21/10/06

Enrique Múgica (21-10-2006)

En los años 50, Enrique Múgica Herzog era una especie de arcángel con rizos (o de ángel caído) que había bajado de San Sebastián a Madrid a predicar en la cafetería de la Universidad de San Bernardo. No hacía caso de la brigada político-social que infestaba las aulas y levantaba las banderas de la izquierda con gran éxito entre los catecúmenos.

Fue figura central e imprescindible de la primera rebelión de los estudiantes contra el franquismo en 1956. Era comunista, pero en la cárcel de Carabanchel se le debieron enfriar los ánimos soviéticos. El escritor Fernando Sánchez Dragó recuerda que a los presos se les privaba hasta de la domeñada Prensa del Régimen; él se las apañó para hacerse cada día con un ejemplar del Ya, que tenía dos censuras, la de la Iglesia y la gubernamental. Pero no fue bastante: la célula comunista de la cárcel exigió censurar el diario otra vez para no contaminar las cabezas marxianas. Tanta estolidez a abandonar el PCE, probablemente por aburrimiento intelectual.

Fue, con Nicolás Redondo o Ramón Rubial, de los pocos vascos que lucharon de verdad contra el franquismo desde unas filas socialistas harto menguadas de militantes, precediendo a Felipe González y Alfonso Guerra. Los actuales dirigentes de Izquierda Unida, que ni se atreven a llamarse comunistas, y los nacionalistas catalanes (esos botarates) sólo eran niños pijos de provincias cuando este judío se batía el cobre. Uno de los problemas de España es que aquí no respetamos ni la biografía del Cid.

Fue un buen ministro de Justicia y junto a Antonio Asunción, a la sazón director de Instituciones Penitenciarias, desmontó la ETA-B organizada en las prisiones, dispersando a los reclusos, política que la banda no le perdonó jamás. Siempre he supuesto que el asesinato de su hermano Fernando se debió a la militancia socialista de éste, pero también por ser hermano de Enrique y quizá hasta por judío porque el pueblo de la diáspora no tiene lugar en un mundo euskaldun. Antonio Asunción dimitió como ministro del Interior en cuanto abrió los cajones de los despachos y encontró billetes ensangrentados.

De Múgica no hay quejas como Defensor del Pueblo de quienes podrían ejercerlas: los ciudadanos. Pero por haber tramitado un recurso de inconstitucionalidad sobre el Estatuto (a petición de sus clientes) los hijos de los franquistas catalanes que no pasaron una noche en comisaría antes de hacerse bolivarianos, le tachan de político frustrado y aprendiz de Milosevic, chorrada de yegua, porque el patrocinador de la gran Serbia es modelo para los que sueñan con la Gran Cataluña o la Gran Euskadi. Extinguidos los elefantes parlamentarios, Enrique Múgica ha hecho más política por nuestras libertades que todos los diputados de la generación del chupete.

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