21/1/06

El Imperio austro-húngaro (26-1-2006)

El estado de centrifugación de España está siendo muy divertido y con tintes de tragicomedia: Piqué con cara de Juana de Arco y Carod como fauno engañado. La verdad es que nos enteramos de bien poco porque este proceso de catalanización no es democrático y lo cuece Zapatero en las ollas de La Moncloa. Ni el Parlamento de Cataluña, ni el español, ni el Senado tienen el texto exacto de lo que se está fraguando, y los medios de comunicación tantean entre tinieblas. Sólo parte de la clase política sabe que adviene el federalismo asimétrico de Maragall, pero ampliado, y mira que nos reímos de su propuesta. Hoy es crujir de dientes. Aunada la gran coalición entre el PSOE y las minorías radicales y nacionalistas, poco podrá hacer Guerra al frente de la Comisión Constitucional del Congreso. Será un trágala perro y no precisamente con la limpieza de la patena que prometía Zapatero, gran muñidor de este suceso. A los independentistas vascos no les satisfará esta Constitución catalana pero no van a quedar debajo. Viéndola venir, el presidente valenciano, Camps, estableció en su Estatuto la cláusula de su apellido: los valencianos se reservan llegar tan allá como otras comunidades autónomas. Es de entender. ¿Y van a renunciar a proclamarse nación los gallegos? Los nacionalismos de última generación son una carreta tirada por rucios y poblada de políticos que buscan un Estado en el que medrar. La tragedia balcánica o la estupidez checo-eslovaca. Como Repsol encuentre petróleo en la plataforma marítima canaria, en aquellas islas no van a reclamar una Agencia Tributaria propia sino que reinventarán el guanche y la etnia identitaria. Se va a enterar Carod de lo que es independentista republicano. Para federales ya sólo nos queda el nombre y el tiempo porque ése es el proyecto del Gobierno, alterando la Constitución por la vía de servicio y sin consultar a unos ciudadanos tratados de bobos y contentados con la sonrisa y el talante. Cataluña abrirá una carrera en pelo por ver quién la alcanza y consiga al menos subvenciones fijas a siete años.Las autonomías, devenidas secretamente en estados federados, dirán lo que se planteó en la Transición: café para todos. Este país no aguanta autonomías de distinta velocidad ni federalismos desequilibrados. Pese al férreo y jacobino centralismo francés, De Gaulle se lamentaba: «¿Cómo se puede gobernar un país que tiene más de un centenar de clases de quesos?». Manuel Clavero, ministro de Administraciones Públicas (UCD) puso en circulación la tabla de quesos para representar el tránsito a la autonomía de cada cual. Esto es el imperio austro-húngaro con Letizia de Sissí.

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