería cuando se conoció la rendición ante las tropas británicas.

El día de su asunción presidencial, Raúl Alfonsín huyó de la mítica balconada y se dirigió al pueblo desde el cabildo fronterizo, obligando a los presentes a dar la espalda a la Casa Rosada. Indefectiblemente, rendido ante su magnetismo, Alfonsín ha vuelto al fatidíco balcón, pero desde él ha dejado caer, por primera vez, un mensaje antitriunfalista. Afirmó que el país debe aprestarse a pasar por dificultades extremas y que hay que afrontar en Argentina una economía de guerra, que con fondo o sin fondo -por el obviado y contestado Fondo Monetario Internacional (FMI)- es perentorio dar la batalla contra la inflación.

Alfonsín prometió nuevos y mayores impuestos, haciendo la salvedad de que sería reformado el sistema impositivo argentino, uno de los más regresivos del mundo, procurando que la carga fiscal recaiga sobre los más ricos; aseguró que es inútil esperar en lo que resta de año una mejora de¡ nivel de vida general; advirtió a los funcionarios públicos sobre su prepotencia y absentismo, y anunció privatizaciones de empresas estatales y severas reducciones del gasto público. Este corresponsal tiene conocimiento directo y fehaciente de que los consejos de Felipe González han influido decisivamente en el giro copernicano dado por la política de Raúl Alfonsín.

Banderas arriadas

El presidente fue arrojando baldes de agua fría sobre la plaza de Mayo hasta que las Juventudes Peronistas, los intransigentes y los comunistas arriaron sus banderas y a los cánticos de "Ay, ay, ay, / este discurso se lo ha hecho Alsogaray" (líder de la Unión de Centro Democrático, derecha económica, amigo político de Fraga Iribarne y tenido por conspirador golpista) y "Siga, siga, siga, el baile / al compás del tamboril / el pueblo muere de hambre / de la mano de Alfonsín" abandonaron ostensiblemente la plaza.

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