5/8/06

La clase obrera no va al paraíso (5-8-2006)

Lo interesante de los bochornosos sucesos de El Prat es que el colectivo de los trabajadores de tierra de Iberia creen ver un capitalista en todo aquel que arrastre una maleta por un aeropuerto. Y esto es extensible a todos los huelguistas salvajes de cada verano, por aire, mar y tierra. Estos sindicalistas del cuaternario estiman que la clase obrera no toma vacaciones, ni viaja, y menos por avión, y que, por tanto, sus salvajadas no la conciernen. Es una curiosa manera de hacer proselitismo sindical: haciéndole la vida imposible al afiliado o simpatizante de la causa. Lo tomo como rumor, porque de confirmarse sería escandaloso: podrían haberse perdido en el Stalingrado de El Prat, un corazón, un pulmón y un hígado por la demora de los vuelos. Dejémoslo ahí.

Para acabar con 600 despedidos, unos trabajadores avergonzados y sin crédito dicen ahora que tras su huelga gamberra se comportan estupendamente. ¡Menos mal que no les ha dado por atacar al hombre! Nadie asume responsabilidades: ni Iberia, ni AENA, ni el delegado del Gobierno, ni la Generalitat, ni el Ministerio de Fomento, ni el de Sanidad y Consumo, ni el de Industria, cuyo titular, Montilla, parece ministro de Marte. Tanta gente y nadie que cante la palinodia. Ya dijo Sartre que el infierno son los otros.

Ni con la Guardia Civil se puede hacer trabajar a nadie; el derecho a la huelga es intocable, pero ocupar un aeropuerto y secuestrar por cinco horas a cientos de pasajeros embarcados es un delito. No sé quién, pero al menos alguien ha de ser procesado por el aeródromo sin ley, aunque sea el más tonto de esta película de pícaros; y ha de serlo por higiene sindical, política, administrativa y ciudadana. Los interlocutores sociales, eso de enunciado tan cursi, deben entender que la huelga salvaje y a plazo fijo, se paga, no sale gratis. Cada zona vacacional del calendario es asaltada por huelgas oportunistas que afectan al turismo. Lo de El Prat es un pico en una curva permanentemente ascendente. El próximo verano los trabajadores de las autopistas pedirán un convenio estatal y se encadenarán en sus garitas, sin subir la barrera. O los camareros darán de bandejazos en la cabeza a los turistas en reclamo de entendibles contratos fijos. El sindicalismo de todo vale, porque tenemos por narices la razón ante la pérfida empresa. La huelga está reglada en toda la Unión Europea, y a nosotros no nos ha ido mal. Pero el Gobierno -y esa solitaria jueza de Barcelona- tienen que dar un paso adelante y solidarizarse con la clase obrera que quiere ir al paraíso.

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