11/10/07

Publicidad ominosa (11-10-2007)

La publicidad es el holocausto de las neuronas para miles de millones de televidentes. En Noruega un señor se ha comido un filete de su culo lonchado quirúrgicamente y dice que se sabe a apio, y así nos quejamos de contenidos tan degradantes que llegan al autocanibalismo. Pero la publicidad también la consumimos bovinamente con el riesgo de efectos subliminales. De EEUU viene la buena nueva de un chip electrónico que mata la publicidad pasando la pantalla a blanco hasta que regresa la programación convencional. Nunca se comercializará porque extinguiría la televisión comercial y mayoritaria que conocemos.

No tengo memoria de haber comprado alguna vez algo que me hayan anunciado por televisión, sean unas almejas rebajadas o un coche. Es más: nunca he tenido un automóvil que se anunciara en la caja de los truenos catódicos. Pero es tal el dominio de los anuncios que han de ser legión los que compran compulsivamente lo que les ofertan visualmente en casa. Los argentinos tienen fama de buenos creativos, o menos malos, y adivino Buenos Aires como escenario de muchos anuncios. Ahora ofertan un coche checo mientras el vendedor lee Clarín, el mayor diario argentino, acabando el vídeo en el porteño Puerto Madero.

Hay anuncios subnormales como el de boca a oreja o el coche ecológico, surrealistas como la mayoría de los automovilísticos, machistas para el consumo diario y la limpieza del hogar, y como ya he escrito misóginos en materia farmacéutica. La publicidad institucional, hoy «Gobierno de España», es una intromisión en nuestros comportamientos privados y en nuestro discernimiento llegando la DGT a la compulsión y la intimidación. Casi nunca se publicita un libro o un ordenador personal, que se ve que se venden solos. Sin embargo, tales desastres se pueden soportar teniendo lectura en la mesita de luz, pero las televisoras se muestran intratables metiendo la publicidad por un tubo de eyección. También de EEUU llegará el recorte en segundos del silabeo de los locutores para hacer hueco a dos o tres anuncios más por tanda. Será el colmo de la saturación.

Eso de que en España sólo se pueden emitir más de 12 minutos de anuncios por hora pertenece al reino de irás y no volverás, de un país de fábula. La UE nos suele advertir que incumplimos el reglamento publicitario, e informa EL MUNDO que Industria investiga a Cuatro por infringir la normativa publicitaria no separando los anuncios por 20 minutos de contenido. La Sexta y Telecinco se han quejado ante el ministerio, pero, sin cronómetro en mano, me parece que el inmisericorde aluvión publicitario afecta a todas las cadenas, empezando por La 1 y exceptuando, quizá, a La 2. La publicidad es una industria y debe ser regulada con criterios de defensa del consumidor que ahora sólo puede zafarse con el zapping. Por el momento no hay sólo programa, y menos el cine, que sea territorio libre de publicidad. Acabaremos defendiéndonos con el DVD.

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