5/1/06

Evo Morales, el ‘cocalero’ (5-1-2006)

En estos días de confusión en los que no te dejan encender un pitillo de tabaco pero puedes fumar legalmente un canuto de cocaína o de hachís (o inyectarte lo que te pete) viene a Madrid el presidente electo boliviano, Evo Morales, con la etiqueta de «cocalero», preso de una pinza entre los que lo denigran como a un narco y los que lo jalean por serlo. Morales cultiva y recoge coca como otros patatas. Es un asunto anterior a Colón. Las alturas andinas han propiciado entre quechuas y aymaras unas cajas torácicas anchas y un glóbulo rojo en forma de gancho que arrastra más oxígeno al riego sanguíneo. Igual que las llamas, tan dulces ellas que acabaron sifilíticas tras la conquista y que cuando se enojan te escupen a la cara un salivazo corrosivo.

Para soportar aquellos rigores los amerindios han masticado siempre hojas de coca mezcladas por algún tipo de bicarbonato, pasando la bola de un carrillo a otro en lo que se llama acullico y obteniendo un plus de energía física. El último lugar al que acudiría un cacocainómano sería a las plantaciones cocaleras bolivianas. En La Paz he tomado mate de coca; y la Reina también, para aliviar el «soroche», el mal de las alturas. Son los colombianos, narcoguerrilleros, paramilitares o narcotraficantes, los que compran por barato la hoja de coca y la transforman en clorhidrato de cocaína para que esnifen o fumen o se inyecten los estadounidenses, los primeros consumidores (Europa es una sucursal) que ya descubrieron la euforia con la Coca-Cola de principios de siglo entre cuyos ingredientes figuraba su nombre claro y prístino: coca.

Según los expertos para acabar con la cocaína habría que bombardear Hollywood o el perímetro que rodea el Central Park neyorquino. Pero este «cocalero» de jersey y amistades peligrosas trae bajo el brazo el petróleo y el gas (Repsol), la información (Prisa) y un cabreo histórico de cojones: con Estados Unidos primero, con Chile después y con España. La coca es la tilde de la ñ en la descomposición boliviana; el sureste agrícola del país quiere independizarse más que Cataluña o el País Vasco. Agraviados por Chile que les arrebató la salida al Pacífico no quieren sacar por allí sus exportaciones y están tan irredentos que mantienen un Ministerio de Marina aunque rodeados de tierra por los cuatro puntos cardinales. Siempre han sido muy ricos, pero España los descolonizó tarde, lento y mal. Los del acullico son tan bravos que en 1946 al general-presidente Villarroel (un nacionalista) lo sacaron del Palacio Quemado (sede del Gobierno) y lo colgaron de la primera farola, que tiene una plaquita en su recuerdo.El que llega no es un folclórico narcotizado.

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