Bajo un espesísimo bochorno
austral, coincidente por antinomia con los fríos europeos, Argentina ha
reanudado su vida política tras 15 días de vacaciones del presidente Alfonsín
en Chapadmalal, al sur de la provincia bonaerense. La recién estrenada agenda
de trabajo ya está emborronada de problemas: huelga general del próximo día 26;
el 1 de febrero, entrada en vigor de la zona de exclusión pesquera británica en
torno a las islas Malvinas; agrandamiento de la brecha cambiaria del dólar
respecto al austral; reforma constitucional, y un entierro).
El primer acto oficial de
Alfonsín tras su descanso estival fue su asistencia al velatorio del intendente
(alcalde) de Buenos Aires, Julio César Saguier, fulminado a los 52 años por un
linfoma. El intendente de Buenos Aires es tradicionalmente designado por el
presidente de la República, quien delega el cargo en alguno de sus próximos de
confianza. Saguier, como los ex ministros de Defensa Raúl Borrás y Roque
Carranza, también fallecidos prematuramente, constituía uno de los apoyos
amicales y políticos de Alfonsín; uno más de los pocos que ya quedan de entre
los que le acompañaron en su travesía
del desiertoque le llevó a la dirección del radicalismo argentino.Los
aumentos salariales de comienzos de año han terminado en una reyerta verbal
entre el Gobierno y la Confederación General de! Trabajo (CGT). El Gobierno ha
aumentado el salario mínimo hasta 150 australes (un dólar en el mercado
paralelo se compra en 1,79 australes), y la CGT ha decretado para el día 26 una
enésima huelga general contra la política económica de la Casa Rosada. El líder
cegetista Saúl Ubaldini, del gremio cervecero, reputó al Gobierno de mentiroso
y le instó a que se marchara. El oficialismo adujo que Ubaldini había ingerido
demasiada cerveza y que los Gobiernos deben venir o irse según el resultado de
las urnas, y no por la opinión de un jefe sindical.
El Plan Austral de economía
de guerra se mantiene sólido, pero hace algunas aguas por la especulación
monetaria: la brecha cambiarla entre el dólar oficial y el paralelo ya ha
alcanzado el 40%, y no es difícil trocar en cualquier comercio un dólar norteamericano
por 1,79 australes, cuando hasta hace pocos meses la paridad era férreamente
equivalente. El Banco de la Nación (oficial) acudió, sin éxito, en socorro del
austral vendiendo 28 millones de dólares en bonos externos en la bolsa, que
fueron inmediatamente deglutidos por el sector privado, sin frenar el alza del
dólar paralelo o negro.
Reforma constitucional
Pese al verano austral, el
Congreso y el Senado han sido llamados a sesiones extraordinarias para debatir
la reforma constitucional, piedra de toque de la iniciativa política del
presidente Alfonsín. El proyecto de reforma de la Carta Magna aún no está
ultimado, pero de él se conocen sus líneas maestras: potenciación del papel del
Congreso instaurando la moción de censura vinculante, creación de la figura del
primer ministro responsable ante el Parlamento, reducción del mandato
presidencial y derogación de la exigencia de profesar el catolicismo para los
primeros mandatarios de la República.Según la actual Constitución argentina,
datada en 1853, el presidente no puede ser reelecto tras su mandato. La reforma
de esta disposición desbloquearía el dudoso horizonte político de 1989, en el
que no se vislumbra ningún candidato radical que pueda suplir a Alfonsín ni se
aprecia la crecida de algún candidato peronista que pueda aglutinar con
solvencia la bolsa de gatos en la que ha devenido la oposición justicialista.
Así las cosas, el tapado de Raúl Alfonsín sería el propio
Alfonsín, pero como primer ministro, y no como presidente de la República. La
reforma constitucional establecería también la elección presidencial a dos
vueltas en caso de no lograrse en la primera la mayoría absoluta.
Por otra parte, la sentencia
británica del 1 de febrero sobre la ampliación de la zona de exclusión
económica en torno a las islas Malvinas pende ominosamente sobre la nación. Las
recientes visitas a Buenos Aires del canciller francés Jean-Bernard Raymond y
del enviado especial de Ronald Reagan, Philip Habib, hacen presagiar que la
fecha fatídica será contemplada con prudencia por Argentina. Nadie, no
obstante, puede prever las reacciones aisladas de la Armada argentina, tan
frustrada como enojada, sobre los pesqueros internacionales -entre ellos,
muchos bajo pabellón español- que faenan a partir de entonces en el mar
argentino y con licencias británicas.
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