15/4/86

Un bipartidismo generador de corrupción (15-4-1986)

El recuento de los votos de las elecciones legislativas, municipales y departamentales que dieron el triunfo por amplia mayoría al liberalismo oficialista de Colombia, comenzaba en las primeras horas de la noche del pasado 9 de marzo. De una de las céntricas avenidas de la capital del país, Bogotá, ya bajo la lluvia clemente típica del comienzo del invierno en las zonas tropicales, con la ciudad bajo estado de sitio, ante la vigilancia de los hombres y mujeres de la policía militar que llevaban sus airosos sombreros de ala ancha, decenas de obreros comenzaron a desmantelas innumerables quiosquitos electorales.

Eran quiosquitos como tenderetes de feria -apenas cuatro palos, dos tablones y un tensado de panel corrugado-, en los que durante la jornada habían estadovotando los colombianos. Aquella misma noche, algunos de los políticos de los dos grandes partidos -el conservador y el liberalismo oficialistacomentaban por televisión, cierto que con alguna timidez, que acaso -fuera conveniente instaurar en el país la costumbre electoral del cuarto oscuro para preservar el secreto de las votaciones y reducir en Jo posible una de las enfermedades crónicas de la política colombiana: el clientelismo.En Colombia, en efecto, hasta los jefes del más modesto negociado público o privado acuden a votar a los quiosquitos abiertos, de fortuna, seguidos por sus subordinados, cuyo voto, previamente adquirido en pesos oro o mediante la garantía del empleo o el cargo, es observado y controlado por quien desee hacerlo.

En la noche del 9 de marzo, los obreros colombianos desmantelaban los quiosquitos electorales con bastante desprecio y hasta al guna violencia, sin que a nadie le sorprendiera la continuada -elevada y sostenida- abstención electoral del país. Pero la ausencia de colegios electorales y cuartos oscuros, el clientelismo, no es el más grave de los defectos de la po lítica colombiana; lo que devora al país es el bipartidismo perfecto.

En 1948, el líder de la izquierda del liberalismo, Jorge Eleizer Gaitán, fue asesinado en el centro bogotano. Fue el comienzo del bogotazo: a la violencia política se sumó la de la delincuencia común se abrieron indiscriminadamente las cárceles, se desbordó una riada de locura colectiva y miles de cadáveres sembraban la capital colombiana en una semana.

Dentro de la doble lectura de cordura y corrupción que domina la política de este país, liberales y conservadores consumaron un pacto tácito para turnarse y repartirse el poder. La aparición en escena del general Rojas Pinilla, presidente entre 1953 y 1957, una suerte de Perón colombiano, no hizo otra cosa sino reforzar el pacto interesado del bipartidismo perfecto. Tan perfecto que liberales y conservadores se han ido alternando en el poder hasta intercambiándose ministros.

El bipartidismo ha generado en el país tanta corrupción como la cocaína, la marihuana o el tráfico de esmeraldas. Y buena parte del guerrillerismo, particularmente el del M-19, obedece a esta necesidad de romper la negociada esquízofrenia política colombiana. Así, como ya lo intentara hace casi 20 años el asesinado Eleizer Gaitán, otro liberal de izquierdas, Luis Carlos Galán Sarmiento, intenta sin éxito romper el esquema De 42 años, líder del nuevo liberalismo, ha renunciado, tras las legislativas de marzo, a su candidatura presidencial.

Su fracaso electoral fue relativo, en tanto que no perdió votos en relación con comicios anteriores pero no ganó nuevos adherentes y optó por retirarse de la campaña electoral de las presidenciales de mayo" admitiendo de antemano su previsible derrota y denunciando a los otros candidatos como incom petentes para resolver los problemas de la política colombiaria. Luis Carlos Galán, abogado, fue ministro de Educación en el Gobierno de Misael Pastrana a los 27 años. Habiendo perdido años universitarios por su dedicación a la política, se recibió tarde como jurista, y como ministro firmó su propio título como letrado. A los 28 años fue embajador en Italia, senador a los 35, fundador de su partido -una disidencia por la izquierda del oficialismo liberal- a los 37 y candidato presidencial a los 39. Periodista, durante años editorialista deEl Tiempo, casado con otra periodista, es padre de tres hijos. Un hombre del que se hablará en el futuro de la política colombiana, pero en este momento al margen de la carrera.

El obligado relevo

El 25 de mayo, con mayor o menor abstención, con los empleados públicos y privados llevados de la mano por sus jefes a los quiosquitos electorales abiertos y sin.cámara oscura, bajo el obligado y negociado relevo de poder tras una presidencia conservadora -la de Belisario Betancur-, será electo nuevo presidente de Colombia Virgilio Barco Vargas, un ingeniero de 65 años graduado en Estados Unidos, ex ministro de Correos y Telégrafos, de Obras Públicas y de Agricultura, ex embajador en Londres y Washington, ex alcalde de Bogotá y director del Banco Mundial entre 1968 y 1974. Casado con una norteamericana, es padre de cuatro hijos.

Inteligente y con una gran preparación intelectual, o cuando menos administrativa, habla como los perros. Su incapacidad expresiva en un país donde la oratoria es un valor cotizable ha llegado a poner en peligro su ya inevitable presidencia. Su última conferencia de prensa televisiva antes de las legislativas fue tan desmayante, confusa, profusa y difusa que obligó a otros dirigentes del oficialismo liberal a plantearse seriamente la posible sustitución de Barco como candidato, por más que haga lo que haga y diga lo que diga tiene su elección asegurada.

Obviamente, y por su historial político y hasta personal y familiar, será un presidente liberal más conservador que hasta el conservador Betancur, y, al margen de los desastres de su fluidez verbal, no se espera preeisamente de él que mejore, o al menos sostenga, toda la política de pacificación nacional mantenida con las guerrillas por el que dentro de un mes será su antecesor.

¿Qué se espera de él? Lo que se deduce de su currículo. Una gestión económica y administrativa eficaz y una excelente relación con EE UU, cuyos mejores frutos podrían florecer en la pelea -siempre como fueran las cosas perdida de antemano- contra el narcotráfico, que está afectando alarmantemente a la sociedad norteamericana.

Álvaro Gómez Hurtado, un bogotano de 69 años, es el candidato presidencial por el conservadurismo. Abogado, periodista de El Siglo, confeccionador, jefe de redacción, subdirector y hasta caricaturista de su periódico, es un excelente profesional un candidato de paja, tal como Jaime Pardo Leal.

Jaime Pardo, abogado, de 46 años, es el líder y candidato presidencial déla Unión Patriótica, respaldada por el Partido Comunista Colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la más numerosa y potente -aunque no la más espectacular- columna guerrillera de la república, a la que Betancur ha logrado hasta ahora mantener en el redil del alto el fuego.


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