7/1/06

El mal gobierno del buen desgobierno (7-5-2006)

Poco eco ha tenido el traslado desde Zaragoza a Madrid de veinte camareras y tres camareros en un Hércules para atender un festín militar. Las viandas y las bebidas marcharon por carretera en camiones isotermos. Esta logística tan particular no es un escándalo: es una soberana tontería propia de un Gobierno de palabras como éste. Cuando vivía en Brasil, Maluí, un gobernador del nordeste, inundó Brasilia durante una convención nacional de las que fueron llamadas malufetas: tres aviones de mulatas pagadas y dispuestas a cualquier cosa. Líbreme Dios de sospechar de putas a las honestas camareras zaragozanas, y a los mozos, pero es que Bono se va convirtiendo en el pato patagónico (una pisada, una cagada; otra pisada, otra cagada) y está dejando Defensa como un patio de monipodio. Le tengo ley; en el franquismo me lo tropezaba en las guaridas de Tierno Galván, a la izquierda del PSOE. Le creo un hombre bueno que, tras casarse con una hispanoamericana adoptó una niña desamparada tras completar su descendencia biológica. Pero es inquietante su propensión a la mentira y la farándula política.

Empezó con los niños en su toma de posesión para dar un toque kenediano a lo suyo y, de inmediato, se concedió una medalla militar que tuvo que devolver vergonzantemente. Linchó a su antecesor Federico Trillo por el Yak caído en Turquía y se tragó los helicópteros siniestrados en Afganistán derribados por el viento. Le pido una cosa a Bono aunque no sea camarero: que me traslade a Kabul para entrevistar libremente a los sobrevivientes de aquel «incidente». A Bono le da igual que la fragata Alvaro de Bazán estuviera integrada en una unidad naval estadounidense operando contra Irak. Como cree que los españoles son tontos dirá cuando le plazca que el buque estaba en prácticas, para no dejar desnudo a su rey Zapatero, el que le quitó la secretaría general del PSOE. ZP, en una de sus banalidades ociosas, redactó de su puño y letra un código de gobierno del buen Gobierno en el que entre otras banalidades suprimía el uso del excelentísimo o ilustrísimo de los cargos. A mí que no me toque que soy ilustrísimo como Comendador del Mérito Civil. Pero el buen gobierno no atañe al ir a dormir a Toledo en helicóptero de respeto o en trasladar camareros por vía aérea militar para un guateque. ¿Pero es que no hay camareros en Madrid ni establecimientos que puedan servir un cóctel? José Bono en su breve trayectoria como ministro ha acumulado desvergüenza sobre vileza, y ya es el jefe de la falta de información, por delante de la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega. Su esfuerzo es inútil: no será el sustituto.

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