16/4/07

De la crispación (16-4-2007)

La sociedad española no está atravesando ninguna crisis de crispación salvo los casos acotables, como la tuberculosis que fue erradicada antaño pero que todavía se trata. Miré los muros de la patria mía y sólo hallé profundamente cabreado a Manuel Conthe por haber sido tenido por títere, con el enojo bíblico marcado en las hendiduras de las mejillas y en la dentadura soldada al acetileno. Y eso que le designó el Gobierno. La Vice, que no soporta un retraso aéreo, no sé si está crispada o es remedo de Cruella de Vil cambiando de ropa como de perro. Pero el que denota crispación, y hasta encrespación, es Pepiño Blanco, el ignaro, con el alma más negra que el sobaco de un arcipreste, que pone punto y coma tras cada palabra, en una dicción para niños lelos que somos los votantes. Ya se sabe que ningún presidente deja al cargo del partido a alguien que sea más listo que él.

Crispados no lo están ni De Juana Chaos (el benefactor beneficiado) u Otegi, aunque todos los localismos independentistas están de mala leche por la tristeza maligna de no haber sido lo que pretenden ser. Las manifestaciones de la bandera y el himno nacional son tan tranquilas que parecen una feria con los niños en brazos, pese a la barbarie terrorista y la desidia política. No están crispados ni los pensionistas de la mínima, que ya se sabe que la resignación es la madrastra de la longevidad. Están crispados algunos periódicos y algunas radios, pero se complementan entre sí y las televisoras, pese a los guiños guerracivilistas de la primera, dan todas electroencefalograma plano y no son malvadas sino sólo malas. En el Gobierno no se advierte crispación porque los ministros/as están desaparecidos en combate. ¿Alguien sabe quién es Jordi Sevilla? Hasta el ministro de nuestra azarosa industria tiene por oficio el de anestesista; nada más adecuado ni descrispador.

La crispación es un juguete político del presidente para contrapearla con su autocelebrado talante, que a estas alturas aún no sabemos si es bueno o malo. Nadie vota a un arriscado que patrocina el Apocalipsis, y al Partido Popular le están endilgando el mote de la crispación como al que le pegan una chepa de atrezzo. Crispada está Almudena Grandes, pasionaria del paredón. Rajoy, Acebes y Zaplana vienen de colegios de pago y son conservadores, liberales, de centroderecha o derecha sin más pero apenas levantan la voz más de lo necesario en los mítines o en el Congreso. Principalmente están alarmados ante el proceso de paz de irás y no volverás y los suyos les reprochan la ausencia de puñetazos encima de la mesa. Los cucos partidarios de desenterrar la Guerra Civil deberán contestar: si esto es crispación, ¿qué fue lo de la II República?

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