27/2/06

Bajada de pantalones, subida de falda (27-2-2006)

¿Quién le habrá inspirado al comunista Llamazares la necesidad de que el Congreso muñera una declaración institucional sobre el 23-F, aquel carnaval adelantado hace 25 años? El texto leído con desgana por Marín es ahistórico y confundirá a quienes lo consulten en el futuro. ERC y otras minorías radicales han jibarizado el papel del Rey en aquellos sucesos alzaprimando hasta los ayuntamientos como si se hubiera dado otro alcalde de Móstoles. Para el PP esto es una bajada de pantalones del PSOE ante los grupúsculos que le apoyan; también una subida de falda del PP que votó una declaración que se apresuró a descalificar. Ceremonia arrabaliana de la confusión. El Congreso sólo acierta incluyendo a los medios de comunicación entre los factores antigolpe. RTVE fue tomada por los carristas, una cámara de TV y un micrófono dieron noticia de lo que pasaba en el Hemiciclo, los periodistas estuvieron en sus redacciones esperando lo peor y hasta lanzaron ediciones especiales, José María García, subido a un camión, retransmitía la asonada, y la noche fue de los transistores, cordón umbilical de una sociedad descabezada. Los partidos políticos, secuestrados sus jefes de filas, quedaron catatónicos. Los sindicatos cerraron sus sedes, dando orden de sálvese quien pueda. Y los municipios, ya digo. Garaicoetxea, a la sazón lehendakari desapareció por 24 horas.Se cruzó de noche el Bidasoa a remo y en Perpiñán hubo overbooking de plazas hoteleras para políticos en fuga. El miedo no es vergonzoso; nadie controla su adrenalina. Lo vergonzante es pretender aparecer como héroes en este papel congresual. No es una declaración institucional: es un lavamanos.

Lo ridículo es minimizar al Rey, a quien ni se cita. No se puede confirmar pero parece que Don Juan Carlos dijo que le tendrían que fusilar porque ni pensaba violar la Constitución ni irse de España. De no ser por el Rey, apantallado impagablemente por Sabino Fernández Campo, hoy sí que estaríamos elaborando una segunda Transición y no empantanados alegremente entre Estatutos y OPA, y Carod-Rovira habría abierto una librería en París para lectores en catalán. La Corona no es apelación suficiente. El Rey sabía por su cuñado Constantino de los peligros de aceptar un cuartelazo, y domeñó a bastantes capitanes generales con ganas de sumarse al golpe. Y otro mérito le toca al hoy desleído Adolfo Suárez sacando al general Armada de la Casa del Rey y mandándole a una división pirenaica. El desafecto mutuo Suárez-Armada fue feliz, y es una hipótesis bochornosa la de este último instalado en La Zarzuela poniendo mano en los teléfonos de la red territorial de mando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario