Un seguimiento mediano distinguió la décima huelga general
organizada por la central sindical peronista Confederación General del Trabajo
(CGT) en los cuatro años de la recobrada democracia argentina. La huelga, en
esta ocasión por 34 horas, se inició como en numerosas ocasiones anteriores
aprovechando las lindes de una festividad: el feriado optativo del martes a
cuenta de la Inmaculada Concepción.Esta vez la CGT se retiró de la Capital
Federal iniciando la huelga con una concentración en La Matanza, partido
industrial bonaerense, que reunió entre 10.000 y 20.000 personas. Saúl
Ubaldini, el trabajador cervecero que encabeza la CGT, pretendió ridiculizar al
presidente, Raúl Alfonsín, imitando su voz y fue crítico y sarcástico con los
ministros de Economía, Trabajo y Obras Públicas. Nuevamente el núcleo de su
mensaje consistió en la exigencia de la renuncia del equipo económico del
Gobierno, al que acusa de encontrarse al servicio del Fondo Monetario
Internacional.
Estimulado por
los concurrentes, que levantaban imágenes de la Virgen de Luján, muy milagrera
y patrona del Ejército, Ubaldini cerró su discurso con un "¡Gracias Virgen
mía, por darnos este acto!".
La huelga ha sido
seguida muy irregularmente en todo el país, acaso ante el cansancio por tan
repetitiva fórmula. Salieron los periódicos aunque en paginación reducida y
oficinas bancarias, comercios y espectáculos, abrieron sus puertas en gran
número. Circularon taxis y autobuses conducidos por sus propietarios y sólo la
paralización de los trenes subterráneos y de superficie incidió seriamente en
la asistencia al trabajo.
El hecho de que
la CGT realizara su concentración en la provincia de Buenos Aires y no en la
capital argentina y la escasa asistencia a la misma -pese a celebrarse en una
cicunscripción eminentemente obrera- se interpreta en Argentina como un
decaimiento del poder de convocatoria del sindicalismo peronista.
El presidente
Alfonsín no sólo se ha ausentado de esta décima huelga -se encuentra en viaje
oficial de siete días a Italia y el Vaticano- sino de la transmisión de poderes
a los 22 gobernadores provinciales electos el pasado 6 de septiembre, de los
que 14 son peronistas, y sólo dos -Córdoba y Río Negro- radicales, y el resto
pertenecientes a caudillismos locales.
Antes de su
marcha el presidente se reunió en el domicilio del ministro del Interior,
Enrique Nosiglia, con el hoy ya gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Antonio Cafiero, líder de la corriente renovadora del Movimiento Justicialista
y firme candidato presidencial para las elecciones de 1989.
Cafiero es desde
hoy gobernador de la primera provincia del país pero se enfrenta con una
mayoría de la Unión Cívica Radical en el Congreso provincial y con otra mayoría
-también radical- de alcaldes y por ello tiene necesidad de pactar con el jefe
del radicalismo.
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