El Reino Unido hará entrar
hoy en vigor la zona de exclusión económica de 200 millas en torno al
archipiélago de las Malvinas, decidida el pasado 29 de octubre. Argentina ha
anunciado oficialmente que continuará patrullando sus aguas territoriales hasta
150 millas náuticas del centro geográfico de las islas, y el Ministerio de
Defensa ha dado cuenta del envío de guardacostas a la zona de alta tensión.
Sería faltar a la verdad escribir que las espadas están decididamente en alto,
pero, ante la negativa rotunda argentina a aceptar el expolio de parte de su
mar jurisdiccional, jamás discutido, un incidente armado será inevitable antes
o después.
Emboscando su viaje en una
gira por repúblicas suramericanas, acaba de abandonar Buenos Aires el general
John Galvin, jefe del comando sur de las fuerzas armadas estadounidenses, que
se entrevistó al máximo nivel con autoridades civiles y militares argentinas.
El general Galvin sólo rompió su mutismo, ya en Montevideo, para limitarse
lacónicamente a comentar que siempre es difícil contemplar un problema entre
dos amigos comunes como Argentina y el Reino Unido.Los británicos mantienen
desde hoy tres círculos concéntricos, los dos primeros coincidentes, en tomo a
las islas. El primero, de 150 millas náuticas, es administrativo, y Argentina
no lo reconoce como soberanía británica. El segundo, también de 150 millas, es
de exclusión militar para cualquier buque o avión bajo bandera argentina;
Buenos Aires lo repudia, pero lo respeta en su intención explícita de evitar
choques armados en el área. El tercer círculo, de exclusión económica, se
extiende hasta 200 millas náuticas y es secante con las 200 millas de mar
territorial argentino. Aun aplicándose la distancia media entre lo que sería un
hipotético mar territorial malvinense y el mar argentino, Buenos Aires perdería
buena parte de sus indiscutidas aguas jurisdiccionales.
La cancillería argentina,
que ayer habrá emitido un memorándum detallado sobre el contencioso, anunció
oficialmente que se protegerán los derechos argentinos en sus mares
territoriales, que en ellos se pescará bajo licencia argentina y que se
perseguirá a los pesqueros que faenen en estas aguas bajo otras licencias. El
canciller Dante Caputo ha querido ser tajante: "Fuera de las 150 millas de
exclusión militar británica vamos a ejercer nuestra soberanía".
Incidentes
El canciller Caputo aseguró
que los acuerdos pesqueros firmados con la URSS y con Bulgaria permanecen en
vigor, y que pesqueros de ambas naciones faenarán frente a las Malvinas con dos
inspectores argentinos en cada barco que garanticen la no violación de las 150
millas de exclusión militar británica.En efecto, desde el final de la guerra de
las Malvinas, la Armada argentina ha patrullado celosamente sus aguas
jurisdiccionales; de ello dan fe el apresamiento de pesqueros españoles
faenando sin licencia o con licencia británica y el hundimiento a cañonazos de
un pesquero de Taiwan que se resistió al abordaje. Todos ellos incidentes
anteriores al 29 de octubre pasado, en el que el Reino Unido, aduciendo la
esquilmación salvaje de la fauna ictiológica de estas aguas, amplió en 50
millas su soberanía administrativa.
La cancillería argentina
estima -y no parece mentir- que con los nuevos acuerdos pesqueros y los que
podrían llegar a firmarse si se supera el conflicto se reduciría tres cuartas
partes el número de pesqueros que estaban faenando en la zona a río revuelto, aprovechándose
de las diferencias anglo-argentinas.
Desde el 29 de octubre, la
Armada y la Fuerza Aérea argentinas han patrullado la jurisdicción republicana
en el Atlántico sur sin mayores problemas. El Reino Unido, con la misma
prudencia, se limitó a vigilar sus primeras 150 millas de exclusión militar
para unidades navales o aéreas argentinas. El conflicto físico no era posible.
Asunto endemoniado
Desde hoy comienza a
perfilarse lo que podría llegar a ser la guerra de los pesqueros o la guerra de
las licencias. Los buques que pueda apresar el Reino Unido faenando en lo que
entiende por sus 200 millas llevarán a bordo la carga política de dos oficiales
navales argentinos. Y si la Armada argentina apresa pesqueros internacionales
bajo licencia británica, el gobernador militar de las Malvinas podrá verse
obligado a prestarles protección aeronaval. Un asunto bastante endemoniado que
sólo se puede enfriar mediante mediaciones y presiones internacionales que
hasta el momento brillan por su ausencia.Por ahora sólo una cosa es segura
desde esta capital federal: en lo último en que está pensando el Gobierno
radical de Raúl Alfonsín es en propiciar un nuevo choque militar con las
fuerzas británicas acantonadas en las Malvinas. La mera y abierta aceptación de
las 150 millas británicas de exclusión militar lo corrobora. El Gobierno de
Margaret Thatcher está colocando a esta Administración, probadamente
democrática y pacifista, entre la espada y la pared.
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