Unas 250.000 personas
desbordaron en la noche del viernes la plaza de Mayo en respuesta a la
convocatoria presidencial contra el golpismo y por las instituciones
democráticas. Raúl Alfonsín, desde el balcón de Perón de la Casa Rosada, habló
durante una hora anunciando una economía de guerra, más impuestos y más
privaciones para el pueblo argentino. Las columnas de la Juventud Peronista, el
Partido Intransigente y el Partido Comunista abandonaron la plaza cuando
Alfonsín exigió mayores sacrificios a su pueblo.
El éxito de la convocatoria
en defensa de la democracia fue completo; la población se encontraba
sensibilizada por el discurso radiotelevisado de Alfonsín el pasado domingo, y
la Unión Cívica Radical (UCR) no escamoteó medios -incluido el flete de trenes
especiales- para llenar la plaza. Desde horas antes del inicio del acto, las
ocho de la tarde, la plaza de Mayo comenzó a colmarse con las columnas de los
distintos partidos, algunas con banderas de 50 metros de largo, mientras la
Casa Rosada y la avenida de Mayo hasta el Congreso eran iluminadas.El Gobierno
y personalidades radicales ocuparon el histórico balcón derecho del palacio
presidencial, mientras diferentes locutores leían el documento suscrito por 15
partidos políticos -la UCR y el peronismo oficial entre ellos- en apoyo y
defensa del sistema democrático. Estruendo de bombos, silbidos, trompetazos,
cánticos continuados de "el pueblo unido/ jamás será vencido" y
Alfonsín / querido / el pueblo está contigo" retrasaron largamente el
discurso del presidente de la República.
"Ya sé", comenzó,
"que no habéis venido a apoyar a un Gobierno, sino a defender la
democracia". "No han querido golpear a mi Gobierno", continuó;
"han querido golpear al pueblo argentino". Tras enumerar los bienes
de la legalidad constitucional y la defensa que de ellos ha hecho el Gobierno,
Raúl Alfonsín invirtió los términos de su proclama -que estaba siendo
interrumpida y vitoreada clamorosamente- para adentrarse en un discurso
económico, admonitorio, sincero y amargo, en el que subvirtió los términos en
que un político argentino debía dirigirse tradicionalmente a las masas en la
plaza de Mayo.
Para no pocos argentinos,
algunos de los problemas de fondo que aquejan al país comenzarían a resolverse
si en la plaza de Mayo se levantara un gigantesco estacionamiento elevado de
automóviles que impidiera la concentración de las personas. La plaza de Mayo,
flanqueada por la Casa Rosada y el cabildo, desde cuyos balcones se proclamó la
independencia, es el corazón político de Argentina, el primer objetivo de
ocupación militar en los golpes de Estado, el lugar de cita de las masas en los
momentos de crisis, el escenario de las madres y abuelas para su reclamo, el
teatro de Evita y de Perón. Allí acudieron los argentinos a aclamar al teniente
general Galtieri cuando se anunció la ocupación de las Malvinas, y allí
acudieron dos meses después a chocar contra la guardia de infantería cuando se
conoció la rendición ante las tropas británicas.
El día de su asunción
presidencial, Raúl Alfonsín huyó de la mítica balconada y se dirigió al
pueblo desde el cabildo fronterizo, obligando a los presentes a dar la espalda
a la Casa Rosada. Indefectiblemente, rendido ante su magnetismo, Alfonsín ha
vuelto al fatidíco balcón, pero desde él ha dejado caer, por primera vez, un
mensaje antitriunfalista. Afirmó que el país debe aprestarse a pasar por
dificultades extremas y que hay que afrontar en Argentina una economía de
guerra, que con fondo o sin fondo -por el obviado y contestado Fondo Monetario
Internacional (FMI)- es perentorio dar la batalla contra la inflación.
Alfonsín prometió nuevos y
mayores impuestos, haciendo la salvedad de que sería reformado el sistema
impositivo argentino, uno de los más regresivos del mundo, procurando que la
carga fiscal recaiga sobre los más ricos; aseguró que es inútil esperar en lo
que resta de año una mejora de¡ nivel de vida general; advirtió a los
funcionarios públicos sobre su prepotencia y absentismo, y anunció
privatizaciones de empresas estatales y severas reducciones del gasto público.
Este corresponsal tiene conocimiento directo y fehaciente de que los consejos
de Felipe González han influido decisivamente en el giro copernicano dado por
la política de Raúl Alfonsín.
Banderas arriadas
El presidente fue arrojando
baldes de agua fría sobre la plaza de Mayo hasta que las Juventudes Peronistas,
los intransigentes y los comunistas arriaron sus banderas y a los cánticos de
"Ay, ay, ay, / este discurso se lo ha hecho Alsogaray" (líder de la
Unión de Centro Democrático, derecha económica, amigo político de Fraga
Iribarne y tenido por conspirador golpista) y "Siga, siga, siga, el baile
/ al compás del tamboril / el pueblo muere de hambre / de la mano de
Alfonsín" abandonaron ostensiblemente la plaza.
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