29/3/77

Los Rodeos (29-3-1977)


BIEN A nuestro pesar hemos obtenido una marca difícilmente igualable: la mayor catástrofe de la aviación mundial se produjo el domingo en un aeropuerto español. Habrá que esperar el resultado de las siempre laboriosas y lentas encuestas de las autoridades internacionales de aviación civil para tener conocimiento de las causas inmediatas de la tragedia. Pero, desde ahora, pueden establecerse causas remotas o conexas sobre el desastre de Los Rodeos, más una conclusión final.Un hecho incuestionable es que los dos aviones siniestrados no tenían por destino Santa Cruz de Tenerife, sino Las Palmas de Gran Canaria. La colocación o amenaza de ella, de bombas en el aeropuerto palmeño de Gando obligó a desviar vuelos, como los de los dos Jumbos colisionados. Estas son acciones terroristas reivindicadas por el MPAIAC (Movimiento Independentista para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario), que dirige prácticamente en solitario desde Argel el curioso abogado canario Antonio Cubillo.

Creemos que hay motivos para temer una reacción extremadamente fácil y cómoda para la Administración española, sensacionalista para la prensa extranjera e inútil para el pueblo canario: que Cubillo y su explícita y reciente declaración de guerra son los culpables inmediatos del suceso de Los Rodeos.

No hay mejor forma de escamotear la realidad y el cúmulo de problemas cernidos sobre el archipiélago canario. Una Administración dejadiza puede sentirse tentada de hablar antes de Cubillo que de las deficiencias del aeropuerto de Los Rodeos -significativo nombre-, o del inexplicable retraso en la construcción del aeropuerto tinerfeño del Sur. La gran prensa internacional puede encontrar sugestivo un personaje tan insustancial corno Antonio Cubillo. Canarias, al fin, se encontrará sin extraer ninguna conclusión válida para sus problemas, de las últimas violencias callejeras padecidas por las islas, del terrorismo incipiente y de esta catástrofe que de alguna manera tiene conexiones con un estado general de cosas.

El señor Cubillo carece de otra fuerza que la que le otorgue la desidia, la ignorancia o la estupidez. Es obvio que no resulta correcto por partedel Gobierno argelino la cesión de sus frecuencias de radiodifusión a este movimiento menor y con seguridad manipulado.


Pero cabe una interrogante: ¿Cómo un caballero como Cubillo, en solitario, ha podido descubrir la radio en el último tercio del siglo XX? Se nos antoja difícil estimar que un abogado canario pueda lograr con sus pánicas emisiones argelinas incitar a un pueblo a colocar bombas, sólo con el dislate radiófonido de un independentismo canario condenado de antemano por la Historia, la economía, las rutas transoceánicas y la nueva geoestratégica para devenir en dependencia absoluta de una potencia no española.

Cubillo y su movimiento no son nada. Son bastante, en cambio, la inoperancia de la Administración de Madrid en relación con el archipiélago y los intereses internacionales en juego. Una Administración pacatamente centralista y socialmente miope ha reducido aquellas islas a un mero paraíso fiscal para extraños. Ni siquiera los medios de comunicación mínimamente índependientes han admitido el engaño sobre las islas Canarias. El archipiélago es para los peninsulares el cúmulo de islas afortunadas donde el whisky es barato y genuino; los automóviles, al alcance de la clase media; atrayente de todo punto las mercaderías de los indios, y a granel el clima paradisíaco, ornado por importantes ciudadanas nórdicas.

Lo que el país parece ignorar es que Canarias nos devuelve de rebote uno de los más altos índices de analfabetismo, el mayor de natalidad, el mayor de chabolismo, el mayor de mortalidad infantil, el mayor de ocupación laboral terciaria, el primer lugar en aparcería medioeval y un sinfín de etcéteras. Ahí se alimentan voces como las de Cubillo.

Añádase a ello la ciclotimia económica de las islas, su tradicional emigración hacia América y, si se quiere, la destrucción arbitraria de la cultura guanche.

El archipiélago canario ha devenido tras la lamentable retrocesión del Sahara español en una piedra fundamental de la estrategia occidental. Suez no admite los nuevos calados petroleros de 600.000 toneladas, obligados a seguir la ruta de El Cabo yrecalar camino de Europa en las Canarias. Las Azores estuvieron inseguras en el planing de la defensa occidental. Se ignora el destino próximo del régimen marroquí. ¿Qué más puede pedirse a un estratégico archipiélago euroafricano para ser requerido por potencias superiores a la de su propia nacionalidad?

Las Canarias, en suma, atraviesan desde hace tiempo una situación más que difícil. Madrid estimaba que sus problemas sólo radicaban en la infraestructura turística, lo cual fue una falsa apreciacion que, de otra parte, condenaba a sus habitantes a la noble, pero no única, condición de camareros y albañiles. Madrid sigue subestimando el valor añadido que ostentan militarmente las islas, y se multiplican las maniobras internacionales. Madrid, lamentablemente, ignora el desencanto de los isleños. ¿Qué hacer?: lo primero, informar. Lo último, lo auténticamente indeseable, es que los anglosajones ubiquen geográficamente el archipiélago por medio de la mayor catástrofe aérea de la historia. Triste y sórdido arranque del entendimiento de los problemas canarios.

CODA

En la noche del domingo al lunes, Radiotelevisión Española hizo gala, una vez más, de su inteligencia informativa. En su día más capaz -un domingo sin prensa escrita-, sus directivos tuvieron por saludable acostar a los españoles entre la duda y el terror. Los profesionales de ambos medios -Radio Nacional de España y Televisión Española- se mordieron las uñas silenciando los primeros y fiables teletipos que cantaban con algunos detalles la mayor catástrofe aérea de la Historia. Mientras tanto, las televisiones y radios de todo Occidente divulgaban lo que RTVE tuvo por indigesto para sus escuchas. Si alguna vez, y con razón, se dijo que la radio daba las noticias, la televisión ofrecía las imágenes de esas noticias y que la prensa escrita explicaba los hechos, que se cambie, por favor, la enumeración de responsabilidades. Aún en este país la prensa escrita cuenta las cosas y la Radiotelevisión oficial arrastra después con lo que puede.

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