13/1/85

Crónica de una presidencia anunciada (13-1-1985)

Brasil, un gigante de más de ocho millones de kilómetros cuadrados poblado por 130 millones de blancos, negros y japoneses, saturado de recursos naturales, es en sí mis mo un continente propio con aqusadas diferencias sobre el resto de América Latina. Y, pionero de las intervenciones militares en el Cono Sur, sigue su propio modelo democratizador.

Unas elecciones directas en 1982 permitieron a cuatro partidos de oposición competir con el partido del régimen por las alcaldías, los Gobiernos de los Estados y los bancos del Senado y el Congreso federal y las asambleas legislativas estaduales. El Partido Democrático Social (PDS), menor instrumento de la dictadura, se enfrentó al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), al Partido Democrático Laborista (PDT), al Partido Laborista Brasileño (PTB) y al Partido Laborista (PL).

El PMDB, primera fuerza de la oposición, es un conglomerado presidido por el ex presidente del Congreso Ulisses Guimaraes en el que cabe todo: desde los comunistas -constitucionalmente prohibidos, pero, de hecho, tolerados y hasta con órganos de expresión pública en las calles- hasta la derecha liberal. El PDT es el partido de Leonel Brizola -el carismático gobernador carioca, en excelentes relaciones con la socialdemocracia alemana occidental-, larga y profundamente odiado por los militares y que aspiraría a la construcción en Brasil de un gran partido socialista. El PTB, viejo partido laborista, adulterado por las conspiraciones castrenses, podría estar en trance de alcanzar una fusión con el PDT, de Brizola. Y, finalmente, el PL es un partido de sindicalistas, fuertemente apoyado por la Iglesia católica, liderado por el legendario Luis Ignacio Silva, alias Lula, héroe de los metalúrgicos de São Paulo y una suerte de Lech Walesa brasileño.

En aquellas elecciones de 1982 la mecánica electoral (no votan los analfabetos, quizá la mitad del país; en Brasil, la estadística sólo puede ser aproximativa), que favorece al medio rural -políticamente deprimido y controlado- en detrimento del voto urbano e industrializado, dio un triunfo al régimen. El Colegio Electoral -diputados federales, senadores y delegados de los parlamentos estaduales-, que constitucional mente elige al presidente por man dato de seis años, quedó constitui do así: PDS, 359; PMDB, 275; PDT, 30; PTB, 14, y PL, 8. La mayoría absoluta es de 344 votos, y el PDS podía tranquilamente el mar tes elegir al sucesor designado por el partido, Paulo Maluf.

Recuerdo de Lampedusa

El nudo gordiano quedó deshecho cuando el pasado año multitudes hambreadas se enfrentaron al Ejército en Sáo Paulo para saquear los supermercados, y especialmente cuando las manifestaciones promovidas por la oposición en reclamo de elecciones presidenciales directas -dos millones de personas en São Paulo, millón y medio en Río de Janeiro- alcanzaron proporciones insospechadas hasta para sus propios organizadores. En síntesis, el oficialismo comprende, como Lampedusa, que es preciso que todo cambie para que todo permanezca igual, y la oposición se refrena ante las masas en la calle ofreciendo a los militares como candidato presidencial al más conservador y moderado de sus progresistas: el socialcristiano Tancredo Neves.

El propio vicepresidente de la República, Aureliano Chaves, enfrentado por celos personales con el presidente Figueiredo, abandona el PDS,y funda el Frente Liberal. Liberales y PMDB crean la Alianza Democrática, que empuja a Tancredo Neves hacia la presidencia bajo los siguientes pactos: Asamblea Constituyente que democratice la Constitución y establezca la elección presidencial directa, reforma de la ley de Partidos, reordenamiento económico y social, prioridad para el Noreste -azotado por sequías crónicas-, mantenimiento de la economía de libre mercado, política exterior soberana y reforma agraria basada en el cumplimiento del estatuto de la tierra.

El PDS se disloca en una querella entre cuatro candidatos, a la que Figueiredo asiste impasible, eligiendo finalmente al menos indicado: al prepotente y corrupto Paulo Maluf. El PDS divide su voto en tres: quienes votarán discíplinadamente por Maluf, quienes votarán abiertamente por el candidato de la oposición -la votación es nominal y en voz alta- y quienes votarán en blanco. ¿Por qué este suicidio político? Porque tras las movilizaciones populares del pasado año todos entendieron el principio del príncipe de Lampedusa, que también se llamaba Tancredo. La mayoría oficialista optó por pasar sus votos a la oposición para moderarla y poder seguir regentando sus feudos estaduales.

Por supuesto, el proceso democratizador brasileño no termina el martes con la designación-elección de Tancredo Neves como primer presidente civil y opositor tras 20 años de dictadura castrense; precisamente será ese día cuando comience la difícil transición hacia la democracia. Para noviembre de 1986 están convocadas las elecciones legislativas, y en ese lapso el pueblo brasileño debe negociar la reforma democrática de su Constitución, la elección directa del presidente de la República y la recomposición partidaria; todo ello al margen de los graves problemas económicos-sociales que soporta el país: 100.000 millones de diólares en dwda externa, 235% anual de inflación, corrupción económica institucionalizada y miseria endémica.

De Tancredo Neves se espera que no agote su mandato y convoque elecciones anticipadas directas después de 1986 y antes de 1988. Todo dependerá de la recomposición del mapa político brasileño de cara a las legislativas de dentro de dos años. El PDS puede simplemente desaparecer o transformarse en un partido tradicional de la derecha conservadora. El PMDB es una alianza excesiva que habrá de romperse por sus alas indefectiblemente. Y los tres partidos laboristas convergerán presumibiemente en una socialdemocracia liderada por Brizola. Todo está en estado gaseoso, particularmente porque, con la excepción de los comunistas -a su vez escindidos en dos-, los partidos brasileños no son ideológicos, sino que responden a fuerzas centrípetas de intereses o personas.

Calor y 'rock'

Brasil asiste así un punto indiferente a las cercanías de esta presidencia anunciada. El país está en calma, soportando el verano de los trópicos, con el todavía presidente Figueiredo hospitalizado en Río de Jainero por sus problemas lumbares, díscutiendo sobre el error o acierto de Pelé afiliándose la partido de Leonel Brizola, urdiendo el inminente carnaval o polemizando sobre la validez o disipación del espectáculo Rock in Río.Las fuerzas armadas, autodepuradas de sus elementos fascistas, asistirán expectantes y hasta complacientes a la elección de Tancredo Neves. No habrá juicios ni reclamos por las violaciones de los derechos humanos, ni en Brasil existen madres de desaparecidos trabajando organizadamente, por más que existan desaparecidos y asesinados. La mayor y única esperanza de quienes aún creen en el poder reparador de la justicia es el procesamiento de unos cuantos militares y civiles por el descarado latrocinio perpetrado desde la Administración en estos 20 años. Por el momento, Tancredo Neves sólo especula, modestamente, con la posibilidad de poner fin a las mayordomías que benefician a los altos cargos públicos.

El salario mínimo -para quien lo pueda obtener- es de 70 dólares (12.500 pesetas), y el desempleo, sólo calculable en las grandes ciudades industriales como São Paulo. Figueiredo acaba de retirar su decreto abriendo las reservas indias a los buscadores de minerales tras ser convencido de que estaba dando respaldo legal a una nueva matanza de indígenas. En los Estados del Noreste, ejércitos privados de los grandes propietarios vagan asesinando a las familias que, huyendo de la sequía, se instalan en un cuadro de tierra junto a un pozo. La semana pasada, en Río de Janeiro la Policía Militar pasó una noche cercando una favela y disparando sin atreverse a entrar en captura de una banda. Casi todas las mañanas, los cuerpos de chicos de 14 años muertos a tiros son retirados de los arrabales cariocas tras haber intentado robar hilo de cobre.

En Río, las aceras y las arenas de las playas de Copacabana, Ipanema y Leblon despiden el olor acre de una de las mayores ofertas sexuales del mundo, y en los Arcos da Lapa, los más hermosos travestidos han arrebatado las veredas a las putas. Niños de ocho años (500.000 niños en Río sin escolarizar) que duermen en las playas intentan venderte una flor mustia o te imploran en las terrazas por los restos fríos de tu emparedado al pie mismo de edificios con pisos de 1.000 metros cuadrados y piscina individual en cada planta.

"Mire, usted", te comentan, "este país está maduro para la revolución, pero para la Revolución Francesa; esa es la que tenemos ahora que hacer".

No hay comentarios:

Publicar un comentario