Los argentinos han recibido
extrañados las imágenes del Rey de España, con barba de varios días, saludando
a este país, que visita oficialmente, junto con la Reina, desde hoy por segunda
vez. Los cuatro canales de la televisión porteña emiten prolongados programas
informativos sobre la transición política española y la peripecia personal de
don Juan Carlos, que, junto con doña Sofía, llegó anoche a Buenos Aires a las
22.40 (hora peninsular española). Nada más llegar al aeropuerto, los Reyes se
trasladaron a un avión presidencia¡. El presidente argentino, Raúl Alfonsín, y
su esposa, María Lorenza Berreneche, recibieron a los Reyes en el llamado
Aeroparque, aeropuerto situado a orillas del río de la Plata, que atraviesa la
capital argentina.
Los Reyes llegan en esta su
segunda visita a la Argentina en un momento álgido para la vida del país:
cuando esta joven democracia prácticamente se encuentra sin aliento, asfixiada
por diversos estrangulamientos económicos y al borde del comienzo del juicio a
las tres primeras juntas militares de la dictadura por privación ilegítima de
la libertad, asesinato, aplicación de tormentos y robo a los ciudadanos.Tras la
visita de los Reyes, el presidente Alfonsín se dirigirá al país en lo que se
espera sea un retrato de la situación real argentina, devastada por una
inflación anual del 800%, condicionada por una deuda exterior de 50.000
millones de dólares y enfangada en una metodología económica basada en el dólar negro y en la especulación financiera.
En declaraciones a The Washington Post, el presidente Alfonsín acaba de
reconocer que los momentos más duros están por llegar y que se avecina un
período de mayor austeridad y pobreza. Tras las elecciones de 1983, que dieron
el triunfo al radicalismo, los asesores de Alfonsín desaconsejaron utilizar el
plus de entusiasmo y confianza popular por la democracia recuperada, y el nuevo
rumbo histórico que significaba la derrota electoral del peronismo, para
enderezar el país mediante una "economía de guerra", en el, temor de
que la población, desmoralizada por los horrores de la dictadura y la pérdida
de la Guerra de las Malvinas, no podía ser inmediatamente recipiendaria de
nuevos sufrimientos.
Ahora la situación ha tocado
fondo y un ministro de Trabajo y otro de Economía han sido devorados en un año
mientras las medidas económicas adoptadas por el Gobierno quedan inmediatamente
canibalizadas y pierden su impulso inicial: reforma financiera, apertura de las
reservas petroleras a la prospección internacional, control fiscal y del
mercado paralelo del dólar.
Sus allegados hablan ya de
cierto y preocupante desfondamiento moral del presidente Alfonsín, enfrentado a
problemas sin solución a corto plazo. Desde las tiendas del involucionismo y la
desestabilización democrática, se afirma abiertamente que Argentina "va
dos capítulos por detrás de Bolivia" en un mismo teleteatro que retrataría
la destrucción del Estado.
Autoinmolación peronista
La autoinmolación del
peronismo -prácticamente la única oposición parlamentaria y, aunque en minoría,
la primera fuerza política organizada del país-, sin jefatura, dividido en dos
congresos, peligrosamente escorado sobre su costado fascista, resta fuerza a la
vida parlamentaria y retrasa la consolidación y la credibilidad de las
instituciones de la democracia: los diputados y senadores ya se han distinguido
por su absentismo parlamentario y se retrasa la aprobación de las leyes por
falta de quorum.
Los Reyes de España arriban,
además, al país en -vísperas del juicio a las tres primeras juntas militares en
el que por primera vez en la historia, tres ex presidentes consecutivos de la
nación comparecerán ante la justicia para responder de sus crímenes. El juicio
por el 23-17 no fue nada ante lo que se avecina en Buenos Aires y en una
situación institucional mucho más delicada que la de España en 1982.
El juicio, ante una corte
civil pero con el fuero militar, se iniciará el 22 de este mes, tres días
después de la marcha de los Reyes; una delicadeza del Gobierno argentino -el
comienzo de la vista estaba previsto para el pasado 15- ante la preocupación de
Madrid de que el proceso coincidiera con la visita real. Los tres o cuatro
meses que durará previsiblemente el juicio sumarán al país en un pantano de
acusaciones políticas, de cuestionamiento de la democracia y -se teme
fundamentalmente- de provocaciones terroristas desde la extrema derecha.
En este contexto, la visita
de los Reyes de España aporta a Argentina, principalmente, una saludable
sensación de normalidad institucional, a más de la solidaridad del pueblo
español, para con la dificil recuperación democrática argentina. Máxime cuando
el reciente viaje oficial del presidente italiano Sandro Pertini quedó
frustrado por su interrupción brusca a causa de la muerte de Chernenko.
Los Reyes, además de cumplir
con los actos protocolarios en Buenos Aires, visitarán la ciudad de Rosario, al
norte de la capital federal, donde vive una fuerte comunidad española y -ya
privadamente- las cataratas del Iguazú, en el triángulo fronterizo de
Argentina, Paraguay y Brasil.
23 españoles desaparecidos
Cabría destacar la audiencia
que los Reyes concederán en Buenos Aires a los familiares de los 23 españoles
desaparecidos bajo la dictadura militar. Será la continuación de las gestiones
que ya hicieron en su viaje de 1978 y tras el cual se logró hasta la aparición
de algunos desaparecidos. Al contrario de otros gobiernos europeos como los de
Suecia, Francia e Italia, el español jamás se interesó por los españoles o
hijos de españoles que desaparecían en los túneles de la locura militar
argentina.
Tras las elecciones
democráticas argentinas de 1983 -gloriosamente-, nuestra embajada en Buenos
Aires presentó recurso de hábeas corpus por los desaparecidos. Antes y después
solo puede contabilizarse la atención y el interés del Palacio de la Zarzuela.
Por lo demás, quedan las anécdotas de que los Reyes traerán a Buenos Aires una
estatua de Carlos III que aliviará el mal sabor de boca que dejó la estatua del
Quijote -traída por la Reina en 1981 con motivo del IV centenario de esta capital-
y que instalada en una de las intersecciones de la gran arteria de la ciudad,
horripila a los viandantes con su hosco modernismo.
Y los porteños paquetos
-elegantes, finos, adinerados- temen con espanto la repetición del robo que en
el viaje de 1978 sufrió doña Sofía: en una de las recepciones, le hurtaron su
capa, y tuvo que recuperarla la policía.
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