6/5/84

'Stroesslandia', un Estado ficticio (6-5-1984)

El general Alfredo Stroessner basa ideológicamente su régimen desde hace 30 años en un anticomunismo militante congelado en la peor guerra fría de los años cincuenta. El pasado viernes, el decano de los dictadortes de todo el mundo cumplió tres decenios de poderío absoluto sobre una gran finca llamada Paraguay. En América Latina sólo le ha superado hasta ahora el mexicano Porfirio Díaz, que le mantuvo en el Gobierno durante 31 años.

El pasado 23 de enero, el ministro del Interior paraguayo, Sabino Montanaro, pronunció un discurso en la localidad de Ayola en el que afirmó: "ABC Color, caverna tenebrosa en la que pululan bolcheviques, anarquistas, sodomitas y apóstatas, en la que se inspiran blasfemos y perjuros de la Constitución nacional y de las leyes de la República. Es el mismo diario que no, ve la hora de coronar sus primeras páginas con fotografías de manifestaciones callejeras, de huelgas de transportes, y crímenes políticos. Y por si, alguien no me entendió, lo diré más claro: su director, Aldo Zuccolillo, es un puto".

El 22 de marzo, el ministro de verbo elegante, tras detener por ocho días a Zuccolillo (52 años, casado y con tres hijas, hermano del embajador de Stroessner en Londres, conservador y anticomunista), resolvía la suspensión por tiempo indeterminado de ABC Color por "predicar el odio entre los paraguayos".

Terminaban así los 17 años de vida del mejor diario del país que llegó a alcanzar 97.000 ejemplares de tirada sobre una población de menos de cuatro millones de habitantes. Terminaba también un remedo de la prensa democrática española en las postrimertas del franquismo. El general Stroessner no parece albergar ninguna intención de dificultar su régimen para llegar, tras su muerte, a una transición democrática pactada.

El estado de sitio rige desde hace 30 años en Asunción. Probablemente jamás en la historia una ciudad ha vivido tan prolongado período de tiempo sometida a la ley marcial. Pero si en algo ha sido maestro Stroessner, a más de en su capacidad para corromper, ha sido en el arte de lograr que no se hable ni se escriba de su país. Por otra parte, el dictador más antiguo del mundo no es un hombre vanal, y no reprime más allá de lo necesario para preservar su poder: no hay toque de queda y la anarquía en el cumplimiento de las leyes impera por doquier. Si se acata sumisamente la autoridad de Stroessner, en Paraguay se puede hacer lo que se quiera.

No obstante, la mano del anciano general rubio es de hierro. Devuelve sin contemplaciones en las fronteras a los líderes de la oposición que intentan regresar a su patria, e incluso a senadores estadounidenses que pretenden investigar la situación del país. El estado de sitio sólo es vigente en la capital, pero quien es detenido por razones políticas en cualquier departamento resulta oficialmente "aprehendido en tal sitio y detenido en Asunción". No hay más ley, en suma, que lo que en Asunción se entiende por "orden superior", alfa y omega de los códigos de Justicia.

El sargento, de caballería Escolástico Ovando, fue condenado a muerte en 1962 por su supuesta participación en un extraño compló para derrocar a Stroessner. Conmutada su pena por la de 15 años de prisión, la cumplió en diciembre de 1977; continúa en la cárcel, desde hace 21 años, por aplicación del estado de sitio.

En marzo de 1980, 20 campesinos del alto Paraná, expulsados de sus tierras y hambreados, detuvieron un autobús y exigieron les llevaran a Asunción para exponer sus problemas. 5.000 soldados cercaron el departamento de Caaguazú, impidieron el acceso a la Prensa e informaron de la muerte de 10 de los secuestradores y de 300 detenciones en la zona. "En Paraguay", te comentan, 'lo que hay que hacer es pedirle favores a« Stroessner -le encantan-, pero si te quejas, es capaz de matar los mosquitos a cañonazos".

Curar la drogadicción

Los planes de Stroessner sobre su propia sucesión son una incógnita entre dos posibilidades ciertas: la creación de una dinastía o la institucionalización de las Fuerzas Armadas como detentadoras del poder. Stroessner tiene dos hijos varones y una hija. El hijo mayor, Gustavo, es mayor de la Fuerza Aérea, y su arma le obligó a casarse para diluir los rumores y las bromas sobre su homosexualidad.

Alfredo, el segundo hijo, está casado con una hija del general Rodríguez, jefe del Primer Cuerpo del Ejército paraguayo y hombre fuerte en la sombra del país. López Ibor ha intentado sin éxito curar su drogadicción. La hija casó en primeras nupcias con un libanés que ahora es el rey del juego en Paraguay y en segundas con el ingeniero español González Llamas, de Entrecanales y Tavora, quien de profesional cualificado en la emigración pasó meteóricamente a presidir bancos y financieras.

Todavía en el aeropuerto de Asunción pueden verse en una de las salas los retratos de Stroessner y su hijo Gustavo. Pero parece que la idea dinástica ha perdido fuerza entre quienes controlan esta finca: el heredero no es el más idóneo, y todo recordaría demasiado la saga de los Somoza. Tendría más posibilidades una salida militar presidida por el general Rodríguez o por algún civil del Partido Colorado, hombre de paja de estos generales que ganan . 500 dólares al mes y se construyen milagrosamente en Asunción chalés de 20.000 dólares.

La paz social en el país es real y total; en parte por la expenencia de los campesinos asesinados en Caaguazú o por el ejemplo del sargento Ovando, y en parte por las características de la nación: menos habitantes que Madrid sobre una superficie que se aproxima mucho a la de España, abrazada por las cuencas del Pilcomayo y el Paraná y cruzada por el Paraguay, que fertilizan notablemente la mitad sur del país. En suma: hay pobreza pero no se ha generalizado aún la miseria.

Los problemas de este último tramo de la dictadura paraguaya -en el improbable caso de que la biología y las metástasis se atrevan a ignorar el estado de sitio y las órdenes superiores que imperan en Asunción- residen paradójicamente en el crecimiento económico del país durante los últimos años.
La corrupción, el contrabando, la ley de la selva aplicada a la economía y la construcción de la represa del Itaipú junto a Brasil en el alto Paraná (la mayor empresa hidroeléctrica de la historia) atrajeron ingentes capitales al Paraguay, que entre 1976 y 1982 registró crecimientos económicos de hasta el 10% anual. 15.000 guaraníes llegaron a encontrar trabajo en la presa, doblegando al Paraná.
La arcadia campesina comenzó su inflexión hacia formas de vida urbana y ya en Asunción crecen las vilas-miseria y niños de seis años comienzan "a vender mercaderías de fortuna por las calles. La deserción escolar en los tres primeros grados se cifra en un 45%, según la oposición, y en un 18% según el Gobierno.

Pero lo cierto es que los años de Itaipú se acabaron y que ahora sólo queda esperar la entrada en funcionamiento de las turbinas de una empresa binacional en la que Paraguay prácticamente regaló a Brasil su parte del Paraná. En cualquier caso, los datos estadísticos fiables brillan por su ausencia. Stroesslandia es un Estado ficticio. Las casas de cambio están obligadas a anunciar la compra del dólar a 160 guaraníes, pero de ninguna forma se logrará comprar uno por menos de 360. Por falsearse hasta se altera la temperatura de la capital. Bajo los 30 grados centígrados, que anuncia la radio el viajero transpira como si estuviera en una sauna y se desmaya boqueando la atmósfera húmeda y espesa que expele la bahía fluvial que forman el Pilcomayo y el Paraguay a los pies de Asunción. El viajero se aterra ante sus presuntos problemas cárdiorespiratorios, pero no hay tal. El instituto metereológico tiene órdenes terminantes de rebajar drásticamente las temperaturas extremas para no alarmar al turismo. Stroesslandia.

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