El Movimiento Justicialista
ha quedado fracturado en dos tras su congreso nacional celebrado el pasado fin
de semana en Buenos Aires, y la extrema derecha se ha hecho con el control del
peronismo. La división es por ahora meramente formal entre oficialistas y
renovadores -resultó imposible discutir ningún problema ideológico-, pero la
gresca peronista puede abocar seriamente a la explosión del movimiento en
taifas provinciales siguiendo la tradición del caudillismo argentino. Más de la
mitad de los congresistas se retiró del cónclave autocitándose para el 2 de
febrero en San Miguel de Tucumán.
El resto del congreso, ya
sin quórum, bajo el dominio físico de los pistoleros y matones de Herminio
Iglesias, caudillo del peronismo bonaerense, reeligió a Isabelita Perón como
jefa del movimiento, repartiéndose los cargos de dirección efectiva. El
congreso -el primero tras la derrota peronista en las elecciones de octubre de
1983-, cargado de violencia y amenazas, se celebró en el teatro porteño Odeón,
donde el travestido Pawlovski triunfa ahora en Buenos Aires. "Gracias a
Dios que se fueron", comentaban en la noche del domingo los responsables
del local.El congreso estuvo organizado y dominado por los llamadosmariscales
de la derrota, la alianza
entre el líder del sindicalismo peronista, el metalúrgico Lorenzo Miguel, y el
ultraderechista Herminio Iglesias, caudillo del peronismo en la provincia de
Buenos Aires.
Lorenzo Miguel, que
ostentaba la primera vicepresidencia partidaria -de hecho la jefatura del
movimiento, dado el autismo político de Isabelita-, renunció al cargo días
antes del congreso, tras asegurarse su elección como secretario de la poderosa
Unión Obrera Metalúrgica en los comicios de normalización gremial que se están
celebrando en Argentina. Para su puesto, promovió junto a Iglesias a José María
Vernet, un contador público menor de 40 años, gobernador de Santa Fe,
desconocido a escala nacional, manejable y hasta discutido políticamente en su
propia provincia. Para Herminio Iglesias se fabricó a medida el cargo de
secretario general, inexistente en la historia peronista.
Viaje a Europa
Lorenzo Miguel, retrocediendo hasta la vicepresidencia segunda,
evitaba que otro sindicalista accediera a la dirección peronista, y como
secretario de la Unión Obrera Metalúrgica y de las 62 organizaciones -los gremios de militancia
justicialista-, mantenía las riendas del poder en el movimiento. Su socio,
Herminio Iglesias, preparó su desembarco en el congreso mediante un
rocambolesco viaje a Europa: a Roma voló oficialmente para entrevistarse con
autoridades vaticanas y recabar información sobre el tratado con Chile por el
canal de Beagle, y oficiosamente para tomar contacto con la Intemacional
Fascista; aduciendo ser perseguido por los servicios secretos italianos se
refugió en la Embajada argentina, de donde marchó a Madrid. A su regreso a
Buenos Aires, aseguró que un hijo suyo de 26 años, que le sirve como
secretario, había sido recibido por la viuda de Perón, quien le había
transmitido bendiciones políticas para el padre. Iglesias no pudo concurrir a
la entrevista por encontrarse "realizando llamadas al Vaticano".
Abierto el congreso en la
mañana del sábado, los representantes peronistas observaron cómo se prohibía el
acceso a la Prensa, al tiempo que ingresaban al Odeón las bandas de matones de
Iglesias, desparramándose por los palcos. Caudillos del peronismo civilizado,
como Carlos Menem, gobernador de La Rioja, quien hace un año defendía a
Isabelita Perón y ahora abomina de ella, fueron insultados y pateados,
necesitando protección policial a la entrada y salida del teatro. Los
congresistas denominados reformistas -la mayoría- plantearon la reforma de
la carta orgánica del movimiento y la elección de los cargos partidarios por
elección directa de los militantes.
Para clarificar la
composición del congreso, los reformistas exigieron también la elección de una
comisión de poderes que revisara las credenciales de los congresistas. Las
patotas y barras bravas de los palcos comenzaron a corear sus cánticos, a
golpear sus bombos y a desparramar amenazas.
Una pistola bajo la mesa
Desde la presidencia,
Lorenzo Miguel y Herminio Iglesias pre tendieron forzar una votación a mano
alzada, entre gritos y pro mesas de muerte procedentes de los palcos. Los
reformistas abandonaron la presidencia y otro tanto se disponía a hacer el pre
sidente del congreso, Raúl Bercovich, cuando le mostraron una pistola por
debajo de la mesa y reconsideró sabiamente su de cisión.
Al menos 345 congresistas
-sobre 670- abandonaron el Odeón, entre ellos casi todos los gobernadores,
todos los senadores y 70 diputados: prácticamente, la totalidad de los cargos
elegidos libremente en las elecciones nacionales de hace un año. El domingo, en
minoría y sin quórum, en franca ilegalidad jurídica y moral , entre el aplauso
de cuadrillas de guardaespaldas, el congreso nacional justicialista reeligió a
Isabelita como jefa del movimiento, quedando el gobernador Vemet como primer
vicepresidente, Lorenzo Miguel como vicepresidente segundo, y Herminio Iglesias
como secretario general.
El congreso oficialista, además,
ignorando la deserción de los senadores y de 70 diputados, acordé oponerse en
el Parlamento a la ratificación del tratado de paz con Chile recientemente
votado favorablemente por la mayoría del electorado.
Así, el peronismo ha quedado
técnicamente dividido en dos: los representantes directamente elegidos por el
pueblo en las pasadas elecciones (los reformistas) y la dirección partidaria
responsable de la derrota electoral (oficialistas), que utiliza como paraguas a
la remota viuda de Perón.
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