Horacio Jaunarena, un joven
abogado radical que era subsecretario del departamento desde la recuperación de
la democracia, en 1983, asumirá mañana como ministro de Defensa argentino.
Germán López dimitió el domingo, tras poco más de tres meses al frente de la
cartera, por mala salud y discrepancias dentro del Gobierno. Jaunarena es el
cuarto ministro de Defensa de Raúl Alfonsín.
El cargo, sin lugar a dudas,
contiene una elevada dosis de mufa
(gafe), que obligaría a exorcizar el ministerio. Su primer titular en esta recuperada
democracia fue Raúl Borrás, entonces la mano derecha de Alfonsín: falleció de
un cáncer de pulmón.El segundo ministro, Roque Carranza, igualmente amigo,
íntimo del presidente, falleció de un paro cardiaco mientras nadaba en una
piscina militar. Ahora, Germán López, otro histórico del alfonsinismo, ex
secretario de la Presidencia, dimite aduciendo problemas de salud: asma y
enfisema con problemas colaterales derivados de un tratamiento con corticoides.
No obstante, sus males ni
son mortales ni para jubilarse. Como secretario general de la Presidencia,
López tuvo serias discrepancias con la política militar diseñada por Borrás,
mantenida por su sucesor y obligatoriamente sostenida por él mismo para no
dislocar la continuidad. Por otra parte, estaba enfrentado con el ministro del
Interior, Antonio Tróccoli, por la intervención de servicios paramilitares en
la investigación del secuestro -aún no dilucidado- de un importante industrial.
Le sustituye Jaunarena, el
subsecretario de estos dos años y medio de democracia, que ha terminado
deviniendo en un aceptable interlocutor de los militares.
El reciente intento de
asesinato del presidente no puede ser incluido como factor determinante de esta
crisis, dado que también habría afectado al segundo del ministro dimitido.
La política militar es la
principal ocupación del presidente Alfonsín, y se ha mantenido por encima de
los desastres fisicos y de los ya enterrados ministros y subsecretarios (el
cosubsecretario de Jaunarena murió de un infarto sobre la mesa de su despacho
al mes de tomar posesión). Los recortes presupuestarios ya están llegando a las
bandas militares, reducidas drásticamente a las indispensables para los actos
de alto respeto.
Muere un torturador
También en el pantano de los
problemas militares cabe destacar la muerte del vicealmirante Chamorro,
director durante los peores años de la represión de la Escuela de Mecánica de
la Armada (Esma), quien estaba en prisión militar enjuiciado por orden de Alfonsín.Gran
escenógrafo de los horrores de la Esma, protagonizó uno de los más
espectaculares casos de síndrome
de Estocolmo ocurridos en la
Argentina dictatorial.
Chamorro torturó
personalmente a la guerrillera montonera Marta Bazán -ahora en paradero desconocido-,
le dio la vuelta, la convirtió en su amante, y, la
guerrillera reconvertida llegó a entregar a su propia familia. Con él marchó a
Suráfrica cuando el marino, que conservaba sobre su mesa de despacho las
cápsulas de munición naval con que se violentaba a las detenidas, fue destinado
como agregado a la Embajada de Argentina.
Varias veces infartado, ha
sucumbido a su última crisis cardiaca, y su sumario, sobreseído por la muerte.
Al no haber recibido sentencia, deberá ser enterrado con banda, discurso,
cañonazos y honores. Penúltimo guiño circense de esta historia de dementes
uniformados.
Por el momento, el último
guiño correrá a cargo del general Ramón Camps, torturador personal del
periodista Jacobo Timerman, y aquejado en un hospital castrense por un cáncer
de próstata con metástasis en los huesos y en el pulmón.
Si Camps muere antes del
lentísimo juicio militar y debe enterrársele con honores arderá Troya entre las mejores conciencias de esta
sociedad.
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