12/12/85

El fiscal Strassera anuncia su intención de recurrir las sentencias del juicio contra las juntas argentinas (12-12-1985)

El fiscal de la Cámara Federal, Julio César Strassera, anunció ayer su intención de recurrir las sentencias contra las tres primeras juntas militares argentinas ante la Suprema Corte de Justicia de la nación. La fiscalía, al igual que los abogados defensores de los condenados, tiene de plazo hasta el 23 de diciembre para la presentación de los recursos. Strassera no ha querido ser más explícito en sus declaraciones públicas, dado que aún no ha tenido tiempo de leer los cerca de 1.500 folios de la sentencia, pero sí ha señalado su principal línea de discrepancia con el fallo: que la Cámara haya sentenciado por armas, y no por juntas.

Strassera fue particularmente contundente a este respecto: "Para mí, el brigadier Agosti es tan responsable de lo que sucedió en la Escuela de Mecánica de la Armada como el almirante Massera".Dentro de la reserva judicial ha trascendido que la Cámara aceptará todos los recursos que le sean presentados, tanto por el fiscal como por las defensas. También puede afirmarse que, si el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas -máximo tribunal castrense- continúa, como durante los dos últimos años, utilizando tácticas dilatorias para no juzgar a sus conmilitones, todas las actas de este proceso regresarán nuevamente a la Cámara Federal para que ella resuelva sobre las responsabilidades de los oficiales superiores que comandaron zonas operativas en laguerra sucia contra la subversión.

Los argentinos -los argentinos que sienten alguna zozobra ante estos problemas; la generalización sería engañosa- se encuentran divididos frente a las sentencias, entre los que estiman que el fallo es correcto y los que aprecian en él excesivas dosis de clemencia o de medrosidad ante la necesidad de hacer justicia a los antaño todopoderosos militares. Ni una sola voz, por más que las haya, se ha atrevido a protestar públicamente por la presunta severidad de estas condenas.

Es unánime, en cambio, la autocomplacencia porque, por primera vez en la historia argentina, la justicia le haya sentado la mano a la barbarie militar; se entiende así el juicio y su fallo, al menos, como un signo de normalización democrática y de regreso al mundo civilizado. Ernesto Sábato, por ejemplo, ex presidente de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP) ha declarado: "El resultado del juicio no es el que muchos esperábamos, sobre todo aquellos que hemos estado entrañablemente vinculados a las investigaciones y nos duele que hayan quedado en libertad o con leves penas hombres de los que tenemos la vehemente sospecha de ser culpables, pero con todos los defectos que pueda tener, debemos considerarlo como una honrosa demostración de la democracia argentina para un mundo donde nunca hubo un hecho semejante".

"La misma disparidad en las condenas", agregó Sábato, "está indicando que el juicio no ha sido un juicio dominado por un prejuicio político, que habría llevado a una condena masiva y predeterminada".

Los radicalizados

De la anterior unanimidad no participan, lógicamente, los sectores más politizados de la sociedad argentina, honesta y legítimamente radicalizados por la desaparición, tormento o muerte de sus seres queridos.Las Madres de Plaza de Mayo convocaron ayer desde las siete de la tarde y por 24 horas su quinta marcha de la resistencia bajo las consignas de Aparición con vida para defender la vida, Cárcel a los genocidas para defender la nación, Libertad a los presos políticos y No al Punto final.

No han formulado un repudio total a la sentencia y dedicarán sus mejores esfuerzos a impedir ese hipotética ley de punto final o ley deolvido que impida la eternización de los procesos abiertos a instancia del Gobierno o de particulares contra los asesinos que aún quedán sueltos.

Ya el ministro de Defensa, Roque Carranza, se ha apresurado a desmentir que el Gobierno esté estudiando un proyecto de ley de punto final. Sin embargo, y sin necesidad de desmentir al ministro, cabe afirmar que miembros del Gobierno y dirigentes de la Unión Cívica Radical se encuentran enzarzados en una discusión -aunque por ahora sólo sea intelectual- sobre la necesidad o no de ponerle fin algún día, a este océano de procesamientos.

Y entra dentro de la lógica de las cosas que, de aquí a un año, finalizados los recursos de este proceso, terminado el juicio por las Malvinas, ultimada la causa contra Camps, Chamorro, Acosta y Astiz, y cerrados los nuevos juicios contra los oficiales superiores operativos durante la guerra sucia, el Gobierno, ya para entonces con mayoría también en el Senado y Alfonsín en las lindes de la mitad de su mandato, haga votar en el Congreso una ley de olvido.

Por lo demás, las Fuerzas Armadas no han abierto la boca ni se detectan en su seno irritaciones peligrosas. Es más: es advertible en las reuniones sociales de los uniformados una creciente simpatía por Raúl Alfonsín de parte de sus esposas; espantoso elogio, pero cuando menos tranquilizador. La Iglesia, finalmente, carece de tiempo material para opinar, ocupada como está en evitar, incluso con amenazas de violencia física, la proyección en las salas porteñas de la película Je vous salue, Marie, de Jean-Luc Godard.

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