9/12/06

Francisco Umbral (9-12-2006)

Hace semanas que Francisco Umbral no escribe en la última página de este periódico. Está bien, no ha sido operado de nada, le han dado el alta de su alifafe y volverá escribir cuando le pete. Los zopilotes que han rondado en círculo su cama hospitalaria por ver de heredar su columna pueden regresar a sus pequeños riscos. Lo que es verdad es que se ha notado mucho su ausencia porque su columna es un macizo de hormigón que arma y sujeta la última página que es por donde se empiezan a leer los diarios. Umbral siempre ha sido de contraportada y en un periódico que hoy no importa le sacaron de la última y le marearon por los interiores a causa de los celos rastreros hasta que dio un portazo.

Una de mis primeras entrevistas se la hice en el Café Gijón hace sólo cuarenta años, y nunca me contestó a qué se debe ese pequeño chirlo que luce en la cara entre bucanero y canalla que tanto gustaba a las mujeres. Entonces era dandi y surrealista y vivía con un maniquí de El Corte Inglés que no sé cómo había afanado. Se celebraron cenas de escritores en honor de la muñeca de tamaño natural. Umbral era un progresista cuando había que serlo, bajo un franquismo que parecía no morirse nunca. Yo creo que he leído toda su producción periodística, que es ingente, y casi todos sus libros, y sigue siendo un rompedor y un antisistema de los que mean los muros de la Real Academia. Algunos indoctos y ágrafos recuerdan el «¡Vaya tropa!» del conde de Romanones y produce rubor y vergüenza ajena que este pulidor de palabras no se siente en la Academia.

El PP ha respetado más a Umbral porque tenía un Alberto de Cuenca en el Ministerio de Cultura, y del Partido Socialista está dicho todo cuando tiene a Rosa Regás en la Biblioteca Nacional y escribiendo que Barrabás fue el buen ladrón crucificado con Cristo. Cultura de supermercado. Sólo Tierno Galván supo utilizarle sabiamente como bastón literario y peripatético. Políticamente a Umbral le definen mejor sus adversarios, y cuando escribía en Abc le mandaban sobres llenos de excrementos. Y es que aunque él no se autotitula es más rojo que el bla-bla-bla de Zapatero. En la Guerra Civil le habrían fusilado en los dos bandos.

Escribo en las máquinas Olivetti que me dona y lo hago con dedos de mariposa para prolongar la vida del legado. Ya ni se fabrican. Y las cintas tintadas me las envía una mafia de amigos desde Marruecos. Un vericueto de la vida me ha convertido en inquilino de Umbral, y presumo de casero. Se nos han cruzado la caridad de las máquinas obsoletas y el mundo inmobiliario. En esta su ausencia temporal he recordado un no muy lejano artículo en octosílabos que era trabajo de orfebre. Como nunca se ha ido que se tome su tiempo en volver a apuntalar la última página.

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