En la sesión de ayer del juicio por los hechos del 23 de febrero, 44ª
de las celebradas, se realizó la defensa del capitán José Luis Abad y el
teniente Vicente Carricondo, ambos de la Guardia Civil, por el abogado Jaime
Tent. El defensor militar de Abad, general Felicísimo Agudo, dijo que el
Ejército español no es heredero de una democracia liberal y parlamentaria, sino
de aquél que en una gloriosa cruzada derrotó al comunismo internacional, y que
su defendido se había formado al calor de ese Ejército. El coronel Carlos de
Meer defendió después al capitán Francisco Dusmet, que en la noche de los
hechos entró en el Congreso con el comandante Pardo Zancada, al mando de una
columna de la División Acorazada Brunete número 1. Entre otras cosas, justificó
la situación de estado de necesidad en el peligro de un nueve, frente popular.
Día y tarde de perros. Al
menos, Pedro V. García, cronista de Televisión Española, se reincorpora a este
carnaval de contraacusaciones, tras ser zarandeado por la izquierda y la
derecha y reposar una crisis cardiaca. La noticia de la jornada reside por lo
demás en la intervención del abogado Santiago Segura; periodistas largo tiempo
ausentes de Campamento se han reintegrado a esta tribu sólo para escucharle, en
el convencimiento de que de él podía esperarse una barbaridad procesal o
política: pues la noticia es que no; ha hecho su defensa, con todas las aristas
que ha estimado precisas, y nada más. Un hombre proteico y visceral que no
tiene una cana de tonto. Y a más de este antisuceso, la desolación en que a
cualquier espíritu sensible deja sumido el coronel De Meer tras su alegato de
ayer, acaso el más arriscado de los escuchados contra el orden democrático
establecido.Con rumores previos sobre supuestas suspensiones de jornadas vespertinas
abrió el día Jaime Tent, defensor del capitán José Luis Abad. Otra defensatécnica (lo que es de agradecer) pero acaso
obligatoriamente remitida a la vieja historia de la obediencia debida a órdenes
superiores, a la creencia del mandato real, etcétera. Como otros letrados que
le han precedido y otros que le continuarán ha removido la herida que puede dar
resultados: en el Ejército o se obedece o no se obedece, pero no caben términos
medios. Alude también a que nuestra Constitución no matiza el código de la.
Guardia Civil en cuanto a cumplimiento de órdenes (no ya estricto sino taxativo
en este cuerpo), con lo cual termina por hacer un flaco favor a una Benémerita,
ejemplar, pero ya muy castigada en esta causa y con perspectivas inmediatas de
serlo más en un inmediato futuro y en otros juicios. Almería.
Pero sea como fuere son los
propios militares quienes estiman que desde los puntos de vista jurídico y
castrense son los guardias civiles procesados quienes peor lo tienen. En el cuerpo, y de Tejero para abajo,
no hay forma de encontrar en la causa alguien que en verdad obedezca a un mando
natural o que no pudiera tener atisbos mínimos de que, con la excusa real o sin
ella, estaban procediendo a una barbaridad. Se diga lo que se quiera la culpa
reside en ese sentido de la disciplina elaborado para los tiempos en los que no
se había inventado el telégrafo. Solo así puede explicarse que el teniente
coronel Tejero, sin mando sobre nada ni nadie, arrample con una cohorte de
guardias que ahora aducen órdenes superiores.
El codefensor del capitán
Abad, general de brigada Felicísimo Agudo, intervino a continuación recordando
que hay una verdadera mayoría que desea que se haga justicia, por encima de los
ojos puestos sobre este tribunal: ojos revanchistas, rencorosos, que piden
injusticia y una sentencia que incluya un castigo desmesurado. Este general no
se ha enterado de que los ojos puestos sobre el tribunal están
velados antes por el temor que por el revanchismo. Ni de que el patio
campamental ha vuelto a ronronear con rumores de nuevo golpe militar -a raiz de
las sentencias- o con consignas arteras, de remembranza, como Sadat, torpemente echadas al
vuelo con el único y tonto interés de influir en el ánimo de los consejeros.
Por dos veces el presidente
en funciones de este tribunal tuvo que llamarle la atención. Primero al aducir
que se ha perdido la fe en el mando -caballo de batalla de una cierta defensa-,
después al aludir alpacto del capó, pretendido
documento de capitulación que no ha sido respetado. Después que el Ejército
español, a tenor de este prohombre, no es heredero de una democracia liberal y
parlamentaria, sino de aquel que en una cruzada derrotó al comunismo
internacional. Algunos apocados de ánimo estimábamos que el Ejército español
venía de más lejos. El general Agudo nos lo deja en el 36.
El abogado Segura era la vedette. Pues defraudó. Sobrino del Cardenal
Segura, palo de tal astilla, exhuberante, vehemente, antaño oficial de
complemento, con las medallas en la toga, convencido de la máxima de que es
preciso que se hable de uno aunque se hable bien, ha hecho contra todo
pronóstico una defensa honrada carente de fáciles maldades políticas. Lleva
dos: el teniente Carricondo y el capitán Muñecas, "ambos de la Guardia
Civil". El primero lo tiene fácil: a los siete meses de servicio se ve
envuelto en esta historia. El segundo -Muñecas- tiene otros esqueletos en el
armario y será más dificil convencer al tribunal de que este oficial de lo que
llamaríamos estilo inglés se limitó humildemente a ejecutar un
mandado.
Acusaciones de mentiroso
para el general Gabeiras y el detalle que lustra el alegato de Segura Ferns:
que él mismo no cree en la autoría real de las órdenes perdidas dadas el 23 de
febrero, aunque sus defendidos sí las creyeran. "Si aquí hemos sacado a
colación el nombre del Rey, respetándole y queriéndole, ha sido para señalar que
nuestros defendidos actuaron en la creencia -errónea, por cierto- de que la
ocupación del Congreso era deseada por su Majestad..." Después mucho
estado de necesidad y mucha obediencia debida. El cardenal Segura era bestia cargada de fe, el sobrino lleva las alforjas cargadas
de bonhomía.
Continuó el general de
brigada Fernando de Sandoval, defensor militar del capitán Muñecas, ese
presunto suscriptor de Amnesty
International.Más estado de necesidad, ultrajes a la bandera, aspiraciones
independentistas de algunos partidos y, (después de panorama tan dramático,
proposición de que el capitán Muñecas no pretendía subvertir nada ni se rebeló
contra nada. O lo uno o lo otro. Pero con ambas barajas es imposible jugar a
este juego imposible de la verdad. Ataques a Areilza (verdaderamente el capitán
Muñecas tiene algo personal con el conde de Motrico) y más agravios
comparativos por no haber sido procesados los tres capitanes de la Acorazada
que acudieron a tomar RTVE o los doce que salieron a la calle en Valencia al mando
de unidades tácticas.
El coronel De Meer nos dio
el día. Acaba de ascender. Formado en varias disciplinas no es precisamente
lerdo. Fue gobernador de Baleares y casi acaba con el turismo de la zona por su
moralina. La noche de autos era el segundo del Pavía,
acantonado en Aranjuez y que con tanta insistencia se le prometía y esperaba
Tejero en el Congreso. Ibáñez Inglés, el coronel segundo jefe de Estado Mayor
de Milans habla dos veces con él aquella noche. De Meer llega a hacer
sugerencias extrañas, cortadas de raíz por su coronel Teijeiro. Finalmente el
Pavía no sale y se salva Madrid. Pues este jefe que nada sabe de la reunión
golpista presidida por Milans en la calle de general Cabrera nos ha. ilustrado
en la siguiente forma:
Dusmet se suma a la asonada
por honor, lealtad y amor a la patria.
El estado de necesidad era
tal que cabían posibilidades de que Calvo Sotelo no resultara elegido en la
segunda votación y nuevas elecciones dieran el triunfo a un frente popular.
En aquellas tierras -por el
País Vasco- sólo el Ejército y las Fuerzas de Seguridad mantienen el vínculo
con España.
Existen artículos de la
Constitución española que son verdadero ejemplo de nacionalismo disgregador. Y
en concreto el artículo segundo está redactado de tal forma que resulta similar
al artículo 70 de la Constitución soviética (artículos referidos a las
nacionalidades).
Acaso sea así, pero, desde
luego, si la Constitución española es tan liberal en materia de nacionalidades
como la soviética, se ignora por qué se lamentan los legítimos defensores de la
unidad de la patria; si así son las cosas, aquella es indisoluble para siempre
jamás.
El Pavía. Una de las esperanzas de Tejero que no
llegó aquella noche.
De Meer da un ¡Viva a
España! y se levanta la sesión.
Addenda.- Guardias Civiles destinados en el Servicio
Geográfico del Ejército se sienten dolidos, y hasta humillados, por una crónica
de este periódico. Mi padre es hijo de ese Cuerpo. Y ya no reescribo más.
Aguanto mi vela y allá los
demás con la suya. La Guardia Civil puede seguir escuchando las sirenas de una
adulación estúpida o transformarse en el mejor cuerpo de seguridad de este
país.
De este proceso está
saliendo malparada y peor saldrá de los que se avecinan. Pues algunos
periodistas estaremos al quite de una Guardia Civil, tan ingenua, que no se
sabe guardar de sus propios amigos.
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