En el siglo XVIII, los bucaneros del pabellón negro
eran colgados en lo más alto del palo de mesana allá donde se les encontraran;
hoy pareciera que estamos negociando de Estado a Estado con unos desharrapados
del Cuerno de África, en una situación que relataría mejor Emilio Salgari que
Mari Tere de la Vega y que nos retrotrae a Sandokán, al portugués Yáñez y a los
tigres de la Malasia, y eso que eran piratas buenos. Contra lo que nos dicen
los telefilmes estadounidenses y lo políticamente correcto lo primero que hay
que hacer cuando te secuestran es pagar y sólo luego llamar a la policía.
El rocambolesco caso del Alakrana nos ilustra de cómo
las autoridades son expertas en convertir lo fácil en difícil. Primero se
convence al armador para que pague ofreciéndole compensaciones fiscales bajo
cuerda y, si no, el Estado de sus fondos reservados, que para eso se conocen
como fondos de reptiles. Eso es ilegal pero consuetudinario, y no es la primera
vez que un político de alcurnia, secuestrado por ETA, es liberado con dinero de
los Servicios. En estos asuntos más vale abrazarse al cinismo so pena de
acostarse con la melancolía.
La captura de dos piratas en patera por una de nuestras
fragatas es hazaña de un mal cómic y traerlos a Madrid es una garzonada digna
del que asó la manteca, como si se tratara de acopiar rehenes para un
intercambio. Las peripecias del piratito pasando de juez a juez según su
presunta edad mueven al llanto; sólo nos ha faltado analizarle los cojoncillos
para ver si es menor. Los solapamientos entre Zipi-Moratinos y Zape-Chacón han
hecho pensar a las familias que nunca verían más a sus parientes, y el gabinete
de crisis devino en crisis de gabinete. En este desaguisado el Gobierno ha
llegado a alardear de sus gestiones ante el «primer Ministro» somalí como si en
Mogadiscio hubiera un Estado y Somalia fuera otra cosa que un desierto
parcelado entre señores de la guerra. La última ha sido la exigente admonición
de Zapatero sobre la metáfora de los tres monitos que ni hablan, ni oyen ni
ven. Cerrojazo a los medios de comunicación y hasta a las mujeres de los
atuneros. ¡Qué cómodo gobernar así!
Al final de esta pesadilla chusca será una agencia
inglesa especializada en secuestros extorsivos quien lleve discretamente el
dinero a las riberas somalíes, y tendremos que pagar sus carísimos servicios.
La Infantería de Marina no puede embarcarse en nuestros pesqueros por no
convertirlos en buques de guerra, pero los vamos a poblar de mercenarios sin
experiencia en estas lides. ¿Y si se marean?
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