3/11/85

Los argentinos votan bajo el estado de sitio la renovación parcial del Parlamento (3-11-1985)

A las ocho de la mañana de hoy, domingo, se abrirán las escuelas nacionales -amenazadas y desalojadas desde hace casi dos meses- para llevar a cabo las primeras elecciones legislativas parciales en los últimos 20 años. El voto, en compactas urnas de madera, es obligatorio entre los 18 y los 70 años; quienes se encuentren en el extranjero -sin derecho a voto- habrán de justificar en sus consulados respectivos su alejamiento del país el día de la votación, y sólo un distanciamiento justificado de. no menos de 500 kilómetros de su mesa electoral exime a los votantes de emitir su sufragio.

Hombres y mujeres votan por separado -el voto femenino, otorgado por el primer peronismo, es aún relativamente reciente- y en padrones diferenciados. Desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche impera la ley seca y están prohibidos los espectáculos públicos y, por supuesto, cualquier acto proselitista. No es legal en este día portar armas a menos de 80 metros de una mesa electoral.Según reza la Constitución argentina, el mandato presidencial dura seis años, pero los legisladores permanecen en sus escaños sólo por cuatro, renovándose por mitades cada dos años. Dado el receso democrático originado por la última dictadura militar, los diputados electos en octubre de 1983 fueron sorteados para que 128 de ellos finalizaran su mandato a los dos años: 64 radicales, 57 justicialistas, dos del Partido Intransigente, uno de la Unión de Centro Democrático y otros por el Bloquismo, el Partido Liberal Autonomista, el Federalismo Pampeano y el Movimiento Neuquino. A partir de esta elección, nuevamente los diputados disfrutarán por cuatro años sus escaños.

Las elecciones se llevarán a cabo bajo el actual estado de sitio, al estimar el ministro del Interior que su aplicación bajo mínimos no intefiere para nada la libertad de elegir o ser elegido. Y realmente es así.

La votación tiene un doble significado: por una parte, es una etapa cumplida para esta frágil democracia; por otra, es un indicativo de la aceptación popular del rumbo del Gobierno.

Las elecciones de hoy, en un momento particularmente crítico de la vida republicana, no son como antaño, ni como en 1983, una gran opción entre el radicalismo y el peronismo.

Lo más beneficioso e importante de las elecciones de hoy en este país será el Crecimiento cualitativo del Partido Intransigente, liderado por Óscar Alende, alias el Bisonte, un venerable médico rural que aglutina buena parte de la juventud generosa, que no acaba de encontrarse cómoda en el peronismo de la burocracia, las reyertas internas por la posesión de los despachos, Isabelita, el recuerdo del gran macho muerto, la evocación de la santa difunta -Evita-, la marcha de los muchachos peronistas Perón, Perón, qué grande sos / mi general, cuánto valés..."- y otros rancios efluvios de ultratumba.

El Pl es un partido de izquierda racional que se abre paso sobre la tierra quemada que han dejado los socialistas argentinos, expertos, por encima de los trotskistas, en materia de divisiones internas, y la desolación de la izquierda peronista exiliada, torturada, asesinada, desencantada, engañada, profundamente equivocada, destruida para siempre jamás.

La UCD del ex militar Álvaro Alsogaray, ex ministro de Economía de la nación bajo el Gobierno de Frondizi, es la gran esperanza blanca de la derecha más moderna, harta del conservadurismo esclerotizado de la oligarquía agrícola-ganadera, anclada espiritualmente en los comienzos del siglo XIX. Socio político de Manuel Fraga Iribarne, la política de Alsogaray es mecanicista y estima que con un adecuado recetario económico los problemas estructurales de la República Argentina serán resueltos milagrosamente.

En cualquier caso, por encima de ambos se dirime la sempiterna batalla entre peronistas y radicales, las dos grandes fuerzas políticas semihegemónicas y profundamente antagónicas de la gran nación austral. Los radicales aparecen como levemente ganadores de estos comicios, por razones obvias: sus aciertos, y especialmente su gran valor moral sometiendo a juicio a la dictadura anterior, superan sus errores. Y el cumplimiento del Plan Austral, que ha reducido una inflación del 30% mensual al 2%, es un logro indiscutible, por más que resulte dudosa su eficacia a corto plazo. Los radicales se han ganado el ganar. Y su éxito puede rozar la mayoría absoluta en estos comicios parciales.

El peronismo lo que se ha ganado es su derrota. Derrota segura, pase lo que pase y se vote como se vote, por cuanto acuden a las elecciones en tres frentes sólo en la provincia de Buenos Aires: el Frejudepa de Cafiero, el Frejuli de Herminio Iglesias y el Frepu de Villaflor. No sólo divididos entre, sí sino entrecamados con comunistas, democristianos, conservadores desmayados en la extrema derecha, personajes sin partido ni crédito popular, personajillos célebres por una sola entrevista en una sola revista y otros desastres preelectorales.

Herminio Iglesias, vicepresidente del justicialismo, resultará elegido diputado por su lista, no sólo por haberse colocado desde hace dos meses unas gafas sin dioptrías, que le aportan un lejano aire intelectual, sino porque es el primer candidato de su frente. No obstante, Cafiero, ex ministro de Economía de Isabelita Perón, puede barrerle de la provincia de Buenos Aires, recabando el voto justicialista más sensato, pese a acabar de ser expulsado del movimiento. La batalla bonaerense por el voto peronista es la guerra entre la bella -Cafiero- y la bestia -Herminio

La pelea por Buenos Aires

Por si el voto no quedara aún suficientemente dividido, Villaflor y su Frepu entran en liza para captar el sufragio peronista por la izquierda. Sin lugar a ninguna duda, el Partido Intransigente de Óscar Alende quedará en segundo lugar en la primera provincia del país -tras el radicalismo-, paseándose sobre los escombros de una izquierda imposible, que pretende representar la ultraderecha burocrática del peronismo sindical.La pelea por la capital federal es más incierta. Dos candidatos jóvenes, moderados, elegantes, razonables, Stubrin por la UCR y Grosso por el justicialismo, disputan la mayoría. Grosso, que además posee fortuna personal, ha optado inteligentemente por la nueva cara del peronismo conciliador, nuevamente interclasista, rellenando de vaselina su discurso político. Sólo su hipotético triunfo sobre Stubrin puede consolar al peronismo de su multiplicado derrumbe nacional.

Al menos esta campaña ha servido para mejorar los asesoramientos de imagen de los justicialistas de centro, derecha, izquierda, moderados, maximalistas, esquinados por aquí o por allá. A diferencia de las elecciones de 1983, el peronismo se ha publicitado mejor: la marcha de los muchachos peronistas se toca en tono menor como si fuera el adagio de Albinoni, toda referencia a Isabelita -todavía presidenta del movimiento- ha sido radicalmente suprimida, y las imágenes de Eva y de Perón son las más sonrientes, relajadas y plácidas, como correspondientes a un tiempo añorado.

Pero cualquier esfuerzo propagandístico es vano en esta elección en el que todas las cartas ya están echadas de antemano: mantenimiento o subida moderada del radicalismo, caída del peronismo total por su subdivisión interna, derrota estrepitosa de Iglesias -aunque salga diputado-, y crecimiento de la UCD y del PI, como esperanzas alternativas de normalización política de la nación. Porque ni el radicalismo es exactamente la derecha -son krausistas, moralistas, utópicos, moderadísimos- ni el peronismo es la izquierda, y menos ahora. El peronismo oficial, en estos momentos, arrojaría a las tinieblas exteriores a quienes se sentirían comodos junto a Miguel Roca y Antonio Garrigues. No tolerarían su sedicente y ominoso izquierdismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario