Poco eco ha tenido el traslado
desde Zaragoza a Madrid de veinte camareras y tres camareros en un Hércules
para atender un festín militar. Las viandas y las bebidas marcharon por
carretera en camiones isotermos. Esta logística tan particular no es un
escándalo: es una soberana tontería propia de un Gobierno de palabras como
éste. Cuando vivía en Brasil, Maluí, un gobernador del nordeste, inundó
Brasilia durante una convención nacional de las que fueron llamadas malufetas:
tres aviones de mulatas pagadas y dispuestas a cualquier cosa. Líbreme Dios de
sospechar de putas a las honestas camareras zaragozanas, y a los mozos, pero es
que Bono se va convirtiendo en el pato patagónico (una pisada, una cagada; otra
pisada, otra cagada) y está dejando Defensa como un patio de monipodio. Le
tengo ley; en el franquismo me lo tropezaba en las guaridas de Tierno Galván, a
la izquierda del PSOE. Le creo un hombre bueno que, tras casarse con una
hispanoamericana adoptó una niña desamparada tras completar su descendencia
biológica. Pero es inquietante su propensión a la mentira y la farándula
política.
Empezó con los niños en su toma de posesión para dar un toque kenediano a lo
suyo y, de inmediato, se concedió una medalla militar que tuvo que devolver
vergonzantemente. Linchó a su antecesor Federico Trillo por el Yak caído en
Turquía y se tragó los helicópteros siniestrados en Afganistán derribados por
el viento. Le pido una cosa a Bono aunque no sea camarero: que me traslade a
Kabul para entrevistar libremente a los sobrevivientes de aquel «incidente». A
Bono le da igual que la fragata Alvaro de Bazán estuviera integrada en una
unidad naval estadounidense operando contra Irak. Como cree que los españoles
son tontos dirá cuando le plazca que el buque estaba en prácticas, para no
dejar desnudo a su rey Zapatero, el que le quitó la secretaría general del
PSOE. ZP, en una de sus banalidades ociosas, redactó de su puño y letra un
código de gobierno del buen Gobierno en el que entre otras banalidades suprimía
el uso del excelentísimo o ilustrísimo de los cargos. A mí que no me toque que
soy ilustrísimo como Comendador del Mérito Civil. Pero el buen gobierno no
atañe al ir a dormir a Toledo en helicóptero de respeto o en trasladar
camareros por vía aérea militar para un guateque. ¿Pero es que no hay camareros
en Madrid ni establecimientos que puedan servir un cóctel? José Bono en su
breve trayectoria como ministro ha acumulado desvergüenza sobre vileza, y ya es
el jefe de la falta de información, por delante de la vicepresidenta, María
Teresa Fernández de la Vega. Su esfuerzo es inútil: no será el sustituto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario