Por 480 votos electorales
contra 180 votos obtenidos por el candidato oficialista, Paulo Maluf, Tancredo
Almeyda de Neves fue designado en la mañana de ayer presidente efecto por el
Colegio Electoral, reunido en Brasilia. Los votos en blanco o ausentes fueron
26. Neves, que sólo precisaba 344 votos para su nominación, fue felicitado
telefónicamente por el actual presidente, general Figueiredo, desde la clínica
carioca en la que se recupera de una operación de columna. El 15 de marzo,
Tancredo Neves, que ha prometido democratizar el país, tomará posesión como
primer presidente civil en 21 años.
Contrariamente a la
tradición política brasileña, en donde siempre se albergan dudas sobre si la
elección se llevará o no a cabo y si el candidato elegido tomará o no posesión
de su cargo (incluidas las transferencias presidenciales dentro de los 21 años
de dictadura militar), Neves, el candidato de la oposición, ha sido elegido sin
alarmas, sin medidas de emergencia, conociéndose su victoria de antemano y sin
que exista la menor duda de su pacífica asunción dentro de dos meses.El próximo
día 23, el presidente electo iniciará un viaje al exterior que le conducirá al
Vaticano, Portugal, Estados Unidos y Argentina. En todas las capitales del país
se siguió la elección en paneles colocados en las principales plazas públicas.
Se especula con las
imposiciones que las fuerzas armadas pueden haber obligado a aceptar a Tancredo
Neves para tolerar su elección. Éstas se resumen en el mantenimiento de la
prohibición de los dos partidos comunistas, el no restablecimiento de
relaciones diplomáticas con Cuba y garantías de empleo para los 14.000
militares retirados que pueblan la administración de las empresas estatales.
Los comunistas se
encuentran, de hecho, tolerados; publican sus órganos de opinión, y ocupan sus
bancos de diputados federales o senadores al amparo del gran partido de la
oposición, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
Su legalización explícita
será tarea de la Asamblea constituyente que se forme tras las elecciones
legislativas de noviembre de 1986.
El restablecimiento de
relaciones con Cuba -necesario por razones económicas y de coincidencia de
intereses comunes en los mercados del azúcar- habrá de esperar a la
consolidación del Gobierno.
La privatización de empresas
innecesariamente nacionalizadas no será un trauma al absorber el 70% del
capital estatal empresas como las petroquímicas, eléctricas y ferroviarias, que
Tancredo Neves no tiene intención de desnacionalizar.
Mayores quebraderos de
cabeza acarreará el redimensionamiento del mastodéntico Servicio Nacional de
Informaciones (SNI), a cuyo frente quiere destinarse a un civil, despojándose
al organismo de su categoría ministerial y reduciendo sus hipertrofiadas
funciones y personal. Por lo demás, las fuerzas armadas brasileñas no
evidencian el menor signo de no aceptar la transición democrática pilotada por
Tancredo Neves.
Los generales de cuatro
estrellas y los de tres con mando de unidades ya se pronunciaron hace meses, a
requerimiento del SNI, por la no injerencia militar en la sucesión de
Figueiredo, y la Armada se encuentra absolutamente comprometida con esta
democratización, hasta el extremo de que el pasado mes de septiembre -el septiembre negro, plagado de rumores de golpes de
Estado- elaboró un plan de contragolpe para resistir un previsible alzamiento
del sector ultraderechista del Ejército.
Paulo Salim Maluf, con 180
votos electorales, intentará capitanear la oposición en nombre del desmembrado
Partido Demócrata Social (PDS), sostén político del régimen que termina. El
futuro del PDS es incierto, pero su definitiva desaparición es segura si Maluf
obtiene su presidencia; la consigna entre los restos del naufragio del
oficialismo consiste en desmalufizar el partido para lograr su
supervivencia.
De hecho, el PDS resulta ya
innecesario, al haberse refugiado los grandes intereses económicos y políticos
que sostuvieron al régimen en el recién formado Partido del Frente Liberal,
dirigido por el vicepresidente de Figueiredo, Aureliano Chaves, que han decidido,
con la defección de sus votos, el triunfo de la oposición y de Tancredo Neves.
Tan es así que, junto a Neves, y en calidad de vicepresidente, ha sido elegido
el senador José Sarney, de 54 años, miembro de la Academia de las Letras
brasileña y fundador, y ex presidente hasta el pasado año, del PDS. Como
reconoce toda la prensa brasileña, los militares entregan el poder a los
civiles y la presidencia al candidato de la oposición, pero dentro de las
reglas que ellos mismos han impuesto a los políticos.
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