BIEN A nuestro pesar hemos obtenido una marca
difícilmente igualable: la mayor catástrofe de la aviación mundial se produjo
el domingo en un aeropuerto español. Habrá que esperar el resultado de las
siempre laboriosas y lentas encuestas de las autoridades internacionales de
aviación civil para tener conocimiento de las causas inmediatas de la tragedia.
Pero, desde ahora, pueden establecerse causas remotas o conexas sobre el
desastre de Los Rodeos, más una conclusión final.Un hecho incuestionable es que
los dos aviones siniestrados no tenían por destino Santa Cruz de Tenerife, sino
Las Palmas de Gran Canaria. La colocación o amenaza de ella, de bombas en el
aeropuerto palmeño de Gando obligó a desviar vuelos, como los de los dos Jumbos
colisionados. Estas son acciones terroristas reivindicadas por el MPAIAC
(Movimiento Independentista para la Autodeterminación e Independencia del
Archipiélago Canario), que dirige prácticamente en solitario desde Argel el
curioso abogado canario Antonio Cubillo.
Creemos que hay motivos para temer una reacción
extremadamente fácil y cómoda para la Administración española, sensacionalista
para la prensa extranjera e inútil para el pueblo canario: que Cubillo y su
explícita y reciente declaración de guerra son los culpables inmediatos
del suceso de Los Rodeos.
No hay mejor forma de escamotear la realidad y el
cúmulo de problemas cernidos sobre el archipiélago canario. Una Administración
dejadiza puede sentirse tentada de hablar antes de Cubillo que de las
deficiencias del aeropuerto de Los Rodeos -significativo nombre-, o del
inexplicable retraso en la construcción del aeropuerto tinerfeño del Sur. La
gran prensa internacional puede encontrar sugestivo un personaje tan
insustancial corno Antonio Cubillo. Canarias, al fin, se encontrará sin extraer
ninguna conclusión válida para sus problemas, de las últimas violencias
callejeras padecidas por las islas, del terrorismo incipiente y de esta
catástrofe que de alguna manera tiene conexiones con un estado general de
cosas.
El señor Cubillo carece de otra fuerza que la que le
otorgue la desidia, la ignorancia o la estupidez. Es obvio que no resulta
correcto por partedel Gobierno argelino la cesión de sus frecuencias de
radiodifusión a este movimiento menor y con seguridad manipulado.
Pero cabe una interrogante: ¿Cómo un caballero como
Cubillo, en solitario, ha podido descubrir la radio en el último tercio del
siglo XX? Se nos antoja difícil estimar que un abogado canario pueda lograr con
sus pánicas emisiones argelinas incitar a un pueblo a colocar bombas, sólo con
el dislate radiófonido de un independentismo canario condenado de antemano por
la Historia, la economía, las rutas transoceánicas y la nueva geoestratégica
para devenir en dependencia absoluta de una potencia no española.
Cubillo y su movimiento no son nada. Son bastante, en
cambio, la inoperancia de la Administración de Madrid en relación con el
archipiélago y los intereses internacionales en juego. Una Administración
pacatamente centralista y socialmente miope ha reducido aquellas islas a un
mero paraíso fiscal para extraños. Ni siquiera los medios de comunicación
mínimamente índependientes han admitido el engaño sobre las islas Canarias. El
archipiélago es para los peninsulares el cúmulo de islas afortunadas donde el
whisky es barato y genuino; los automóviles, al alcance de la clase media;
atrayente de todo punto las mercaderías de los indios, y a granel el clima
paradisíaco, ornado por importantes ciudadanas nórdicas.
Lo que el país parece ignorar es que Canarias nos
devuelve de rebote uno de los más altos índices de analfabetismo, el mayor de
natalidad, el mayor de chabolismo, el mayor de mortalidad infantil, el mayor de
ocupación laboral terciaria, el primer lugar en aparcería medioeval y un sinfín
de etcéteras. Ahí se alimentan voces como las de Cubillo.
Añádase a ello la ciclotimia económica de las islas, su
tradicional emigración hacia América y, si se quiere, la destrucción arbitraria
de la cultura guanche.
El archipiélago canario ha devenido tras la lamentable
retrocesión del Sahara español en una piedra fundamental de la estrategia
occidental. Suez no admite los nuevos calados petroleros de 600.000 toneladas,
obligados a seguir la ruta de El Cabo yrecalar camino de Europa en las
Canarias. Las Azores estuvieron inseguras en el planing de la defensa occidental. Se
ignora el destino próximo del régimen marroquí. ¿Qué más puede pedirse a un
estratégico archipiélago euroafricano para ser requerido por potencias
superiores a la de su propia nacionalidad?
Las Canarias, en suma, atraviesan desde hace tiempo una
situación más que difícil. Madrid estimaba que sus problemas sólo radicaban en la
infraestructura turística, lo cual fue una falsa apreciacion que, de otra
parte, condenaba a sus habitantes a la noble, pero no única, condición de
camareros y albañiles. Madrid sigue subestimando el valor añadido que ostentan
militarmente las islas, y se multiplican las maniobras internacionales. Madrid,
lamentablemente, ignora el desencanto de los isleños. ¿Qué hacer?: lo primero,
informar. Lo último, lo auténticamente indeseable, es que los anglosajones
ubiquen geográficamente el archipiélago por medio de la mayor catástrofe aérea
de la historia. Triste y sórdido arranque del entendimiento de los problemas
canarios.
CODA
En la noche del domingo al lunes, Radiotelevisión
Española hizo gala, una vez más, de su inteligencia informativa. En su día más
capaz -un domingo sin prensa escrita-, sus directivos tuvieron por saludable
acostar a los españoles entre la duda y el terror. Los profesionales de ambos
medios -Radio Nacional de España y Televisión Española- se mordieron las uñas
silenciando los primeros y fiables teletipos que cantaban con algunos detalles
la mayor catástrofe aérea de la Historia. Mientras tanto, las televisiones y
radios de todo Occidente divulgaban lo que RTVE tuvo por indigesto para sus
escuchas. Si alguna vez, y con razón, se dijo que la radio daba las noticias,
la televisión ofrecía las imágenes de esas noticias y que la prensa escrita
explicaba los hechos, que se cambie, por favor, la enumeración de
responsabilidades. Aún en este país la prensa escrita cuenta las cosas y la
Radiotelevisión oficial arrastra después con lo que puede.
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