Brasil, un gigante de más de
ocho millones de kilómetros cuadrados poblado por 130 millones de blancos,
negros y japoneses, saturado de recursos naturales, es en sí mis mo un continente
propio con aqusadas diferencias sobre el resto de América Latina. Y, pionero de
las intervenciones militares en el Cono Sur, sigue su propio modelo
democratizador.
Unas elecciones directas en
1982 permitieron a cuatro partidos de oposición competir con el partido del
régimen por las alcaldías, los Gobiernos de los Estados y los bancos del Senado
y el Congreso federal y las asambleas legislativas estaduales. El Partido
Democrático Social (PDS), menor instrumento de la dictadura, se enfrentó al
Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), al Partido Democrático
Laborista (PDT), al Partido Laborista Brasileño (PTB) y al Partido Laborista
(PL).
El PMDB, primera fuerza de
la oposición, es un conglomerado presidido por el ex presidente del Congreso
Ulisses Guimaraes en el que cabe todo: desde los comunistas
-constitucionalmente prohibidos, pero, de hecho, tolerados y hasta con órganos
de expresión pública en las calles- hasta la derecha liberal. El PDT es el
partido de Leonel Brizola -el carismático gobernador carioca, en excelentes
relaciones con la socialdemocracia alemana occidental-, larga y profundamente
odiado por los militares y que aspiraría a la construcción en Brasil de un gran
partido socialista. El PTB, viejo partido laborista, adulterado por las
conspiraciones castrenses, podría estar en trance de alcanzar una fusión con el
PDT, de Brizola. Y, finalmente, el PL es un partido de sindicalistas,
fuertemente apoyado por la Iglesia católica, liderado por el legendario Luis
Ignacio Silva, alias Lula, héroe de los metalúrgicos de São Paulo y una suerte
de Lech Walesa brasileño.
En aquellas elecciones de
1982 la mecánica electoral (no votan los analfabetos, quizá la mitad del país;
en Brasil, la estadística sólo puede ser aproximativa), que favorece al medio
rural -políticamente deprimido y controlado- en detrimento del voto urbano e
industrializado, dio un triunfo al régimen. El Colegio Electoral -diputados
federales, senadores y delegados de los parlamentos estaduales-, que
constitucional mente elige al presidente por man dato de seis años, quedó
constitui do así: PDS, 359; PMDB, 275; PDT, 30; PTB, 14, y PL, 8. La mayoría
absoluta es de 344 votos, y el PDS podía tranquilamente el mar tes elegir al
sucesor designado por el partido, Paulo Maluf.
Recuerdo de Lampedusa
El nudo gordiano quedó
deshecho cuando el pasado año multitudes hambreadas se enfrentaron al Ejército
en Sáo Paulo para saquear los supermercados, y especialmente cuando las
manifestaciones promovidas por la oposición en reclamo de elecciones
presidenciales directas -dos millones de personas en São Paulo, millón y medio
en Río de Janeiro- alcanzaron proporciones insospechadas hasta para sus propios
organizadores. En síntesis, el oficialismo comprende, como Lampedusa, que es
preciso que todo cambie para que todo permanezca igual, y la oposición se
refrena ante las masas en la calle ofreciendo a los militares como candidato
presidencial al más conservador y moderado de sus progresistas: el
socialcristiano Tancredo Neves.
El propio vicepresidente de
la República, Aureliano Chaves, enfrentado por celos personales con el
presidente Figueiredo, abandona el PDS,y funda el Frente Liberal. Liberales y
PMDB crean la Alianza Democrática, que empuja a Tancredo Neves hacia la
presidencia bajo los siguientes pactos: Asamblea Constituyente que democratice
la Constitución y establezca la elección presidencial directa, reforma de la
ley de Partidos, reordenamiento económico y social, prioridad para el Noreste
-azotado por sequías crónicas-, mantenimiento de la economía de libre mercado,
política exterior soberana y reforma agraria basada en el cumplimiento del
estatuto de la tierra.
El PDS se disloca en una querella
entre cuatro candidatos, a la que Figueiredo asiste impasible, eligiendo
finalmente al menos indicado: al prepotente y corrupto Paulo Maluf. El PDS
divide su voto en tres: quienes votarán discíplinadamente por Maluf, quienes
votarán abiertamente por el candidato de la oposición -la votación es nominal y
en voz alta- y quienes votarán en blanco. ¿Por qué este suicidio político?
Porque tras las movilizaciones populares del pasado año todos entendieron el
principio del príncipe de Lampedusa, que también se llamaba Tancredo. La
mayoría oficialista optó por pasar sus votos a la oposición para moderarla y
poder seguir regentando sus feudos estaduales.
Por supuesto, el proceso
democratizador brasileño no termina el martes con la designación-elección de
Tancredo Neves como primer presidente civil y opositor tras 20 años de
dictadura castrense; precisamente será ese día cuando comience la difícil
transición hacia la democracia. Para noviembre de 1986 están convocadas las
elecciones legislativas, y en ese lapso el pueblo brasileño debe negociar la
reforma democrática de su Constitución, la elección directa del presidente de
la República y la recomposición partidaria; todo ello al margen de los graves
problemas económicos-sociales que soporta el país: 100.000 millones de diólares
en dwda externa, 235% anual de inflación, corrupción económica
institucionalizada y miseria endémica.
De Tancredo Neves se espera
que no agote su mandato y convoque elecciones anticipadas directas después de
1986 y antes de 1988. Todo dependerá de la recomposición del mapa político
brasileño de cara a las legislativas de dentro de dos años. El PDS puede
simplemente desaparecer o transformarse en un partido tradicional de la derecha
conservadora. El PMDB es una alianza excesiva que habrá de romperse por sus
alas indefectiblemente. Y los tres partidos laboristas convergerán
presumibiemente en una socialdemocracia liderada por Brizola. Todo está en
estado gaseoso, particularmente porque, con la excepción de los comunistas -a
su vez escindidos en dos-, los partidos brasileños no son ideológicos, sino que
responden a fuerzas centrípetas de intereses o personas.
Calor y 'rock'
Brasil asiste así un punto
indiferente a las cercanías de esta presidencia anunciada. El país está en
calma, soportando el verano de los trópicos, con el todavía presidente
Figueiredo hospitalizado en Río de Jainero por sus problemas lumbares,
díscutiendo sobre el error o acierto
de Pelé afiliándose la partido de Leonel Brizola, urdiendo el inminente
carnaval o polemizando sobre la validez o disipación del espectáculo Rock in Río.Las fuerzas armadas, autodepuradas
de sus elementos fascistas, asistirán expectantes y hasta complacientes a la
elección de Tancredo Neves. No habrá juicios ni reclamos por las violaciones de
los derechos humanos, ni en Brasil existen madres de desaparecidos trabajando
organizadamente, por más que existan desaparecidos y asesinados. La mayor y
única esperanza de quienes aún creen en el poder reparador de la justicia es el
procesamiento de unos cuantos militares y civiles por el descarado latrocinio
perpetrado desde la Administración en estos 20 años. Por el momento, Tancredo
Neves sólo especula, modestamente, con la posibilidad de poner fin a las
mayordomías que benefician a los altos cargos públicos.
El salario mínimo -para
quien lo pueda obtener- es de 70 dólares (12.500 pesetas), y el desempleo, sólo
calculable en las grandes ciudades industriales como São Paulo. Figueiredo
acaba de retirar su decreto abriendo las reservas indias a los buscadores de
minerales tras ser convencido de que estaba dando respaldo legal a una nueva
matanza de indígenas. En los Estados del Noreste, ejércitos privados de los
grandes propietarios vagan asesinando a las familias que, huyendo de la sequía,
se instalan en un cuadro de tierra junto a un pozo. La semana pasada, en Río de
Janeiro la Policía Militar pasó una noche cercando una favela y disparando sin
atreverse a entrar en captura de una banda. Casi todas las mañanas, los cuerpos
de chicos de 14 años muertos a tiros son retirados de los arrabales cariocas
tras haber intentado robar hilo de cobre.
En Río, las aceras y las
arenas de las playas de Copacabana, Ipanema y Leblon despiden el olor acre de
una de las mayores ofertas sexuales del mundo, y en los Arcos da Lapa, los más
hermosos travestidos han arrebatado las veredas a las putas. Niños de ocho años
(500.000 niños en Río sin escolarizar) que duermen en las playas intentan
venderte una flor mustia o te imploran en las terrazas por los restos fríos de
tu emparedado al pie mismo de edificios con pisos de 1.000 metros cuadrados y
piscina individual en cada planta.
"Mire, usted", te
comentan, "este país está maduro para la revolución, pero para la
Revolución Francesa; esa es la que tenemos ahora que hacer".
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