La democracia de calidad consiste en la menor presión
posible del Estado (central, autonómico) sobre los ciudadanos. Que el Estado no
se note debería ser el lema de una pancarta a pasear, pero vivimos
pordioseramente oprimidos y zarandeados por la Administración central, autónoma
y municipal, sean liberales de derecha o socialistas de pelaje negro. En
Euskadi puntúa el conocimiento del euskara para las plazas de médicos
oncológicos, y, claro, se bajan los pacientes a Navarra o Madrid para tratarse
con facultativos que hablan español e inglés y tienen relación con los mejores
centros estadounidenses. La policía lingüística de la Generalidad se parece a
la policía religiosa iraní, que va por las calles azotando con varas a las
mujeres que enseñan un antebrazo o una corva.El espionaje de las historias
clínicas en Cataluña para ver qué doctores las redactan en catalán o español es
una indignidad y un delito y adelanta la harapienta democracia que nos ofrece
el Estatut de nunca acabar.
El acto médico es la mayor confidencialidad que se puede dar entre dos
personas, facultativo y paciente. El historial médico es más que una
radiografía: es el perfil humano que nunca lograría el más experimentado
interrogador; lo que has bebido, lo que has fumado, la vida que has hecho, tus
antecedentes venéreos, tu capacidad laboral, todo. Una vez mientras me vestía
le di un cheque en blanco a mi médico. «Rellena tú la cantidad», me dijo. «Si
pongo mi vida en tus manos, ¿cómo no me voy a fiar de ti?», le contesté. «Pues
tienes razón», y completó el talón. Las historias clínicas sólo se pueden mover
por una inspección interna del propio hospital o por decisión judicial. Lo
contrario es la Gestapo que bajaba los pantalones a los detenidos para
comprobar si estaban circuncidados.
Sobre Cataluña ha caído, y más que caerá, una
asfixiante manta de intervencionismo incompatible con los ciudadanos libres. No
participo del temor al separatismo del teniente general Mena, pero oigo un
tsunami de nacionalismo intolerante, opresor, ordenancista, intervencionista,
que hará muy difícil vivir y trabajar en Barcelona, y no digamos en Vic. ¿Por
qué no se les ocurre a estos vigilantes de la playa lingüística colocar
micrófonos en los confesionarios para ver si la feligresía se confiesa en
catalán o castellano? Lo harán. Lo de que Cataluña se reconozca nación es
asunto ancilar. También puede declararse tal La Rioja, por extensión, y café
para todos como se dijo durante la Transición. Lo grave es todo el contexto
autoritario del Estatut en el que los catalanes, que estuvieron a la vanguardia
de las libertades, se han pasado al nacional-franquismo.
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