Solía reunirme con el ya fallecido Ramón Rubial,
presidente del PSOE, en compañía de López Albizu, padre del hombre invisible
que es Patxi López, líder del socialismo vasco, mucho por herencia y bastante
por ser un doctorado en naderías y traiciones. Rubial, creo que muy influido
por Alfonso Guerra, no entendía por qué no se vendía El Socialista teniendo el
partido 12 millones de votos. «Don Ramón (le decía), en España no se vende la
Prensa de partido». Me replicaba que un diario de orientación socialista habría
de contar al menos con seis millones de lectores (cifra disparatada para
España) descontando a la parentela de los que habían sufragado PSOE. Le
replicaba que ya tenían El País y que ni con él llegaban a tiradas tan
inverosímiles. Pero él, que fue un demócrata intachable, erraba pidiendo
Pradva. Felipe González templó aquellos ardores por una «Prensa propia»
aduciendo, con razón, que más valía favorecer la creación de un multimedia afín
(Prisa) que crear replicantes socialistas.
El error genético del PSOE de ayer y de ahora no
quedó ahí, sino que impulsaron aquel diario El Sol donde el editor de Anaya se
enfrentó hasta la ruina con el editor de Santillana. Para el PSOE, en cualquier
caso, todo quedó en casa porque la pseudoideología quedó en casa y los gastos
los pagaron otros. Pero las cosas iban más lejos: te citaban para una tenida de
simpatizantes con el puño y la rosa, en el Ministerio del Interior (vaya
paradoja) para hablar de libertades informativas.
La tesis consistía en que los medios de
comunicación privados debían hacer seguidismo de los resultados electorales que
eran expresión de la voluntad popular. Así el propietario de la Voz de Albacete
(por ejemplo) debía apoyar al Gobierno de mayoría absoluta. No era maldad o
prepotencia sino una ignorancia genética, perversa, del papel de los medios de
comunicación en una sociedad democrática. La cita del presidente Jefferson
maleado por los diarios de su época: «Prefiero periódicos sin gobierno a uno
sin periódicos».
Felipe González intervino en cambios de propiedad
de medios de comunicación privados, y Zapatero les quiere ahora poner la horma
con una censura franquista. Como decía Borges de los peronistas, éstos no son
ni malos de buenos: son incorregibles. Ni el presidente de EEUU tiene carriles
para coaccionar a su opinión pública como los que está tendiendo este PSOE.
Estos caballeros distinguen genéticamente entre opinión pública y opinión
publicada, teniendo a esta última por sujeto de los más sucios manoseos. Nunca
han entendido la libertad informativa. Son así.
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