La metodología del separatismo catalán es subirse al balcón de la
Generalitat y proclamar la República catalana. El último en hacerlo fue Lluis
Companys a quien sometió el buen
catalán, general Batet, siendo condenado por la II República a 30 años por
sedición, de lo que le libró la amnistía del Frente Popular. En otra mueca de
la Historia, Franco los fusiló a los dos. Parece que algo hemos ganado porque
frente a las anteriores insurgencias catalanistas unilaterales el actual
contencioso se desarrolla entre asambleas, manifestaciones, parlamentos y
gobiernos. Un pelafustán se malicia que el Estado mande los tanques a las
Ramblas. Son los agoreros que desconocen el artículo 155 de la Constitución que
no cita a las Fuerzas Armadas como coerción autonómica, ni falta que hace. Si
se llegara a la intervención bastaría con poner a los Mossos de Esquadra a las
órdenes del delegado del Gobierno, ya que las policías autonómicas (todas las
policías) lo son subsidiariamente del Estado y están obligadas a sujetarse a su
ley. Pero tampoco será preciso llegar a tanta escrupulosidad constitucional
porque el secesionismo está alcanzando su máxima tensión y todos los soufflés
acaban desinflándose. Artur Mas, heredero de la gran hipocresía pujolísta, no
va a ganar un concurso de popularidad ni en Vic, pero de él cabe esperar sea un
hombre de palabra y no proceda a ninguna acción ilegal. Y ello conlleva mucha
fe porque en la autonomía catalana no se cumplen las sentencias del Tribunal
Superior de Cataluña, del Tribunal Supremo o del Constitucional. Si así son las cosas no habrá consulta como ya se
teme Oriol Junqueras el incendiario de esta situación. Los amores entre la
derecha (CiU) y la extrema izquierda (ERC) acaban siendo efímeros. Las
elecciones anticipadas son legales, aunque sean plebiscitarias, y ello creará
otro paisaje político aunque lo dominen los separatistas. Pero finiquitará esta
charca de ranas en la que estamos empantanados, y entonces, sí, que habrá que
hacer política. Hasta ahora el Gobierno ha cocinado muy bien este soufflé
permitiendo que los enésimos secesionistas se cuezan solos. Es Rajoy quien está
marcando el tiempo, no Mas.
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