El Gobierno radical de la
provincia de Buenos Aires acaba de revalidar una vieja ley electoral, de 1946,
que excluye el voto de los homosexuales "por indignidad". Si Dios y
el presidente Raúl Alfonsín no lo remedian, la ley regirá en las importantes
elecciones provinciales de finales de año. La ley en cuestión no es nacional y
habrá sido el Gobierno radical el primer sorprendido por este empecinamiento
que, en su machismo, incluso permite albergar dudas sobre si el anatema
electoral afecta igualmente a las lesbianas.
Esta ley electoral
bonaerense, ya con 40 anos de obsolescencia a sus espaldas, carece de
reglamentación en sus apartados excluyentes. Esto es: no se especifica a quién
se tiene por homosexual y a quién no, de la misma manera que no se detalla a
quién se debe tener por loco y a quién por cuerdo.Técnicamente, lo que la ley
prevé es que puede declararse nulo el voto de quien sea sujeto de un
certificado médico de insania mental o del ciudadano que haya sido sentenciado
en firme por conducta inmoral relativa a la homosexualidad.
En cualquier caso, a nadie
en su sano juicio -con certificado médico o sin él- se le va a ocurrir aplicar
este apartado de la ley electoral provincial; será discretamente derogado en
los próximos meses -como ya anunció ayer el propio Gobierno- o se tendrá
simplemente por letra muerta.
Argentina no es exactamente
una República federativa debido al fuerte centralismo económico de la capital
federal; pero cada provincia tiene su propia Constitución, que obviamente no
puede entrar en contradicción con la de la República, sus propios Parlamentos y
sus propias leyes electorales.
La provincia de Buenos Aires
con capital en La Plata, la más poblada del país y de tradicional voto
peronista, está gobernada por el doctor Alejandro Armendáriz, quien tiene como
vicegobernadora a la arquitecta Elva Roulet, ambos militantes de la Unión
Cívica Radical (UCR).
Armendáriz está pasando por
la primera gobernación del país sin romperla ni mancharla y en las elecciones
de finales de año los peronistas pueden recuperar su feudo perdido.
Inanidad de Armendáriz
El gobernador Armendáriz, en
su inanidad, se ha limitado a revalidar una ley de 1946 que excluía a los
homosexuales del voto provincial. Dentro de la Unión Cívica Radical -como
sucede en el peronismo- coexisten desde una derecha pura y dogmática que ni
siquiera acepta el divorcio, como la representada por el vicepresidente de la
República, Víctor Martínez, hasta las juventudes de Franja Morada que marchan
como cooperantes a Nicaragua.Pero el radicalismo, dentro de su discrección y
comedimiento histórico, es mayoritariamente aconfesional y defensor del libre
albedrío.
El propio Alfonsín, al
asumir su mandato presidencial, sustituyó el tradicional Te Deum por una
función de gala en el teatro Colón, y nadie puede olvidar que el padre de la
patria, el general José de San Martín, era masón, nadie puede olvidarlo por
cuanto está enterrado en un anexo de la catedral de Buenos Aires no
santificado, al negarse la Iglesia Católica argentina a que reposara en suelo
sagrado.
El peso de la Iglesia
Católica nacional es poderoso y se hace sentir en la legislación y en las
formas de una sociedad, por lo demás, pícara y descreída.
La ebriedad pública está
contemplada en el Código Penal, la policía federal arresta en las calles a los muy alegres y el peripatetismo femenino está
restringido a los locales ad
hoc.
Pero la democracia y la
ausencia del miedo han traído bajo el radicalismo nuevos y también buenos
aires, tal y como en la transición española estalló el cine porno y los
clasificados de masajes en los diarios.
Los homosexuales se han
agrupado en la Comunidad, Homosexual Argentina (CHA) y emiten comunicados o son
entrevistados por la televisión estatal, preocupados por el fuerte contagio
brasileiro del SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
E incluso han hecho
aparición los travestis que venden sus encantos en los accesos porteños de la
carretera panamericana y que, desplomados por la policía caminera, ya se han
manifestado tres veces en la Plaza de Mayo, ante la Casa Rosada, sede de la
presidencia de la República, desnudando su silicona y reclamando una entrevista
con Alfonsín.
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