22/2/85

Isabel Perón abandona la presidencia del justicialismo (22-2-1985)

Isabelita Martínez de Perón, tercera esposa de Juan Domingo Perón, renunció irrevocablemente a la presidencia del Movimiento Justicialista, según trascendió ayer en Buenos Aires. La dimisión llegó a conocimiento de las dos facciones en que ha quedado provisionalmente dividido el peronismo por los esotéricos y domésticos medios de comunicación política que placen a la señora: dos cartas supuestamente autógrafas, transportadas hasta Buenos Aires por una amiga personal. Entre tanto, la ex presidenta argentina se encontraba ayer en Fuengirola

La amiga correo, Melia Arbelaiz de Álvarez, administradora en Argentina de los bienes de la ex presidenta, facilitó sendas fotocopias de las cartas dirigidas a Lorenzo Miguel, líder de los sindicatos peronistas y vicepresidente segundo del peronismo oficialista, y al senador Orlando Britos, vicepresidente primero del peronismo renovador.Dada la caótica situación interna del justicialismo, Isabelita ha tenido que dimitir dos veces al presidir los dos bloques enfrentados.

Orlando Britos reconocía ayer patéticamente tener en su poder la fotocopia de una carta autógrafa de dimisión irrevocable -sin otras consideraciones-, que en principio daba por buena, aunque desconocía la caligrafía de Isabelita. Hablar telefónicamente con la señora o acudir a conversar personalmente con ella es algo que la dirigencia peronista -cualquiera de ellas- ya ni siquiera intenta.

No obstante, los peronistas estiman que si la renuncia fuera apócrifa,Isabelita habría abandonado su espeso silencio para desmentirla. [Isabel Perón se encontraba ayer en el aparthotel PYR de Fuengirola, según pudo comprobar EL PAIS a través de un conserje que respondió que la señora había dejado su llave en recepción y había salido. Los intentos de localizarla en la localidad malagueña fueron infructuosos].

La versión rápidamente elaborada en los círculos peronistas -sus líderes saben tanto de las intenciones de Isabelita como este corresponsal- consiste en que la jefa ha dimitido como expresión de rechazo a la división justicialista. La renuncia así entendida propiciaría el clima dramático y sentimental para que los dos congresos peronistas optaran por un tercero de reunificación bajo el mando ecuménico de la señora.

Aunque así fueran las cosas, poco podría revertirse la acelerada descomposición del peronismo, por cuanto el desprestigio de Isabelitase encuentra firmemente consolidado.

El último número de Humor (revista satírica argentina de gran tirada) despliega tres páginas con fotomontajes de la ex presidenta en paños menores y poses eróticas con leyendas como que Felipillo -Felipe González- se olvidó por sus encantos de la OTAN. Y en las remembranzas periodísticas sobre José López Rega no se olvidan dos anécdotas del mandato de la ex presidenta: cuando los ministros se perseguían para agredirse corriendo en rededor de la mesa de consejos que ella presidía, y cuando uno de sus edecanes, al entrar en su despacho presidencial, encontró al brujo, al fundador de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), al inspirador del terrorismo argentino de extrema derecha, su secretario y confidente, sujetándola por el cuello y dándola de bofetadas.

Cinco años de cautiverio en una residencia militar tras su derrocamiento -más las atrocidades posteriores- permitieron la restitución de sus bienes en Argentina y España, el pago de sus salarios como ex presidenta y la anulación de las causas contra ella seguidas por presunta prevaricación, para que pudiera regresar al país sin ser detenida por cualquier juez federal.

Los peronistas, enzarzados entre sí por el reparto de la herencia política de Perán, la eligieron presidenta del movimiento, en parte como símbolo y fundamentalmente para no tener que pelearse a muerte por el cargo.

Entre la cocina y la sacristía

Por las mismas razones, los dos congresos peronistas de la escisión le otorgaron la presidencia sin que ella solicitara nada, dijera nada ni mostrara la menor intención de regresar a su país tras más de un año de restauración de la democracia.

Sus breves visitas a Buenos Aires llenaron de gozo a los radicales en el poder ante la mínima movilización de sus propios partidarios por recibirla, y ante el bochornoso tono, a medio camino entre la cocina y la sacristía, con que maternalmente quiso dirigirse a la clase obrera argentina. "Es tonta y jamás abandonará Madrid", es el comentario más caritativo que, siempre en privado, pero sin secreto, hacen de ella los propios peronistas de cualquier facción.

Uno de los justicialistas más solventes, el ex candidato presidencial Italo Argentino Lúder, ya venía pidiendo reiteradamente la dimisión de la señora como primer paso para clarificar el partido.

Pese a que su papel político efectivo era inexistente, su dimisión aporta nuevos elementos al frenesí autodestructor del peronismo, al liberar las tensiones por el control del movimiento entre los oficialistas,atrincherados en la burocracia sindical y la ultraderecha sociológica, y los renovadores -casi todos los congresistas y gobernadores-, que rechazan el pistolerismo y el desprecio por la democracia de los primeros.

Algo es seguro: por muchos que sean sus pecados, la clase obrera argentina no merece estos dirigentes.

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