El entrañable oso amoroso de UGT se va pero se queda. Tras haberle
serruchado el piso al admirable Nicolás Redondo este químico lleva 20 años
sentado en el sindicato como un Rey godo de monarquía electiva. Cierto que
acortó los mandatos para el futuro pero se ha organizado su omnipresencia para
retirarse con la jubilación, que no será parca. Pretende refundar el sindicato socialista
aunque como decía Rafael “El Gallo”, “Lo que no pué ser no pué ser, y además es
imposible”. Las alfombras levantadas en la UGT andaluza, aunque se encuentren
en fase de sumario, son suficientes para que un líder sindical profese en una
Cartuja pero Méndez ha preferido representar al “Cándido” de Voltaire y las
desdichas de una supuesta virtud. Con excepción de USO, por mérito propio, la
Transición no supo que hacer con el sindicalismo clandestino salvo contentarles
con unas reparaciones económicas delirantes. Lo que le gustaba a Cándido eran
las tenidas nocturnas en Moncloa con Zapatero ejerciendo de Ministro de
Economía bis mientras se cernía inadvertida la tormenta perfecta. La
“refundación” no admitirá la ilegalidad de la huelga general (Alemania), la
autofinanciación por cuotas compensada por la afiliación obligatoria de los
trabajadores, las auditorías externas y públicas, o la desaparición de los
piquetes informativos para romper vidrieras o amedrentar al pequeño comercio.
Redondo le hizo huelgas a Felipe González; Méndez es de la doble
militancia y la correa de transmisión. Las centrales españolas
(sin olvidar CC.OO.) no acaban de abandonar el siglo XX, son asiento de
funcionarios y liberados que dan una
suculenta batalla burocrática (¿y fraudulenta?) a cuenta de los que pierden su
empleo, como si no hubiera bufetes laboralistas en España. La masa asalariada
solo se afilia a un sindicato cuando tiene un problema con su empresa, y de ahí
la baja militancia de ida y vuelta. Se ignora si Pedro Sánchez refundará el
PSOE, pero Cándido dejará la UGT inamovible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario