16/2/06

‘Road to Guantánamo’ (16-2-2006)

Es el título del director británico Winterbottom, polifacético y provocador, sobre cuatro jóvenes ingleses y musulmanes que en Pakistán cruzan la frontera afgana para ver la guerra y, presos por los estadounidenses, son mandados a Guantánamo, donde permanecieron años hasta ser liberados por inocentes. La película ha emocionado al Festival de Berlín. EEUU no sólo tiene cárceles secretas (como Marruecos, sin ir más lejos) sino la pública de Guantánamo, que se está ampliando, de la que hay filmaciones y que alberga en un limbo jurídico a presuntos talibán y otros muslimes. Enfundados en un mono butano, aherrojados, con gafas de soldador, les trasladan en carretillas para que pierdan la mayor capacidad sensorial posible. No se puede saber si ha habido ejecuciones pero se conoce la tortura sistemática.

La tortura es la pornografía de la violencia. Es innecesaria salvo para tipos con alguna degeneración mental. Gilles de Rais, la imaginación del marqués de Sade o Vlad Dracul IV el Empalador, señor de Valaquia, dejaron al Santo Oficio en una fábrica de cosquillas. Durante la II Guerra Mundial un oficial británico contactó con la guerrilla croata que hacía el paripé de combatir a los nazis mientras asesinaba serbios. En la cena el inglés vio una cesta de almejas bajo la mesa. Los anfitriones rieron: eran ojos humanos. Basta la amenaza de los sayones de arrancarte las gónadas con las manos o hincarte un clavo ardiente en un ojo; basta un dentista sin anestesia o la picana eléctrica para que un detenido se confiese hasta el absurdo y la autoinculpación. Nadie resiste el tormento y Cristo (nada de blasfemias, por favor) se hubiera hurtado de la cruz de no ser por su naturaleza humana y la sentencia. «¡A la fuerza ahorcan!», dijo aquél. Hoy basta el lento pero eficaz sistema de no dejar dormir al supliciado hasta que hable mecánicamente. La tortura deshumaniza al paciente pero envilece a los verdugos. Aquel dicho secular de que la profesión de soldado era la de hombres honrados no es aplicable a los militares de EEUU.

La hipocresía internacional es la verja de Guantánamo; Occidente mira hacia otro lado y los muslimes arrasan embajadas por una iconografía de Mahoma, pero no por Guantánamo, pozo de ignominia. ¿Con qué créditos vamos a censurar las prisiones de Castro? En la Escuela de Mecánica de la Armada argentina acoplaron la picana a una cucharilla metálica para introducírsela por el útero a una embarazada y darle descargas al feto. La martirizada ya lo había contado todo. Lo hicieron por retorcimiento psiquiátrico y por placer. De saber su destino José Martí no hubiera escrito la hermosa Guantanamera.

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