Probablemente será Texas el último Estado de la Unión en abolir la
pena capital, pero los texanos
cometerían un error de criterio si en función de esa circunstancia
condicionaran su voto a Gobernador republicano o demócrata (o su abstención)
haciendo del necesario abolicionismo un péndulo electoral. Entre nosotros
quienes defienden el derecho a la vida sin limitaciones sostuvieron su razón
moral sin que pudiera dejarles indiferentes la ley del aborto de Felipe
González con un supuesto que se
convirtió en franquicia en vez de aduana, pero aquella interrupción del
embarazo se convirtió en una de esas dolencias crónicas de las que no se
discuten porque siempre te acabas
muriendo de otra cosa. La tómbola sociológica de Zapatero vino después a
despertar el problema durmiente encargando a la mentalista Aido un negocio
carnicero potestativo desde los 16 años. Un ginecólogo recibió a una niña
solicitando un legrado y tras reconocerla la informó que gozaba de una salud
perfecta. “¿Y mi embarazo?”/ “Señorita, yo soy médico, y el embarazo no es una
enfermedad”. Tierno Galván fue un cínico de la escuela de Diógenes y advertía
que los programas electorales servían para no cumplirlos; la realidad es que
solo son indicativos y nunca las Tablas de la Ley. Si el Gobierno Rajoy hubiera
bajado los impuestos como quería hoy estaríamos tan haraposos como Grecia, de
la misma forma que en un encomiable empeño por no gravar con más querellas a la
sociedad ha trocado una nueva ley de aborto prometida por la reforma del
desaguisado de Bibí que ignoraba a que especie pertenecía el cigoto de una
mujer. Con la dimisión de Gallardón no quedan las cosas como estaban, y el
nuevo Ministro de Justicia tiene como tarea principal limar las atrocidades
sanitarias, sociológicas, biológicas y antropológicas del sueño de la razón de
Zapatero. La entendible apelación de los próvida a no votar al PP, en puertas
de un hipotético frente de izquierdas, es no comer el rancho para que se
fastidie el sargento.
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