14/4/86

Café, esmeraldas, flores, droga y mucha violencia (14-4-1986)

Los colombianos votaron el pasado 9 de marzo sus nuevas autoridades legislativas, municipales y departamentales. El partido conservador, en el Gobierno, resultó abiertamente derrotado, y el oficialismo liberal barrió en los comicios, desplazando a su vez al nuevo liberalismo, su izquierda disidente. El 25 de mayo se celebrarán las elecciones presidenciales, en las que será electo Virgilio Barco, líder del oficialismo liberal. Gran parte de la política de pacificación nacional desarrollada por el presidente conservador Betancur ha quedado arruinada, y, tras la muerte de su último, comandante, Alvaró Fayad, el movimiento guerrillero M-19 ha inclementado su agresividad militar bajo la dirección de un militarista. Las perspectivas del país, arrasado por la violencia- y la corrupción, son inquietantes.

En el mes de octubre de 1983, Iván Marino. Ospina, Álvaro Fayad'y otros dirigentes del movimiento colombiano guerrillero Diecinueve de Abril (M-19), una amalgama de populistas, cristianos amargados con la Iglesia católica, comunistas aburridos de su partido, marxistas empachados de ortodoxia y otras gentes de buena voluntad, arribaron a Madrid clandestinamente, pero por vuelos internacionales regulares, para mantener una primera entrevista secreta con el presidente Belisario Betancur.

Tras más de un año de sinceras ofertas de paz desde el Gobierno de Betancur a la guerrilla, resultaba inevitable la aceptación del encuentro. A instancias del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, Jaime Bateman, el mítico, inteligente, divertido, salsero líder del M-19, había volado desde el norte colombiano a Panamá para encontrarse con un representante de Betancur: su avioneta, como ocurre con decenas de ellas cada año, desapareció en la peste verde de la selva para nunca jamás, por más que columnas del M-19 buscaron a su jefe durante semanas abriéndose paso a machetazos entre el cáncer vegetal panameño, golpeando las bases de los árboles más altos, para enviar su lánguido y prolongadísimo son-son-son de esperanza a kilómetros de distancia sin obtener respuesta alguna.

Gracias también a la mediación incansable de García Márquez pudo organizarse después el encuentro de Madrid: el presidente español, Felipe González, garantizaba personalmente la seguridad de los dirigentes guerrilleros colombianos. Ospina, Fayad y sus acompañantes fueron trasladados a un chalecito de dos plantas en los fondos de Arturo Soria, entonces vivienda personal de Julio Feo, secretario personal del presidente González. Allí fueron socialmente atendidos -según relató el propio Fayad- por la escolta del presidente español. Primero, con no pocas reservas y, tras algunas explicaciones y otros tantos tragos, hasta con cortesía e interés profesional.

De madrugada llegó Betancur, solo, escapado de mala manera de un banquete oficial. Julio Feo los dejó solos en el segundo piso de su casa y el presidente colombiano y los cabecillas de una de las más eficaces y molestas guerrillas de su nación se vieron las caras... Y, se tomaron unos whiskies. Ya se había acumulado mucha discusión previa entre las partes y la euforia por la posibilidad de la paz civil dominaba entonces en Colombia.

Reunión en casa de Julio Feo

Ospina y Fayad asegurardn a Betancur que, si cumplía sólo un 30% de su programa electoral, le acompañarían por las plazas de los poblados para apoyar su gestión. Betancur, exultante, llamó a Julio Feo y requirió una camara para fotografiarse con los jefes del M- 19. La historia. le perdonará muchas cosas a Julio Feo menos no haber dispuesto aquella noche en su casa de una máquina de fotografiar cargada.

Menos de tres años después de aquella reunión sin fotografia en la madrugada madrileña, Ospina, radicalizado hasta la rabia y el despropósito, defendiendo a los narcotraficantes que atentaran contra la vida de diplomáticos estadounidenses, moría en Cali en combate con el Ejército colombiano.

El pasado mes de noviembre, el M-19 ocupó el palacio de Justicia bogotano, recuperado en 48 horas por el Ejército sin atender la menor posibilidad de negociación o rendición, en una orgía de sangre y fuego. Hace menos de cuatro semanas, Álvaro Fayad era muerto por las tropas de choque de la policía colombiana en un piso del centro bogotano, junto a la esposa, madre de cuatro hijos y encinta de un mes, de Rosero, uno de los más populares compositores de música ligera del país, autor de los fondos musicales de inn merables y exitosos telenovelones suramericanos.

Aquel espíritu de Madrid yace ahora en los innumerables osarios colombianos. Betancur, al día siguiente de la muerte de Fayad, cuando las tropas en la Bogotá bajo estado de sitio cortaban el tráfico buscando a otros dirigentes de la Coordinadora Nacional Guerrillera, tomó antes del amanecer su avión presidencial y remontó las nubes que en este comienzo del invierno acechan el altiplano, sobrevoló las sabanas de su país y contempló, en los claroscuros de la muerte de la noche, la aproximación del cometa Halley.

Colombia: uno de los grandes países de América del Sur, con la doble extensión de Francia, multifacético -la costa, la cordillera, sus sabanas-, millones de habitantes, muy rico, ganadería, café, Aores, esmeraldas, notable industria siderúrgica y textil, suficiente petróleo como para el autoabastecimiento energético y expectativas de mayores y mejores yacimientos; estabilidad básica o literal de sus instituciones políticas, elevado nivel cultural de sus clases dirigentes. Con sólo 8.000 millones de dólares de deuda externa bastante bien estructurada, sin elevadas necesidades financieras, devuelve créditos internacionales cuando sube el precio del café; 16% de inflación anual bajo control.
Colombia: la confirmación einsteniana en la Tierra de que el universo es un caos perfectamente ordenado que permite su equilibrio y su existencia. Miles de guerrilleros en las montañas y en las ciudades, pertenecientes a diversas columnas, fracciones y partidos; la guerrilla más vieja de América Latina -en su sentido moderno-, contra la que las fuerzas armadas han demostrado sobradamente su ¡inpotencia; 15% de analfabetismo; 60% de mortalidad infantil, entre 15.000 y 18.000 gamines -niños abandonados o explotados- en Bogotá. Cocaína (tercer productor mundial). La mejor marihuana del mundo.

Un bipartidismo perfecto liberal-conservador que ha corrompido la política del país, un clientelismo aún más perfecto -el voto compra un empleo público-, una corrupción extendida como una metástasis y qije alimenta tanto el narcotráfico como las oligarquías de los dos grandes partidos, y violencia, mucha violencia, una violencia profundamente entrañada en el alma del colombiano -un sujeto, por lo demás, dotado naturalmente para la cortesía y hasta para el refinamiento social, incluidos, y hasta preferentemente, sus estamentos más humildes-.

Es difícil e inevitable intentar explicar las raíces de la violencia en Colombia; difícil, porque son los propios colombianos quienes encuentran dificultoso el análisis y lo distribuyen entre, una herencia de la guerra por la independencia y las guerras civiles entre conservadores y liberales, e inevitable, porque poco tiene que ver la guerrilla colombiana con sus hermanas del subcontinente.

Enmontonarse es un verbo de fácil conjugación en Colombia: echarse al monte, acumularse en él. Allí, toda la familia, armada, se refugiaba para defenderse del bandolero que asolaba el poblado, o de las partidas liberales o conservadoras, según la filiación de cada casa. La guerrilla nació sola hace 60 años y, pese a Tirofyo, al padre Camilo Torres, a Bateman, carece de padre, no tiene su Castro, o su Che, o su Firmenich. La guerrilla en Colombia creció como el café. Y, como el café, es enérgica y buena.

Buena en el doble sentido de que en Colombia hay que tener muchos años y achaques, poco corazón o demasiado cinismo político para no intentar romper el esquema bipartidista que ha consolidado la lenta decadencia del país y en el que la guerrilla colombiana,por tradición, es un elemento más del mapa político.

La guerrilla en Colombia se enmontona para negociar, y sólo en sus más extremados extremos pretende la. derrota absoluta de sus adversarios , -incluido, el Ejército-, juicios populares en los estadios de fútbol o paredones de fusilamiento. De otra manera, resultaría incomprensible que un presidente conservador, aunque fuera de la alteza de miras de Belisario Betancur, pudiera fraguar un alto el fuego con las guerrillas.

Los insurgentes colombianos, con todos los problemas inherentes a este tipo de organizaciones, querían y siguen queriendo hacer política y no hacer la guerra, aunque para algunas de ellas, como para el M- 19, hacer la guerra sigue siendo tina garantía de que no serán estafados políticamente, a más de una autodefensa contra los grupos paramilitares y escuadrones de la muerte que operan impunemente en todo el país.

Esperanzas frustradas

Cierto es que las grandes esperanzas depositadas en el acuerdo de alto el fuego de 1984 entre la presidencia de Betancur y las principales organizaciones guerrilleras -basado en una amnistía previa, y promesas fracasadas de reformas constitucionales y administrativas que desbloquearan la esclerótica vida política del país- se han venido al suelo; pero todavía queda mucho en pie.

El pasado 3 de marzo, la noche del cierre de la campaña electoral para las; elecciones legislativas que han dado el triunfo al liberalismo oficialista de la oposición, Betancur firmaba una prórroga de la tregua con organizaciones guerrilleras corno las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Movimiento de Autodefensa, Obrera (ADO) y un sector del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en su palacio presidencial, públicamente, ante los dirigentes guerrilleros, y, para innecesario sarcasmo de sus enemigos, vestido informal, pero elegantísimamente, con suéter de cuello de cisne y chaqueta deportiva.

La FARC, guerrilla, comunista capitaneada por Jacobo Arenas y, el legendario Manuel Marulanda, alías Tirofijo, han concurrido a las elecciones legislativas respaldando a la Unión Patriótica, cuyo candidato presidencial es Jaime Pardo Leal, y parecen plenamente integradas en el procese, democrático. Ello, pese a que continúan sufriendo hostigamientos por parte del Ejército y a que sus resultados legislativos no han superado los tradicionales del PC colombiano.

Pero el guerrillerismo en el país, pese a los fracasos relativos de la política. pacificadora del conservador Betancur, continuará indefectiblemente. Virgilio Barco Vargas, candidato presidencial del oficialismo liberal, ingeniero, por el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts, destacado funcionario internacional, desastroso orador en un país rico en ellos, antes administrador que político, será en mayo nuevo presidente colombiano.

Y tras la muerte (¿asesinato?) de Fayad, el M-19 ha quedado en manos de Carlos Pizarro, Caballo Loco, un militarista que pelea ahora mismo en la insensata locura del cerco de ocupación de la ciudad de Cafi, al frente del Batallón América. Como siempre y como siempre será, con Radio Macondo emitiendo los comunicados del M-19, con su violencia congénita y asumida, no peligran las instituciones políticas colombianas, tan podridas como sólidas.

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