22/1/07

El Holocausto (22-1-2007)

Mein Kampf, Mi lucha, de Adolf Hitler debería ser lectura obligatoria en la escuela secundaria porque resulta tan delirante, rastrero y pedregoso que espanta, y ni siquiera está escrito en buen alemán. Vendió millones de libros cuando accedió al poder y las familias alemanas los compraban como coartada. Nunca entendí su prohibición en tantos Estados y que en España fuera decomisado. Es una buena lectura para entender los principios mágicos del Holocausto. Hitler inventó poco, salvo la metodología, y bebía en los Reyes Católicos y su expulsión de los judíos y en los seculares pogroms que asolaron a los hebreos en centroeuropa. Mein Kampf es hijo de Los protocolos de los sabios de Sión, un cuento de terror para niños montado por la policía política del zarismo.

No se conserva un solo papel en el que el Führer firmara una ejecución. En eso el cabo austriaco era muy melindroso. Cuando las tropas soviéticas hacían retroceder a las alemanas, Heinrich Himmler sugirió solemnemente en la Cancillería la aplicación de «la solución final» y Hitler miró pensativamente al techo sin contestar palabras según escribe en sus papeles el Reich Führer de las SS. La matanza se hizo con sobrentendidos porque las actas de las reuniones se quemaban de inmediato.

Los artífices de la carnicería étnica, tarea ciclópea porque es bastante difícil matar a un ser humano y hacer desaparecer su cadáver fueron: Hitler, un criador de pollos aficionado a la genética que se suicidó mascando un diente de cianuro cuando fue detenido por las tropas americanas; Reynard Heydrich, un oficial de la inteligencia naval, de aspecto patibulario, asesinado en Praga por paracaidistas checos; y Adolf Heichmann, un burócrata de la deportación y las estadísticas de la muerte. Un juntacadáveres secuestrado en Argentina y ahorcado en Israel.

Que el actual presidente de Irán, Ahmadineyad, se pregunte por qué no hay información si realmente existió el Holocausto. Al barbado debieron aplicarle las leyes europeas que penalizan la negación del Holocausto. Submarinos israelíes con cohetes de cabeza nuclear navegan permanentemente sumergidos para dar una respuesta inmediata a un ataque atómico que arrasaría su pequeño territorio y población. Quizás refinando uranio enriquecido los ayatolás pretendan un equilibrio de terror en el Cercano Oriente, pero si empiezan por negar los millones de muertos en los campos de concentración nazi como en el actual Israel podemos sospechar quién acabará apretando el gatillo. El diario egipcio Al Gomhuria editorializaba recientemente: «Son los judíos con sus arteras manos quienes están detrás de todos los problemas, desastres y catástrofes del mundo». Parece inevitable para esta generación que los árabes y bastantes europeos consideren a los judíos como manipuladores del neoconservadurismo (y ultraderechismo) de los EEUU. Ya se sabe que otros pueblos tienen raíces, pero los judíos pies.

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