Buscando señas de identidad Pedro Sánchez propone funerales de
Estado para las mujeres asesinadas por varones, iniciativa que atufa a ZP y que
por escribirlo en román paladino es una egregia chorrada. Tras la “Tormenta del
desierto” la US Army autorizó mujeres en
primera línea aunque las reglas de enfrentamiento en emboscadas o choques
inesperados exigen la retirada a posiciones de fuego dominante postergando la
recuperación de bajas. Pero no se evita que soldados socorran a sus compañeras
caídas rompiendo un pelotón y peligrándolo. Como si el ADN masculino incluyera
la protección de la mujer por cima de la violencia machista, grave problema de
educación y no de género. Las estadísticas se pudren cuando se impregnan de
pseudoideologías y no nos permiten advertir que nuestros índices mortuorios por
causas no naturales son, por este orden, el suicidio, los accidentes laborales,
el tráfico y la mal llamada violencia de género. Los medios ni atendemos a los
dos primeros renglones ni hay campañas institucionales que los prevengan. El
poeta metafísico inglés John Donne escribió: “No preguntes `por quién doblan
las campanas. Están doblando por ti”, y es que todos los muertos nos atañen.
Pese a la sumisión a que ha sido
sometida la mujer, fabrica la vida, es menos prescindible que el hombre y desde
la Antigüedad la vagina recibió el nombre de vaso sagrado. La periclitada
costumbre del crimen pasional se resuelve en la escuela enseñando que el maltrato
a la mujer es cobarde y antimasculino, y en la familia donde tantas madres
hacedoras de machistas reprochan a los varoncitos llorar o mentir como
niñas. Se ha perdido un magisterio de
costumbres de dejar el paso, un asiento, levantarse, destocarse o cargar peso
junto a una fémina porque estas lo toman como tachón de inferioridad, y la
igualdad de los sexos se ha llevado hasta el cerebro unisex arrasando con la
anatomía y la fisiología. Solo faltaban funerales de Estado de género.
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