Unas 40.000 personas se
concentraron el pasado sábado en la plaza de Mayo, de Buenos Aires, frente a la
catedral Metropolitana, convocadas por la iglesia Católica argentina, en
defensa de la institución familiar y en contra del proyecto de la ley de
divorcio presentada en el Congreso por el Gobierno radical.Entre las
prioridades del Gobierno argentino no figura precisamente la promulgación de
una ley de divorcio; tal es así que ha tardado más de dos años en proponerla al
Congreso de los Diputados. Pero dentro del programa electoral de la Unión
Cívica Radical, en el Gobierno, figuraba esta necesidad de una población -al
menos, la urbana- abiertamente divorcista. La clase media y la aristocracia
económica del país contraen mayoritariamente matrimonio canónico, pero no dudan
en formar nuevas parejas mediante matrimonios civiles en Uruguay, Paraguay,
México o Chile, países donde está establecido el divorcio. Los diarios porteños
publican habitualmente anuncios de empresas especializadas en matrimonios
rápidos y por poderes en otra nación, tal como el contraído por Jorge Luis
Borges y María Kodama un mes antes de la muerte del escritor en Suiza.
El campesinado y la
oligarquía rural se acogen históricamente a las instituciones de la casa grande y la casa
chica, la esposa y la
concubina; Perón y su segunda esposa, Eva Duarte, eran hijos naturales
reconocidos, frutos de los amores de la casa chica.
En una sociedad de
legislación paternalista como la argentina el Gobierno de Alfonsín logró hacer
aprobar una ley en la que la patria potestad sobre los hijos quedaba equiparada
entre el padre y la madre y por la que se reconocían los derechos de los hijos
habidos fuera del matrimonio. Las clases acomodadas quedaron soliviantadas ante
el terremoto que la equiparación de hijos legítimos e ilegítimos supuso en las
testamentarias.
Entonces la Iglesia católica
argentina, una de las más preconciliares del mundo, incluso preconciliar no ya
respecto al Concilio Vaticano II, sino al Concilio de Trento, murmuró contra la
patria potestad compartida y contra la igualdad de los hijos habidos dentro y
fuera del matrimonio. Ahora han puesto el grito en el cielo por el proyecto
radical de divorcio que sólo pretende regular la situación de millón y medio de
argentinos que han formado segundas, terceras o cuartas parejas.
El arzobispo de Buenos
Aires, cardenal Aramburu, convocó a sus feligreses a la histórica plaza de Mayo
en defensa de la familia y se hizo traer desde Luján a la venerada Virgen de
esta localidad, patrona del Ejército argentino, pese a la leyenda que afirma
que la Virgen no desea abandonar el lugar. La concentración en la plaza de
Mayo, aparentemente piadosa, reunió a destacados militares y ex ministros de la
dictadura.
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